“Soy indio: mi pluma es
flecha, mi numen arco.
Soy
hijo de esclavos del trabajo
y
de la miseria y del agio formidable tajo
Es
mi orgullo ser indio y ser anarco”.
Delfín Lévano (1920)[1]
De las varias corrientes críticas al capitalismo que surgieron en la
Europa del siglo XIX, la más satanizada fue el anarquismo, por su crítica
radical y por proponer algo que parece utópico: la reorganización de una
sociedad eliminando todas las formas de dominación, explotación y marginación.
Mientras liberalismo, marxismo y demás, buscan implementar sus ideas
desde algún espacio de poder real, “desde arriba”. El anarquismo propone esos
cambios “desde abajo” y aunque no es el único que lo plantea, sí es quien lo
tiene como bandera irrenunciable. El silenciamiento sobre la historia de las
luchas anarquistas y sus principios fue obra tanto de la derecha como de la
izquierda.
El anarquismo tiene muchas formas de entenderlo y se amolda a cada
contexto, por eso se puede hablar de un anarquismo propio en cada país donde
llegó a desarrollarse y en cada época.
La utopía anarquista[2]
“No
hay más que uno en cien y sin embargo existen
La
mayoría hijos de nada o hijos de muy poco
Que
no se los ve jamás sino cuando se les teme:
Los
anarquistas”
Canción de Léo Ferré (Francia 1969)
Anarquía significa “sin dominio”, el término fue utilizado por primera
vez por el francés Proudhon en 1849, como una forma de diferenciarse de todas
las corrientes políticas jerárquicas. El anarquismo fue desarrollado por varios
autores, proponiendo un socialismo libertario, que rechazaba todo verticalismo
y autoritarismo, teniendo como principios la ayuda mutua, la autogestión, la
autonomía, la horizontalidad, la acción directa y el federativismo.
Los anarquistas llamaron “socialismo autoritario” al marxismo, pues
mientras este propone la organización de un partido centralizado y la toma del
poder para implementar reformas que lleven al comunismo, el anarquismo
cuestiona al mismo Estado, proponiendo asociaciones libres y federadas entre
sí. El debate que iniciaron Marx y Bakunin se prolongó hasta nuestros días, aunque
las experiencias del “socialismo real” del siglo XX le dieron la razón al
segundo.
Existen muchas corrientes: anarcosindicalistas, autonomistas,
insurreccionalistas, pacifistas, primitivistas, individualistas, etc. A veces
se contraponen y a veces se combinan, además, estas ideas han sido asumidas de
diferentes maneras en cada lugar del planeta. El anarquismo adquirió presencia
durante la existencia de la Asociación Internacional del Trabajo o “primera
internacional”, se difundió en muchos sindicatos y protagonizó la lucha por las
8 horas en Chicago en 1886, que dieron origen a la celebración del 1 de mayo.
Los anarquistas tuvieron destacada participación en las revoluciones de
México (1910), Rusia (1917) y España (1936), en las que fueron derrotados por
la traición más que por la represión. Los diferentes fascismos los reprimieron
en Italia, Japón, Corea o Argentina. El anarquismo también se retroalimentó con
movimientos como el indigenismo, el feminismo, el “mayo francés”, la ecología
social y los movimientos antiglobales. A pesar de que a mediados del siglo XX ya
había sido desplazado por el marxismo en los movimientos sociales, persistieron
individuos y pequeñas organizaciones que intentaron introducir sus ideales en
la sociedad de su entorno. A fines del siglo, con el comunismo disminuido por
sus propias contradicciones y la arremetida neoliberal, resurgió la presencia
anarca.
Actualmente los procesos revolucionarios anticapitalistas tienen un sello
anarquista: zapatismo, confederalismo democrático kurdo, autogestión griega,
fábricas bajo control obrero. En todos los casos, estos movimientos responden a
particularidades locales y por eso el anarquismo se amolda y transforma de una
región a otra, como veremos en el caso peruano.
La anarquía llega a los andes
“Aunque el punto luminoso fuese
alejándose a medida que avanzáramos y aunque el establecimiento de una sociedad
anárquica se redujera al sueño de un filántropo, nos quedaría la gran
satisfacción de haber soñado. ¡Ojalá los hombres tuvieran siempre sueños tan
hermosos!”
Manuel Gonzales Prada (1907)
El anarquismo llegó a Perú junto a las corrientes modernas que venían de
Europa a fines del siglo XIX, encontramos al abogado y periodista Luis Felipe Montestruque
involucrado en la rebelión indígena del Callejón de Huaylas en 1885[3],
fue un ideólogo del movimiento en el que murió luchando, y se sabe que tenía
ideas anarquistas[4].
Quizás sea el primer anarquista de trabajo individual del que tenemos registro.
Esos años se habían organizado las primeras asociaciones de artesanos,
agrupados para defender sus intereses realizaron fuertes huelgas. En su
búsqueda de aliados, los artesanos se aproximaron a los liberales radicales y los
masones, que difundían ideas racionalistas desde “logias” casi secretas. Es en
ese contexto que aparecen los “profetas” libertarios. Ángel Gasco fue un
moqueguano que viajó a Europa, donde se unió al ideal anarquista, vuelto al
país radicó en Cusco, donde en 1895 editó el periódico El Cuzco (dirigido por el liberal Juan Pablo Tresierra). Su prédica fue
casi solitaria durante esos años.
El principal divulgador del anarquismo aparecerá en 1898, Manuel Gonzales
Prada era un famoso escritor de 54 años de edad, que en 1892 había fundado el
partido Unión Radical y tras un viaje a Europa, encontró en el anarquismo la
ideología que coincidía con su búsqueda, vuelto al país, renunció a su partido
y se dedicó a predicar los ideales libertarios (en periódicos como Los Parias),
influyendo en los estudiantes pero también entre los artesanos. Su ex
correligionario y amigo Christian Dam había fundado la Liga de Librepensadores,
como extensión de su logia masónica, la influencia de su amigo llevó a Dam a
sumarse al anarquismo.[5]
Los ideales libertarios también eran difundidos por migrantes europeos que
llegaron al continente por motivos laborales, este fenómeno fue menor en los
países andinos, pero sí estuvo presente. Se tiene documentado el periplo del
italiano Inocencio Lombardozzi, que tras fundar centros ácratas en lugares de
Argentina y Chile, llegó a Lima en 1905, allí fundo el grupo Por la idea junto
a Carlos del Barzo. Luego, con el afroperuano Julio Reynaga (natural del
Callao), fundan un centro de estudios sociales en Trujillo. Lombardozzi funda o
apoya bibliotecas y grupos en Pomalca, Guaddalupe, Chiclayo y Catacaos,
llegando a Guayaquil. Allí enferma y decide ir a Bolivia, pero la enfermedad lo
ataca en el camino, falleciendo en un hospital de Puno en 1908. Se sabe que
pudo haber otros ácratas peregrinos de los que no ha quedado un registro tan
preciso.
Pero no nos engañemos, así como la prédica de Gonzales Prada había
reforzado una tendencia radical en intelectuales y trabajadores, la prédica
activa de Lombardozzi sólo contribuyó a fortalecer iniciativas locales que ya
venían circulando. En Chiclayo se editaba el periódico El Libertario desde 1901
y en Trujillo La Antorcha desde 1903, dirigida por Julio Reynaga (que estuvo
dirigida por Lombardozzi cuando Reynaaga estuvo preso por la represión). Para
1905 había además libertarios en Sullana, Arequipa, Moquegua, Puno y Cusco.[6]
“Horas de lucha”
"Empuñamos en una mano el estandarte de la libertad que tremolará
siempre orgulloso en la contienda, y llevamos en la otra la espada de la
justicia, que mantendremos desnuda para cortar el nudo de la opresión y la
tiranía".
La voz del obrero N° 1 (Puno 1914)
Miguelina Acosta |
En el mitin del 1 de mayo de 1905, Gonzales Prada llamó a no descansar en
la lucha hasta lograr la jornada de 8 horas. Ese año, la Federación de
Panaderos “Estrella del Perú” se declaró anarquista, iniciando la difusión del
anarcosindicalismo. El líder de esta organización era Manuel Caracciolo Lévano,
cercano a Gonzales Prada y Dam. En 1911 Lévano y su hijo Delfín empezaron a
editar el periódico La Protesta, portavoz del movimiento anarcosindicalista, el
año siguiente varios sindicatos se agruparon en la Federación Obrera Regional
Peruana (FORP)
Los sindicatos realizaron varias huelgas por mejoras laborales, tanto en
Lima como en Huacho, Chicama y Talara. En 1914 los obreros del Callao logran
que se les reconozca la jornada de 8 horas. En 1917, una huelga en Huacho fue
duramente reprimida con el saldo de 7 obreros asesinados por la represión,
entre ellos dos mujeres. La lucha creció y en 1918, los anarcosindicalistas
lograron que el Estado reconozca la jornada de 8 horas. Al año siguiente fueron
las famosas luchas del Comité Pro Abaratamiento de las Subsistencias[7]. En esas luchas
destacaron los nombres del zapatero Carlos Barba, el ebanista Nicolás Gutarra y
el tejedor Adalberto Fonken[8].
En Chiclayo, el ebanista Manuel Uchofen difundía el anarquismo desde el
periódico La Abeja (1910-14) y en Puno el tipógrafo Eduardo Fournier lo hacía
desde La voz del obrero (1912-1930).
También los jóvenes universitarios realizaron huelgas estudiantiles, en
1907 en Arequipa y en 1909 en Cusco, con participación activa de anarquistas.
En el sur, los ideales ácratas se habían difundido entre estudiantes y obreros.
Tras la muerte de Gonzales Prada (1918) los estudiantes reunidos en un congreso en Cusco, acordaron fundar la Universidad Popular Gonzales Prada (UPGP), para educar en un sentido liberador al pueblo. La idea fue del trujillano Víctor Raúl Haya d la Torre, que fue su primer rector. La UPGP se activó en Barranco, El Callao, Arequipa, Salaverry, Trujillo, Cusco, Ica, chosica y Jauja. En 1923, Haya y Gutarra formaron un frente de trabajadores manuales e intelectuales y s elanzaron a la protesta, siendo reprimidos (con dos muertos) y Haya deportado.
En todas estas jornadas, la presencia femenina adquirió un matiz propio. Las ideas feministas ya se difundían y surgían organizaciones por los derechos de las mujeres, entonces surgió el feminismo anarquista. Angélica Arratía realizaba sentidas conferencias. Miguelina Aurora Acosta Cárdenas, natural de Yurimaguas, participó de organizaciones feministas y presidió el Comité femenino Pro abaratamiento de las Subsistencias, junto a la indigenista Dora Mayer dirigió la revista anarcofeminista Claridad (1917-1919)[9]. En Huacho, Luzmila La Rosa y Juanita Grados La Rosa fundaron el centro femenino Luz y Libertad en 1918.
En todas estas jornadas, la presencia femenina adquirió un matiz propio. Las ideas feministas ya se difundían y surgían organizaciones por los derechos de las mujeres, entonces surgió el feminismo anarquista. Angélica Arratía realizaba sentidas conferencias. Miguelina Aurora Acosta Cárdenas, natural de Yurimaguas, participó de organizaciones feministas y presidió el Comité femenino Pro abaratamiento de las Subsistencias, junto a la indigenista Dora Mayer dirigió la revista anarcofeminista Claridad (1917-1919)[9]. En Huacho, Luzmila La Rosa y Juanita Grados La Rosa fundaron el centro femenino Luz y Libertad en 1918.
El rostro indio de la anarquía
“En estos momentos de prueba para las
masas obreras e indígenas de todas partes del mundo cabe a nuestra Federación
luchar por la justicia y organizar por doquier entidades que sean de baluarte
infranqueable a todas las injusticias que sufrimos”.
Federación Indígena Obrera Regional
Peruana (1923)[10]
Pero siendo el país mayormente habitado por indígenas, el anarquismo se
ligó al indigenismo y los movimientos comunales. Influyó en personajes como el
bandolero justiciero Luis Pardo en Ancash (murió en 1909) o el sargento
Teodomiro Gutiérrez, convertido en líder de una rebelión indígena en Azángaro
(Puno) con el nombre de “Rumimaki” en 1915.
En Lima, el jurista Joaquín Capelo, la escritora Dora Mayer y el
estudiante Pedro Zulen fundaron la Asociación Pro Indígena (API 1909-1917)
mientras en Cusco, Luis E. Valcárcel, Uriel García y otros difundían un
indigenismo cultural y social (Valcárcel reconoció haber tenido influencia
libertaria). Mientras la visión oficial del Estado y las élites intelectuales
era educar y civilizar a los indios para que salgan de su pobreza,
amestizándose; La Protesta propuso que los indígenas no tenían que ser
civilizados por occidente, pues ellos estaban más cerca del comunismo y el
anarquismo por su propia tradición.
El gobierno de Leguía apoyó la organización del Comité Pro Derecho
Indígena Tahuantinsuyo (CPDIT), en el que se enrolaron varios integrantes de la
API y líderes indígenas. Entre estos había anarquistas como los puneños
Hipólito Salazar y Ezequiel Urviola. El primero se apartó del CPDIT y en 1923 organizó
la Federación Indígena Obrera Regional Peruana (FIORP), una agrupación más
acorde a la realidad nacional, que apoyó abiertamente las rebeliones campesinas
que sacudían el país. Por esa postura, Salazar fue deportado. Ezequiel Urviola
era un joven abogado que en 1918 abandonó su carrera y se fue a vivir con los
indígenas, apoyándolos en su organización y la redacción de memoriales, en su
lucha contra los hacendados. Tuvo destacada participación en los congresos
indígenas y falleció con tuberculosis en 1924, su entierro fue masivo y se
sintió fuertemente en el movimiento indígena y entre los anarquistas[11].
En Jauja, el impresor Máximo Pecho publicaba textos anarquistas e
indigenistas. En Cusco, se formó el Centro Gonzales Prada, en el que
participaron los indigenistas Luis Velazco Aragón, Humberto Pacheco y Encino
del Val. En Puno, junto a Fournier y el maestro José Antonio Encinas, un grupo
de jóvenes escritores indigenistas inició un movimiento cultural de
trascendencia, liderados por el anarquista Gamaliel Churata[12].
Para ese entonces, el anarquismo también se había expandido a Cajamarca,
Huánuco, Jauja, Sayán, Barranca, Ica, etc.
(Continuará)
Roberto
Ojeda Escalante
[1]
Publicado con el seudónimo de Lirio del Monte en La Protesta N° 20, tomado de
Wilfredo Kapsoli, Ayllus del Sol,
1984.
[2]
Información tomada de: A la izqierda de
la historia, Roberto Ojeda, Cusco, 2008.
[4]
Fabiola Escárzaga. La sublevación de Ancash. Proyecto nacional y guerra de
razas. En Política y cultura N° 12,
México, Universidad de Xochimilco, 1999, pp 166-167.
[5] El
movimiento obrero anarquista en el Perú (1890-1930). Joel Delhom, 2001, http://dwardmac.pitzer.edu/Anarchist_Archives/worldwidemovements/peru/Movimiento.html
[6]
Franz García. El 1ro de mayo y los anarquistas en el Perú. En Los orígenes libertarios del Primero de
Mayo: de Chicago a américa Latina (1886-1930). José Antonio Gutiérrez
(compilador), Quiimandú, Santiago de Chile, 2010.
[7] Sobre estas luchas ver Anarquismo
y anarcosindicalismo en el Perú. Lima, Anarcrítica, 2014.
[8] El
movimiento obrero anarquista del Perú (1890-1930). Joël Delhom (ponencia). University of Birmingham, 6-8 avril 2001.
[10]
Ayllus del sol, pp 167.
[11] Ver “Ayllus del Sol” de Wilfredo Kapsoli, Lima 1984.
[12]
Su nombre real era Arturo Peralta, encabezó un vigoroso movimiento cultural en
Puno desde 1915, en los años 30 se asentó en La Paz, donde vivió varias
décadas.
1 comentario:
Agradecer a Roberto Ojeda su pluma y este blog, que posibilita expresarse, acerca del anarquismo que creo que más allá de ser la construcción de sueños personales o compartidos, para con la sociedad, es un estado de iluminación, rebeldía, cuestionamientos, repensar, ser libres por vez primera, acerca de la matriz en la que hemos nacido, referente a creencias, Dios, religión, tradiciones, costumbres, ritos, gobiernos, leyes, gobernantes.
Es en un estado de fortaleza, reconocimiento y vinculaciones.
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