martes, 26 de octubre de 2021

PABLO Amado

Te marchaste esa noche de abril por un camino de luz. Desplegaste tus brillantes alas de cóndor en tu viaje hacia ese lugar entre las estrellas. Pero has dejado una profunda huella como un surco sembrado con tus ideas en tus libros, harawiko, amauta, maestro grande, fuerte.

Tu música nació entre el dulce fulgor de los amaneceres y el rojo incendio de los atardeceres, entre las risas del sol y los cánticos de la lluvia. Y se ha quedado prendida en los corazones de tus paisanos, de otros muchos más hasta siempre.

Nació nuestro amor como un jardín de ñukchus y qantutas, como una enredadera apretada al árbol de la vida, se forjó en el grupo Llaqta, semillero de artistas y escritores que activan aun hoy.

Tú y yo fuimos rebeldes, nos unió más nuestra lucha por la justicia y la libertad. Y para completar tu labor de gran maestro organizaste en Cusco el grupo de AA, programa que funciona a nivel mundial, el que salva muchas vidas y da nuevas esperanzas a tantas familias.

Reposas ahora junto a la Pachamama cerca a tu amigo y hermano Ricardo, el que también se fue como un héroe por no abandonar su puesto de servicio como alcalde. Arrullan vuestro descanso las kukulis y las torcazas, los pajaritos multicolores, la brisa matutina, el viento, la lluvia, y cercana o lejana música de quenas, charangos y guitarras.

Emperatriz