sábado, 8 de noviembre de 2014

¿Antimineros al poder?

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Las elecciones del 5 de octubre han confirmado que la política neoliberal es una actividad empresarial, con grandes inversionistas que logran colocar a uno u otro de sus candidatos, a quienes luego les cobrarán como proveedores o imponiendo sus proyectos. La mayoría de los partidos políticos son grupos que buscan lograr un espacio donde garantizar su ubicación laboral. Técnicos y políticos se ven mezclados en campañas y resultados, envueltos por una bruma de corrupción muy grande. Ejemplar resulta el Cusco, con un expresidente preso, otro inhabilitado y ahora, uno de los dos candidatos a segunda vuelta inhabilitado, todos por casos de corrupción.

Dentro de este panorama, los candidatos de “izquierda” también juegan un partido similar, solo que con un enfoque inclinado a satisfacer las demandas populares. En la mayor parte del país el Frente Amplio y otros grupos de izquierda han sido totalmente derrotados, salvo en lugares donde existe un conflicto social presente, como en Islay, Hualgayoc y Cajamarca.

En Cajamarca, el actual presidente regional Gregorio Santos, fue reelegido con más del 40% pese a estar detenido por acusaciones de corrupción. Fue el único que se mostró contrario a la mina Yanacocha y su triunfo en realidad es el triunfo de la resistencia cajacha contra las amenazas mayores de la mina. En Hualgayoc, el dirigente Edy Benavides es el nuevo alcalde y ya se ha manifestado totalmente en contra al Proyecto Conga. Estos triunfos son respaldados por un fuerte movimiento social que no se deja avasallar por las matonerías y las ofertas de la mina.

En la provincia de Islay y varios de sus distritos, conocidos dirigentes que se oponen al proyecto Tía María, ahora son los nuevos alcaldes. Aquí también los resultados son producto del fuerte movimiento social que se opone a la minería, los candidatos electos participaron en distintas agrupaciones políticas, así que no hay el triunfo de un grupo político, sino de la oposición a la minería.

En la presidencia regional de Apurímac, el ex congresista Michel Martínez pasó a segunda vuelta y es tildado de antiminero, habiendo recibido el respaldo de 5 de las 7 provincias, incluida Cotabambas, zona donde está el proyecto Las Bambas, pero en la misma provincia el alcalde electo es pro minero. También en Puno, el conocido dirigente aymara Walter Aduviri pasó a segunda vuelta, él fue uno de los principales dirigentes de la lucha antiminera en esa región.

En la provincia de Espinar el caso es diferente, el ex alcalde Oscar Mollohuanca postuló a la presidencia regional del Cusco sin tener buena votación, salvo en su provincia de origen. Sin embargo, allí mismo no ganó el candidato de su partido (TyL) sino otro a favor de la mina.

Todos estos resultados muestran que no se trata de triunfos de grupos políticos específicos, sino de líderes identificados en mayor o menor grado a los movimientos sociales locales. Incluso en Cajamarca, a pesar de que el MAS de Santos tiene varias provincias, el triunfo de Benavides en Hualgayoc fue por otro partido. En Lima la candidatura supuestamente de izquierda de la actual alcaldesa fracasó, habiendo ganado y con alta votación el ex alcalde que “roba pero hace obras”. Lima siempre ha estado lejos del Perú.

¿Y el voto viciado? En muchos lugares donde la corrupción es exagerada y no se ven mayores diferencias entre los postulantes, el voto viciado, nulo o en blanco ha sido una expresión de protesta, de población indignada ante la forma en que funciona esta democracia. En algunos casos estos votos llegan a ocupar el segundo lugar (como en la región Cusco) o hasta el primero, en la provincia Raimondi (Ancash) llegaron al 27%, en la Unión (Arequipa) 23, en Parinacochas (Ayacucho) 35, en San Marcos (Cajamarca) 23, solo por poner los casos más extremos.

lunes, 25 de agosto de 2014

lunes, 18 de agosto de 2014

domingo, 10 de agosto de 2014

20 años espurios

El 31 de octubre de 1993 un referendo muy cuestionado y con un estrecho margen (con indicios de fraude), aprobó la nueva Constitución Política del Perú. El documento fue confeccionado para legalizar las reformas neoliberales que pusieron al Estado en gran remate y abrieron todas las puertas del país a los inversionistas, para que estos hicieran sus grandes negocios, que aún continúan.
Por su origen, la Constitución fue calificada de “espuria”, una palabrita elegante que significa ilegítima, fraudulenta, adulterada; pero como a los intelectones les gusta usar palabritas especiales, pues usaron “espuria”. Mas, ¡oh sorpresa!, la población no hiso mayor escándalo por el hecho y aceptaron la nueva “carta magna” (otra denominación que suelen dar a las constituciones). Y bueno, si nunca una Constitución había funcionado realmente, el pueblo no le dio mayor importancia a sus modificaciones, muchos porque aún confiaban en “el chinito” que pisoteaba los derechos de todos, pero igual parecía buenito porque en cada viaje se ponía la ropa típica del lugar que visitaba.
Los años pasaron, la enorme corrupción del gobierno generó protestas enormes, que terminaron con “el chinito” firmando su renuncia por fax el año 2000. Caído el régimen se suponía que se modificaría la Constitución pero lo único que hicieron fue borrar la firma de Fujimori en el documento y todo lo demás se mantuvo igual. Espuria y todo, la Constitución del 93 siguió rigiendo los destinos del país. Al final la democracia resultó muy similar a la dictadura y quizás por eso el fujimorismo sigue presente en la hedionda política peruana, a la que ellos contribuyen a hediondar más.
La reflexión es la siguiente: si la constitución es la “mama Ley”, el documento que rige todo el sistema de un país, y en este caso tenemos una constitución espuria, entonces, nuestra democracia ¿también es espuria?
20 años de privatizaciones, recortes laborales, más centralismo, marginación de la educación, embrutecimiento a través de los medios de comunicación, diarios chicha, Lauras, Magalys… en fin. Los sucesores de Fujimori dicen ser democráticos pero hacen lo mismo que aquel: favorecer a las empresas transnacionales a cualquier precio, reprimir a los que critican, criminalizar a quienes protestan, corromper a los más posibles, y mentir, sobre todo mentir. “No shock” dijo el chino condenado, “no TLC” dijo el cholo de Harvard, “no TLC” repitió el panzón, “gran transformación” dijo cosito.
La característica principal de las democracias de ahora es la mentira. Antes, los liberales decían que siguiendo su camino, todos progresaríamos, explicándolo con citas económicas, filosóficas, sociológicas. Los comunistas decían que siguiendo su camino llegaríamos al socialismo, al bienestar común, explicándolo también con citas económicas, filosóficas, sociológicas. Hoy ya no, basta decirle al pueblo lo que quiere oír y una vez en el gobierno decirle que no es posible. La justificación ya no es necesaria, simplemente lo hacen así porque así tiene que ser, el cinismo lo calla todo.
Pero estos 20 años también han tenido otra historia abajo, en los múltiples países que conforman esa mentira llamada “Perú”.
La izquierda peruana había quedado muy debilitada después de la guerra de Sendero (que se llamaba izquierdista, pero mataba más izquierdistas que derechistas), la desintegración de la Unión Soviética (que financiaba varios partidos de la izquierda peruana) y la represión de Fujimori. Los sindicatos debilitados, las universidades intervenidas, los dirigentes perseguidos, los intelectuales fugados, comprados o confinados en algunas ongs; ¿quién podría defender al pueblo?... pues solo él mismo.
La cuestión es que no existía el “pueblo” sino una sociedad muy compleja y complicada, con varias clases, grupos, nacionalidades. Y fue en esa diversidad que surgió la resistencia ante la feria que hacían las transnacionales. Desde los pueblos más alejados surgieron los davids que se enfrentaron a los goliats mineros y petroleros. Un movimiento estudiantil disperso y desarticulado fue la principal fuerza que se tumbó al fujimorismo y su dictadura-legal. Un estallido desordenado frenó las privatizaciones en Arequipa el 2003, otro con más llanto y más sangre derramada frenó la privatización de la Amazonía en Bagua el 2009. Los pueblos se hicieron conocidos en los momentos de pelea: Moquegua, Canchis, Andahuaylas, La Convención, Espinar, Carabaya, los aymaras, Azángaro, Islay, Tacna, Conococha, Cañaris, Cajamarca, Celendín, Huancabamba, los ashánincas, los awajun, etc.
Es que la historia se escribe arriba, pero se hace abajo.
En Perú aún existe la tendencia de seguir creyéndoles a los mandones, aun sabiendo que esto es perjudicial para los mandados. Nos dicen que no estamos oprimidos, sino excluidos, que lo que necesitamos es que nos incluyan, que nos hagan parte de su gran fiesta, aunque seamos solo los mozos o guachimanes de dicha celebración. ¿Y qué celebran en esa fiesta? Nada menos que la destrucción de la naturaleza, la alienación de la gente y el consumismo descarado. Como decía un típico pensador del Perú chicha: “sufre peruano, sufre”.
Esa tendencia hace pensar que se puede cambiar las cosas siguiendo las reglas del sistema, con partidos, elecciones, proyectos, acceso a medios, y varias mentirillas que continúan controlando nuestras mentes. Y aunque muchos repiten que la constitución hay que cambiarla, por neoliberal y espuria, la pregunta es ¿quién la cambia? Sí, adivinaron, la respuesta es: los mismos políticos de siempre (quizá con rostros y nombres nuevos, pero políticos al fin)

Entonces, aun cambiando la constitución, existe la posibilidad de que la nueva siga siendo mala (aunque ya no espuria), siga favoreciendo a los de siempre y perjudicándonos a los oprimidos-excluidos-mentidos. Quizá suene utópico, pero habría que cambiarla desde abajo, hacer nuestras propias leyes así como algunos pueblos hicieron sus propias consultas sin esperar la consulta del gobierno (que nunca llegó). Para que 20 años después, mientras ellos celebren sus constituciones, nosotros ya tengamos las propias nuestras, autónomas, libres y múltiples.

domingo, 13 de julio de 2014

La revolución sagrada y el bicentenario del Cusco

Hubo un tiempo en que se rebelaron los mestizos, los indígenas, los sacerdotes, las mujeres, los caciques del sur andino. Las proclamas y las batallas recorrieron seis intendencias, con sus púlpitos, sus aulas y sus campos de batallas. Hubo un tiempo que la palabra “patria” sonaba casi lo mismo que ahora suena “terrorismo”. Esa fue la revolución del Cusco, la revolución en que “Dios puso las manos”.

De cómo Dios se rebeló en el  Cusco de 1814

Con la promulgación de la Constitución de Cádiz en España en 1812, las colonias vivieron nuevas revueltas y rebeliones contra el absolutismo que entonces dominaba el imperio español. En 1813 ese conflicto llegó también a la ciudad del Cusco, cabecera de la intendencia del mismo nombre y sede de la audiencia del sur peruano. Celebradas las primeras elecciones del cabildo, tal como establecía la Constitución, las ideas constitucionalistas fueron ganando terreno a la vez que el recuerdo de la revolución de Tupac Amaru inquietaba al bando conservador de la ciudad.
El descontento había crecido a medida que el gobierno se ponía más duro. A los caciques les disgustaba que ahora muchos mestizos y criollos asumían ese cargo antes reservado sólo para los indios nobles. Ellos, que habían ayudado a derrotar a Tupac Amaru, ahora se sentían poco a poco abandonados por el gobierno. Los indígenas sufrían cada vez más impuestos, colmando su paciencia. Los mestizos y criollos también se quejaban de los impuestos. En ese panorama era lógico que las ideas constitucionalistas crecieran, pero fueron otras ideas las que llevarían a todos estos sectores a unirse en una gran rebelión.
Durante varios años, José Pérez Armendáriz había difundido ideas rebeldes que se inspiraban nada menos que en la Biblia, desde las aulas de la Universidad de San Antonio, donde ocupó el rectorado, pero mayormente desde que llegó a ser Obispo del Cusco en 1806. Con el estallido de la revolución el 3 de agosto, varios sacerdotes estarán presentes en la dirección del movimiento, cada campaña militar será acompañada por un capellán y luego de la derrota, los indígenas rebeldes serán dirigidos por el cura Ildefonso Muñecas en el Umasuyu[1].
El capitán general de la lucha, José Angulo, se preocupará de enviar curas tanto como jefes militares a todas las provincias. Antes que los militares, el padre Vicente Centeno llega a Andahuaylas a anunciar la llegada de la libertad, el cura Juan Angulo abandonó su curato de Lares para acompañar a sus hermanos en la dirección del movimiento, mientras el cura Carrascón pronunciaba fuertes discursos a favor de la “patria”. El mismo obispo Pérez Armendáriz bendice la nueva bandera azul y blanca en la Catedral del Cusco.
Los rebeldes estaban convencidos que rebelarse era su deber cristiano, luego de que Vicente Angulo y Mateo Pumacahua toman Arequipa el 10 de octubre, Pérez Armendáriz proclamó que “Dios sobre las causas que protege pone una mano; pero en favor de la proclamada por el Cuzco ha puesto las dos”. Todos estos hechos han sido bien explicados por el libro de Aparicio Vega, lo que nos interesa aquí es ver que no es algo específico del Cusco solamente, por esos años ya se habían revelado el cura Hidalgo en México y el Obispo Cueva de Quito. Pero volviendo a nuestra historia, fuera de Cusco, otros tantos sacerdotes se unen a la rebelión, como Sahuaraura en Aymaraes o Arce en Arequipa, quien exige que se proclame de una vez la independencia.

Una revolución cristiana

¿Cuál era el pensamiento de Pérez Armendáriz?, no precisamente el pensamiento ilustrado. Había sido rector de la Universidad y ayudante del Obispo durante los complicados años previos y posteriores a la revolución indígena de 1780, contemplando la terrible represión de esos años. Pero no participó en conspiraciones ni revueltas hasta estar próximo a los 90 años y ya siendo obispo del Cusco.
Un interesante folleto de Pablo Ojeda nos explica la vida de este personaje desde el aspecto espiritual. Pérez Armendáriz era un cristiano que quería cumplir con las enseñanzas de Cristo en toda su magnitud, repartiendo todas sus riquezas a los pobres y viviendo modestamente. Sentía que debía proteger a los más humillados y oprimidos por el sistema, será llamado “indio” por sus enemigos, dada su identificación con los indígenas, los más explotados de estas tierras. ¿Un antecedente de la teología de la liberación? Quien sabe, lo cierto es que un buen sector de la iglesia de ese entonces decidió tomar el camino que consideraban más coherente con los principios cristianos y apoyará la rebelión con todo su espíritu.
El otro sector de la iglesia se encargaría de contrarrestar la revolución desde los púlpitos, el obispo Encinas de Arequipa predicaba contra los alzados con la misma fuerza que Pérez lo hacía a favor de los mismos. El clero “realista” donará dinero a favor de las tropas reales y apoyará directamente la persecución a los rebeldes, cuando estos ya sean vencidos militarmente.
A pesar de la derrota militar de la revolución en marzo de 1815, Pérez Armendáriz no podrá ser removido de su cargo como pretendían los realistas vencedores, debido al gran respaldo que este sacerdote mantendrá en el pueblo. Vivirá acosado sus últimos años (murió en 1819), quizás pensando que el martirio de los revolucionarios era un precio a pagar similar al de Cristo en la cruz.
Si recordamos que al menos un sector de la iglesia llegó a tener tanto poder que preocupó a la corona, hasta que terminaron expulsando a los jesuitas en 1767; no sería raro que dentro de la iglesia siguieran existiendo sectores que veían al poder político como una traba para el cristianismo. Los jesuitas habían construido prácticamente gobiernos autónomos en varias de sus misiones durante los siglos XVII y XVIII, algo similar podría haber impulsado a los curas patriotas de 1814 a enfrentarse directamente al poder español. La religiosidad católica es lo central en las proclamas y ceremonias de la revolución, más que el independentismo que aparece apenas mencionado por algunos.
La revolución quería solucionar injusticias sociales y políticas inmediatas, tal vez el clero patriota quería construir una sociedad donde el poder de la religión controlase al poder político, inspirados en un cristianismo que enfrente las injusticias. La libertad se veía más en el espíritu que en la forma de gobierno.

La visión de los indígenas

La “revolución de la patria” (como la llamaban sus líderes) procuró captar a las masas indígenas, lo que resultó fácil, pues el descontento indígena hizo que ellos mismos se acercaran a la rebelión, en muchos casos a su manera y con sus propias luchas. Y cuando los patriotas son vencidos, muchos de estos pueblos seguirán luchando, con sus propios caudillos.
Los Angulo lograron el apoyo del cacique de Chincheros Mateo Pumacahua, el más prestigioso entre las familias inkas del Cusco. Personaje controvertido, que contribuyó fuertemente con derrotar a Tupac Amaru y luego dirigió la represión en el Alto Perú, llegando a ser nombrado Brigadier y dirigir la Audiencia de Cusco por un breve lapso en 1813. No será el único cacique realista que apoya la rebelión, varios de estos indios nobles estaban descontentos con el trato que recibían del virreinato, no pretendían rebelarse contra el Rey pero sí contra las malas autoridades. Marcos Garcés Chillitupa encabezó a los 24 electores de las familias inkas en la campaña para vencer la contrarevolución de Tinta a principios de 1815.
La participación de los indios “del común” se volverá más entusiasta, el caso del danzante Jacinto Layme de Ocongate muestra características interesantes (Cahil 1988). Desconfiando de los criollos de Ocongate, los hostiga y estos terminan enfrentándolo, José Angulo lo hace apresar para no permitir conflictos internos dentro del bando patriota, Layme le advierte que los criollos lo iban a traicionar. Luego de la derrota logra huir y unirse a los rebeldes que quedaban en los pueblos, volviendo a atacar Ocongate luego de participar en los ataques a Marcapata. Todas estas luchas estarán lideradas, coordinadamente o simbólicamente por el cura Ildefonso Muñecas, que controlará el altiplano varios meses.
Caídos uno a uno los caudillos indios, Muñecas resistirá en Larecaja y en agosto de 1815 decretará la abolición del tributo, lo que impulsará que muchos indígenas sigan luchando.  Muñecas, el cura de la catedral del Cusco, amigo del Obispo Pérez y los Angulo, terminará convirtiéndose en jefe militar, uniéndose al indígena leko Santos Pariamo y resistiendo hasta febrero de 1816[2].
En el otro escenario de la guerra, los rebeldes deberán abandonar Huamanga ante un fuerte ejército llegado de Lima que los derrota en Huanta. Pero desde Andahuaylas, dos veces reconstruirán su ejército y dos veces más serán vencidos. Gabriel Béjar y Hurtado de Mendoza realizan esta heroica lucha mientras las tropas de Ramírez derrotaban a Pumacahua y Vicente Angulo en Umachiri. Solo la traición de “Pukatoro” permitirá capturar a los líderes.
Huamanga había sido tomada sin batalla, por acción de las mujeres del pueblo lideradas por Ventura “Qalamaki”[3] que impidió a los soldados atacar a los patriotas. Luego, Lircay y otros pueblos se irán rebelando por su cuenta, para unirse a los rebeldes de Cusco. Su principal fuerza serán los morochucos de Cangallo liderados por Basilio Auqui, que luego de la derrota seguirán luchando por cinco años. Curiosamente, el principal enemigo que los patriotas tendrán en Huanta serán los indígenas iquichanos que años más tarde, lucharán contra la república, extrañando los “tiempos del Rey”[4].

Una guerra mágica

El aspecto religioso no deja de estar presente, pero en el campo indígena esta religiosidad católica se combina con las creencias ancestrales. Se dice que la esposa de Jacinto Layme era “hechicera”, en Huancavelica Gregorio Funes proclamará el retorno del caudillo argentino Castelli, a quien llamaban “inka”. En aymaraes una rebelión estallará nuevamente en 1818, con un peregrino del santuario de Cocharcas que retornó a su pueblo para liderar la protesta. En Azángaro, en 1818 y 1819 Bernardino Tapia será ejecutado por incitar la rebelión, afirmando que José Angulo, Pumacahua y Muñecas no habían muerto[5].
El vencedor de Umachiri, el general Juan Ramírez había aplicado una represión severa, ejecutando a cada uno de cinco prisioneros al azar, esto luego de ejecutar a los cabecillas y principales cuadros como el poeta Mariano Melgar, que hacía de auditor de guerra y fue torturado para sacarle información, sin éxito. El terror que implanta Ramírez hace que los muchos sospechosos aleguen no tener vínculos con la revolución, y sin embargo, tras acogerse al indulto del 14 de abril, habrá reuniones en que declaran abiertamente su rechazo al virrey, como el caso peculiar de Juana “la rubia” Noin (Glave 2013)[6].
En las comunidades, a pesar de la represión, seguirán los conflictos y las protestas, curiosamente en zonas relacionadas a santuarios (Qoylloriti’i en Ocongate o Cocharcas en Andahuaylas). El recuerdo de Muñecas seguirá vivo varios años, y se contarán historias mágicas sobre los líderes de la rebelión, como la historia del tesoro de Pumacahua, que el cacique había ofrecido para financiar la gesta y que estaba en una cueva que sólo él conocía (Duval).[7]
Aalgunas de estas historias orales han sido recogidas por pocos autores, sin embargo yo oí en la comunidad de Pibil (Limatambo) que cerca al río Apurimac había una mina que era de un brujo llamado José Angulo. Curiosamente, el “capitán de la patria”, antes de ser militar y rebelde, había sido minero en Tarapacá y dueño de un cañaveral junto al río Apurimac, ¿permaneció su recuerdo en esa zona, decorada por el aura de “brujo”?, no sería extraño. Dos siglos después se cuentan historias similares de rebeldes más contemporáneos, se dice que en la Convención de los años 60, Hugo Blanco no era capturado por la policía porque se convertía en animales, como un buen hechicero.
Las historias que sí se han transmitido son las anécdotas graciosas del Obispo Pérez Armendáriz, que lo presentan como un ocurrente improvisador de versos irónicos. Pero, ¿qué quieren contarnos estos relatos?, más que solo divertir, parecen ser una forma de mantener un recuerdo camuflado por la represión de esos años. Un ejemplo: dicen que Ramírez decía que el Obispo había perdido la cabeza, cierta vez este olvidaba su sombrero y cuando el general le hizo notarlo, el obispo dijo que “el que no tiene cabeza no necesita sombrero” (Palma). O esa otra anécdota del coronel Piedra que insinuaba que el obispo era indio, este dijo ir al baño y cuando le ofrecieron papel lo rechazó diciendo que como indio, usaba para limpiarse lo más indigno: la piedra (Duval).
Los relatos populares le dan al vencido la revancha del humor, el obispo acosado por sus enemigos es mostrado como un sabio que los enfrenta sólo con rimas. Pero a la vez muestran su identificación con los pobres, con los indígenas.

200 años de olvido

Así quedó el recuerdo de estos rebeldes, porque la República no quiso recordarlos, quizás fueron más perseguidos luego de muertos pues la historia de los vencedores quiso borrarlos de alguna manera. ¿Acaso no ganaron los patriotas al final en Ayacucho? Sí y no. Varios de los que vencieron a los Angulo o a Muñecas luego serían importantes autoridades republicanas: Agustín Gamarra llegó a ser presidente del Perú dos veces, el cruel Pío Tristán fue presidente del fugaz Estado Sud Peruano, Juan Tomás Moscoso[8] llegó a Constituyente… la lista continúa.
Los criollos limeños y realistas vencieron a los curas e indios rebeldes de Cusco, Puno, La Paz, Arequipa y Huamanga. Luego, estos criollos apoyarán a los libertadores extranjeros, cuando ya no les quedaba otra; y construirán una república criolla centralizada en Lima. 100 años después Eguiguren rescató del olvido a (casi) todos los rebeldes de aquella gesta[9], pero la historia oficial los mantuvo relegados. Cuando se publicó el libro “el clero patriota en la revolución del Cusco de 1814” (Aparicio), estaba en auge el marxismo, reivindicar curas rebeldes en vez de hablar de lucha de clases era algo así como “pequeño burgués”. Como muchos, en la escuela yo oí algo de la “rebelión de Pumacahua”, en la que se hablaba de un cacique y un poeta (el gran Melgar) derrotados en Umachiri.
La trascendencia histórica de esa revolución es incuestionable, abarcó una gran extensión territorial e involucró a muchos sectores sociales de su tiempo. No es nada haber reconstruido tres veces el ejército rebelde de Andahuaylas. O las largas luchas que indígenas y mestizos sostuvieron en las provincias altas de Cusco, el norte de Puno y el oriente del Titicaca, bajo el liderazgo carismático del cura Muñecas. O las revueltas independientes de Huancavelica y Huamanga en el marco de la guerra, y  las que continuaron en Andahuaylas, Aymaraes o Azángaro en años posteriores. O la decidida participación de mujeres como Qalamaki, Noin, Juariste, Gonzueta o Manzaneda.
Pero como la historia siempre se ve desde los ojos del presente, los Estados modernos olvidan esta gesta que unió al Bajo y al Alto Perú, ahora divididos en dos repúblicas. La historiografía nacionalista hace que se glorifiquen héroes fácilmente identificables con la “nación”, olvidando a los otros. Las élites criollas no consideran adecuado exaltar heroísmos indígenas y mestizos provincianos, para no exaltar los ánimos de los oprimidos del presente. La élite católica actual, dominada por el Opus Dei, nada quiere saber de curas rebeldes que nos recuerdan a los posteriores teólogos de la liberación y curas activistas. Ahora se preparan a celebrar su bicentenario en 1821, y esperan que nosotros olvidemos nuestro bicentenario el 3 de agosto de este año, el día que Cusco proclamó la libertad.
Un gran error en la historia es explicar el pasado según los requerimientos del presente. Se ubica todos los hechos anteriores a la “independencia” como una antesala de esta, olvidando lo peculiar de cada uno y su propia dinámica. Se llega al absurdo de hablar de “precursores”, sin comprender lo que realmente esas personas buscaban en su tiempo. En realidad, los patriotas de entonces no pretendían un gobierno democrático, sino un estado independiente gobernado por un inka o algo parecido (Belgrano lo propuso en Tucumán en 1816), el mismo San Martín pretenderá un Rey traído de Europa, reflejando la mentalidad criolla de rechazar lo indígena[10].
Problema mayor es el peso de la reciente guerra interna en nuestra visión de la historia. Los vencedores del presente prohíben cualquier insinuación a la violencia, así sea un recuerdo histórico[11]. Se disminuye los hechos violentos, se altera la verdad histórica, por miedo a las represalias, pero esto hace que la mirada sobre nuestro pasado sea falsa[12]. Es tiempo de recuperar nuestra historia, con todas sus contradicciones y ejemplos, en toda su complejidad y su riqueza.

BIBLIOGRAFÍA

APARICIO VEGA, Manuel Jesús
1974      El clero patriota en la rebelión de 1814. Cusco.
1974      Conspiraciones y Rebeliones en el Siglo XIX, Colección Documental de la Independencia del Perú, tomo III, volumen 7, Lima.
CAHILL, David
1988      Una visión andina: el levantamiento de Ocongatede 1815. En Histórica. Vol. XII. Nº 2. Diciembre de 1988
EGUIGUREN, Luis Antonio
1914      La revolución de 1814. Correo, Lima.
GLAVE, Luis Miguel
2013      Guerra, política y cultura en la génesis de la independencia andina, 1808-1815. En Nueva corónica 2, Julio 2013. Escuela de Historia. UNMSM
2013      Las mujeres y la revolución: dos casos en Huamanga y Cuzco durante la revolución de 1814. En Historia y Región 1, año I, Octubre 2013
MOLINA MARTÍNEZ, Miguel
2010      Presencia del clero en la Revolución Cuzqueña de 1814: ideas y actitudes de Francisco Carrascón. En Revista Complutense de Historia de América, vol. 36, Universidad de Granada, España.
OJEDA VIZCARRA, Pablo
1986      José Pérez Armendáriz, el hombre que cogió su cruz. Cusco
SALA Y VILLA, Núria
1989      Revueltas indígenas en el Perú tardocolonial. Tesis presentada a la Universidad de Barcelona, www.tesisenred.net
TAMAYO HERRERA, José
2014      La revolución de 1814 en Cusco y la primera proclama de la independencia del Perú, en “El Antoniano” 125, marzo de 2014, pp 3-22



[1] Umasuyu, la “región del agua”, es el nombre aymara del lado oriental del lago Titicaca.
[2] Finalmente fue derrotado por el cusqueño Agustín Gamarra. Muñecas fue asesinado el 7 de mayo de 1816, cuando era llevado por Tiahuanaco a Lima.
[3] Este personaje legendario solo era recordado por la memoria popular, pero Glave encuentra un dato que podría confirmar su historicidad (Glave 2013).
[4] Es un caso singular e interesante el de estos iquichanos realistas, pero que tiene mucho que ver con la ascendencia de su líder Huachaca.
[5] Todas estas revueltas han sido estudiadas por Sala y Vila (1989).
[6] Otro aspecto interesante es ver la participación femenina en la rebelión, de lo que solo existe el interesante trabajo de Glave.
[7] Actualmente se dice que la gruta de Kunkunya en Cachimayo (Anta) es el “escondite” de Pumacahua.
[8] Que había apoyado a los patriotas solo por miedo y luego fue nombrado alcalde por Ramírez.
[9] Será con los trabajos de Cahill y Salas que se conocerá a varios caudillos y rebeldes indígenas de aquellas jornadas.
[10] San Martín tuvo el respaldo de la élite criolla de Lima, a diferencia de Belgrano que se rodeaba de mestizos e indios en los andes argentinos.
[11] Los que derrotaron a Sendero y al Mrta son los mismos que implantaron la corrupción como forma de gobierno y que acusan a todos sus oponentes de ser “terroristas”. Leyes sobre “apología del terrorismo” o “negacionismo” son propias de las peores dictaduras. Y ese es el Perú actual.
[12] Una publicitada representación teatral sobre Tupac Amaru en Cusco el 2013, terminó mostrando la rebelión como un llamado a la paz, alterando los hechos históricos. Años antes (2008) un malísimo libro proponía que Tupac Amaru en realidad buscaba la democracia (absurdo histórico increíbemente premiado por el entonces INC).

jueves, 19 de junio de 2014

Los enemigos del Cusco


A los 70 años de establecido el día del Cusco (posteriormente ampliado al mes), junto a los coloridos desfiles de danzas, viejos debates retornan a las calles de esta histórica ciudad. Como si los ecos de lejanas rencillas siguieran cabalgando por sus pétreas calles. Una lectura histórica de estas discusiones podría ayudarnos a comprenderlas.

El indigenismo cusqueño: recreando una identidad

El siglo XX inició con tensiones sociales y culturales que desembocaron en un debate durante sus primeras décadas: hispanismo versus indigenismo. Se trataba de dos posiciones para explicar la negativa situación del país y las posibilidades de mejorar en el futuro. Unos consideraban que el problema del Perú era su mayoría indígena, que no permitía modernizar el país, por lo tanto la solución era modernizar a este sector a la fuerza o reemplazarlos paulatinamente, ya sea vía el mestizaje o la llegada de otros occidentales. Los indigenistas consideraban que el problema era la explotación a la que se había sometido a esta población, siendo la solución el valorizar su cultura e integrarlos a la nación en calidad de ciudadanos plenos.

El indigenismo tuvo fuerte presencia en la ciudad del Cusco, donde llegó a modelar una nueva identidad local, mestiza pero basada en su pasado inka y el componente indígena andino, como tronco de su identidad. Esto despertó fuertes cuestionamientos, acusándoseles de pasadistas. Pero cobró fuerza en la mentalidad popular local, llegando a establecer una nueva fecha para la celebración local, que dejando de lado la fundación española (con el sólido argumento que no fue tal, pues fundaron algo que ya estaba fundado), se escogió el día del indio (24 de junio) para celebrar el día del Cusco.

Esto fue en 1944, y el principal elemento de esa celebración fue la representación de la fiesta inka del Intiraymi (fiesta del sol). No fue el primer lugar en representar una fiesta antigua como base de su identidad, pues eso se ha dado en muchas poblaciones. Actualmente, muchos pueblos hacen lo mismo por todas partes de la región, el país y el continente. Junto a las fiestas, vino la difusión de expresiones artísticas andinas, creación y recreación de símbolos locales, valoración del idioma quechua, colocación de monumentos.

Un inka en la plaza, ¡qué buena raza!

En los años setenta, como antesala al bicentenario de la revolución de Tupac Amaru, se realizó un concurso para erigir un monumento al héroe indígena de 1780. La idea original era colocar el diseño ganador en la plaza principal de Cusco, pero una fuerte oposición generó un largo debate, que se solucionó creando una nueva plaza para el monumento a tan rebelde personaje. A pesar de la identidad cusqueña tan promocionada, el héroe fue desterrado de la plaza.

En 1993, el famoso alcalde Daniel Estrada mandó construir un enorme monumento al inka Pachakuteq en el óvalo que ahora lleva su nombre, y remodeló varias plazas colocando monumentos alusivos a nuestra cultura. Para esto, se reubicó las estatuas de héroes oficiales en lugares como la avenida Pardo, denominándola Alameda de los Héroes. Habían pasado veinte años desde lo de Tupac Amaru, la identidad andina estaba más fortalecida, Estrada retiró el monumento a los conquistadores Pizarro de la avenida El Sol, sin embargo, algunos intelectuales locales ofrecieron una fuerte oposición al proyecto de remodelación de la plaza principal.

Casi veinte años después, otro alcalde no tan famoso colocó sorpresivamente una estatua de un inka en la plaza principal del Cusco. Los mismos críticos de Estrada en el pasado, ahora cuestionaron este monumento, pero no solo ellos. Cuatro décadas después del destierro del Tupac Amaru, el mismo debate ocupó las conversaciones locales, solo que con otras vestimentas. Los críticos al inka en la plaza, argumentan (porque siguen argumentando) que no respeta los dictados de la UNESCO y que como fue puesta sin consultar, pues está mal (también hay supuestos artistas que dicen que la estatua es fea, pero como sabemos, de gustos y colores…). Los defensores del inka sienten que es necesario tener un símbolo propio en la plaza.

Al margen de quién y cómo lo hizo, o si la estatua no agrada a todos; se trata de una expresión de esa reconstrucción colectiva de la identidad cusqueña. Las identidades se modifican constantemente y en procesos socioculturales colectivos, a pesar de quienes quisieran seguir controlando el imaginario de la población, a pesar de los opositores por diferencias políticas o teóricas. Es por eso que la mayoría de la población respalda al “inka de la plaza”.

¿Quién decide cómo se escribe un idioma?

Entre los temas impulsados por el indigenismo, se tocó el de los idiomas nativos. En noviembre de 1953 se organizó en Cusco la Academia Mayor de la Lengua Quechua (AMLQ), encargada de promover la escritura de este idioma. En el Congreso Indigenista de La Paz en 1954, se aprobó un alfabeto para las lenguas quechua y aymara, que recogía aportes que indigenistas como Valcárcel venían realizando desde los años 20. En el mismo evento, la lingüista norteamericana Hartman propuso que estos idiomas deberían escribirse con 3 vocales en vez de las 5 que usa el alfabeto castellano, esta propuesta generó un debate que crecería con los años.

En 1975, el gobierno de Velasco Alvarado oficializó el idioma quechua y se editaron diccionarios en las principales variedades de este idioma en el Perú. Recién se logró difundir la escritura y el alfabeto de 1954 (con pequeñas modificaciones). En 1983 otro taller aprobó un nuevo alfabeto para las lenguas quechua y aymara, esta vez trivocálico. La AMLQ desconoció este alfabeto y desde entonces, trivocalistas y pentavocalistas no se ponen de acuerdo.

El trasfondo de este debate es más social y político de lo que se cree. El trivocalismo no sostiene (como algunos pretenden) que se hable con sólo 3 vocales, sino que al momento de escribir se utilice sólo las vocales A, I, U, las mismas que variarían de pronunciación en casos específicos (cercanía de la letra Q). Lo que pretenden es tener una escritura más “pura” del idioma, basada en estudios lingüísticos. Esta propuesta pretende crear una escritura general para todas las variantes del quechua, y pretenden “normalizarla”, es decir imponerla desde espacios gubernamentales y ongs (varias de estas instituciones vienen publicando con estas normas desde aquellos años).

El principal opositor al trivocalismo es la AMLQ, argumentando que se usen las 5 vocales, porque “así ha sido siempre”, exigiendo una escritura diferenciada para cada variedad dialectal del quechua. Los pentavocalistas son acusados de no ser especialistas en lingüística y demás ciencias modernas del lenguaje, además se les minimiza por ser bilingües y mestizos. Pero curiosamente el trivocalismo ha sido formulado por gringos y académicos, claro que secundados por indígenas letrados que prefieren unirse a los “lingüistas” antes que a los mestizos.

Este debate sólo ha contribuido a dificultar la difusión del quechua, quizás porque esa fue su intención original. Al margen de mayores sustentaciones de ambas partes, nuevamente se trata un debate de identidades. Se está negando el trabajo que andinos bilingües ya venían realizando hace décadas, porque no son “especialistas”. Negándoles así su derecho a decidir la escritura del idioma que también es suyo. Los trivocalistas pretenden que sólo los indígenas monolingües tienen este derecho, pero como estos no escriben, entonces los académicos les indicarán cómo escribir. Es la misma idea de civilizar a los indígenas, curiosamente promovida por “gringos” y lamentablemente seguida por indígenas educados por entidades financiadas por gringos. También podría esconder el odio al recuerdo de Velasco (sentimiento de herencia gamonal) por ser este quien oficializó el alfabeto pentavocálico. 

Nada de cultura viva, el Cusco es un museo

Desde los años 70 se implementaron desfiles escolares de danzas como parte de los festejos del Cusco, ahora eso se ha extendido a muchos lugares y en la ciudad “imperial” hay desfiles de universidades y otras instituciones. Las generaciones actuales han crecido reconociendo su identidad gracias a estas actividades, sin embargo hay críticos desde el mismo Cusco, que consideran negativo este modo de celebración.

Nuevamente algunos académicos, los “sabelotodos” modernos, plantean que al representar estas danzas en pasacalles, escenarios y concursos, se está alterando su función, sacándola de contexto y hasta llegan a decir, que la ciudad las está “expropiando” a las comunidades, de donde son originarias. Otra vez se comete el error de considerar la cultura como algo estático y segmentado, no toman en cuenta que muchos de los danzantes urbanos son hijos o nietos de comuneros. Es lógico que al llevar estas danzas a colegios urbanos, estas se alteren un poco, porque se hallan en un contexto diferente, y es un absurdo pedir que la población urbana no baile estas danzas, “porque las distorsiona”.

En el fondo parecen buscar que los cusqueños no usen elementos rurales, comunales y andinos en su celebración. ¿Qué bailaríamos entonces? Es la misma actitud que hemos visto líneas arriba: sujetos “intelectuales”, “académicos” y por ende “modernos” cuestionan la identidad cusqueña que se sigue construyendo colectivamente. Tal parece que las élites culturales dominantes del país, es decir “los criollos de arriba”, al no poder contener el desborde cultural andino, pretenden controlarlo, regularlo, “normarlo”, para seguir dominando a los andinos. Es pues una actitud colonial que se expresa a través de los sacerdotes de la civilización dominante: los académicos (que cumplen el rol que antes cumplían los curas). Aclaremos que entre los académicos también hay quienes se ubican junto a los pueblos y cuestionan la estructura dominante, lo malo es que muchos otros que en teoría defienden lo “nuestro”, terminan asumiendo estas actitudes coloniales.


Felizmente la cultura es fuerte, los waynas y las sipas del Cusco siguen bailando las danzas de las montañas, el inka sigue en la plaza, se sigue escribiendo en quechua, con todas sus vocales y sus variedades dialectales. Pero esta fuerza -como cualquier otra- podría ser doblegada, si es que no tomamos conciencia de esta nueva extirpación de idolatrías, y le hacemos frente.

sábado, 14 de junio de 2014

El pececito y la libertad



Yo tengo un lindo pececito,
Con burbujas en la boca,
Más parece un submarino,
Que sube y se aloca,
Por salir de la pecera.

Yo quise darle libertad
Y lo saque al sol
Para que se caliente
Su cuerpito tornasol,
Pero mi mamita me reprendió.

¿Por qué dejar al pececito
Encerrado en una pecera?
Yo no comprendo a los mayores
Aplauden a los carceleros
Y reprenden a los libertadores.

El maestro Germán Bausch Bedoya para su libro de literatura infantil
La ciudad de un pequeño corazón (2000).

Un poema para enseñarle la libertad a los niños, o más bien para que ellos nos la enseñen a nosotros. Tomé este poema del blog Ese pequeño salvaje, no hay mucho material publicado en internet de el que fue el mejor poeta cusqueño hasta su fallecimiento el pasado martes 9 de junio. Es necesario difundir su obra, tanto su prolífica producción para niños, sus textos humorísticos y sus profundos poemas.

jueves, 5 de junio de 2014

Martha Monse

(en respuesta al artículo “Tupac Mouse” de Martha Meier

Leí este artículo de El Comercio que pretendía ser un comentario sobre las palabras del presidente Ollanta. Manteniendo el estilo de ese periódico, no habla nada de lo que pretendía, sino que se va por un detalle muy superficial de las palabras de Ollanta.

Pero para mantener el estilo de ese diario, aprovecha ese detalle insignificante para soltar un montón de comentarios desatinados sobre nuestra historia y varios símbolos históricos.

Para comenzar compara los íconos del “Che” y “Tupac Amaru” con el ratón Mickey de Walt Disney. Probando su bajísimo nivel cultural, la señora Meier no ha encontrado un mejor símbolo de la sociedad capitalista que las caricaturas que la divertían cuando niña, o cuanto goyita siga siendo. No sabrá que para comparar dos elementos estos deben ser similares, por decir: papa con olluco, no así papa con ratas, ni olluco con lapiceros. Veamos, las imágenes del “Che” y “Tupac Amaru” son comparables con George Washington, algún papa famoso o Jesucristo (salvando las diferencias), en tanto se tratan de personajes históricos. Mickey Mouse sería comparable a Condorito o Mafalda (salvando las distancias, que en este caso son más), en tanto son personajes ficticios de caricaturas.

Unas aclaraciones históricas: Tupac Amaru no era mestizo ni mucho menso criollo, era un cacique indígena. No era un “adinerado” comerciante, más bien pertenecía a algo así como la clase media de su época, un arriero de esos años era como un transportista de ahora, con el agravante de que en esos años podías tener mucho dinero pero si eras indio no ascendías en la escala social. Cosas que una Miro Quesada como la Meier difícilmente entendería.  Lo otro, el “Che” no fue delatado por Castro, esa es una sospecha que nunca llegó a probarse. Si uno cita una sospecha, debe aclarar que es una sospecha. Por ejemplo, yo sospecho que la línea editorial de El Comercio es dictada por lobys mineros, pero no puedo afirmarlo hasta conseguir pruebas. Otro aclare más: Black Panther no fue un grupo terrorista, como tampoco lo fue el Movimiento Tupamaru de Uruguay, y el mismo MRTA es comúnmente metido en el mismo saco que Sendero Luminoso, sin hacer un análisis más completo; ya sé que la derecha llama terrorista a todo el que se rebela violentamente, pero para ser justos, terroristas serían también Washington, San Martín, Piérola y tantos otros (sería bueno que leyesen un poco de historia antes de opinar sobre subversiones y subversivos)


La aprendiz de escribidora quiere hacer una ironía: “Disney lo hubiera llamado Túpac Mouse y hoy, probablemente, sería el héroe de la era de la comunicación”. No señora, si Disney hubiera querido un personaje así lo hubiera hecho, podía coger algún héroe indígena como Jerónimo, pero no lo hizo porque Disney era como El Comercio es hoy en día: completamente parcializado, sectario y obstinado. Este texto muestra la tremenda ignorancia de quienes controlan los medios de comunicación en el Perú, antes que “Tupac Mouse” yo lo llamaría “Texto Monse”, aunque suena mejor con el nombre de la autora (una Martha más al tigre).

domingo, 11 de mayo de 2014

Si Cusco crece, ¿porqué la protesta también?

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Según el Instituto Peruano de Economía, Cusco es la región con mayor crecimiento económico en el país, algunos llegan a decir que incluso es mayor que China, pero esto ya es una exageración simplista, pues no se puede comparar por igual a una región con un Estado gigante (sino luego aparecerá algún pueblo pequeño que tenga mayor crecimiento que todas las naciones desarrolladas juntas y se terminará relativizando la economía a un nivel extremo).
Las estadísticas indican que la economía cusqueña ha mejorado a partir de las industrias extractivas relacionadas directamente a la explotación del gas de Camisea y la minería, principalmente en la provincia de Espinar. El crecimiento también se debería al turismo desarrollado principalmente en la ciudad de Cusco y el valle del Willkamayu.
Sin embargo, Cusco también es una de las regiones donde la población tiene fuertes críticas al modelo económico y donde en los últimos años se han producido varios conflictos sociales contra las industrias extractivas. El descontento social es similar al de otras regiones con menor crecimiento: protestas periódicas de distintos sectores, partidos políticos que usan discursos críticos al capitalismo para ganar adeptos, etc. Entre 2008 y 2012 (el periodo medido como de mayor crecimiento) se produjeron convulsiones sociales en algunas provincias que pronto contagiaron a toda la región, curiosamente estas se dieron en zonas de enclaves extractivistas (Espinar, La Convención) y en la misma urbe turística (el masivo paro de 2008). En el caso de Espinar uno de sus dos conflictos es el reclamo contra la empresa minera de Tintaya-Antapaccay (la más importante del rubro minería y que aporta casi todo el canon minero en Cusco).
Se supone que en una sociedad con bienestar creciente, automáticamente disminuye el descontento o por lo menos la protesta social. ¿Cómo se explica ese descontento social ante un panorama supuestamente de desarrollo creciente? Ensayemos algunas opciones como posible respuesta:
a) La existencia de un discurso ideológico anticapitalista. Dicen que los "izquierdistas" influyen en la opinión pública para hacer crecer el descontento, pero la izquierda local tiene muy poca incidencia en la opinión pública, mayormente por los propios errores de la izquierda partidaria. El discurso neoliberal oficial tiene mayores posibilidades de incidir en la opinión pública a través de los medios de comunicación y discursos oficiales, incluso las principales centrales sindicales cusqueñas (FDTC) tiene un discurso desarrollista (piden aeropuerto y gasoducto como principales demandas).
b) Existe una tradición protestona en el Cusco. El rol que la izquierda cumplió en el siglo XX habría generado una costumbre de oponerse al sistema y protestar por cualquier motivo. De ser así, en Cusco no hubiera habido tanto apoyo al fujimorismo en los primeros años de su gobierno; la ciudad del Cusco es menos protestona que otras del país, el descontento y las protestas han ido creciendo en el mismo periodo reciente en que crecía la economía local. Además, por más que exista el recuerdo del "Cusco rojo" o de Tupac Amaru, la gente no es tan tonta como para actuar contra la realidad supuestamente próspera (en muchos casos arriesgando su vida).
c) Ongs o entidades externas que financian estas protestas. Curiosamente la mayoría de ONGs locales promueven más bien el diálogo y la búsqueda de inclusión antes que la protesta, la presencia de "chavistas" u otros "intervencionismos" es casi nula en el Cusco. Las protestas más fuertes se han dado donde las dirigencias rechazan la participación de ONGs o entidades externas (el caso Canchis es un buen ejemplo).
d) La gente no comprende todavía los beneficios del sistema, quiere una mejora inmediata. Esto es subestimar a la población, en las protestas participan los más lúcidos profesionales locales y comunidades de una sabiduría ancestral reconocida y admirada en todo el mundo. Hace 20 años había más malestar económico pero menos protestas, la gente esperó lo suficiente que llegara ese bienestar prometido por el sistema, dicen que ahora llegó, pero un gran sector de la población no lo cree así.
e) La corrupción. En ese caso las protestas estarían dirigidas contra las autoridades y funcionarios corruptos, si bien existen este tipo de protestas, las más fuertes y numerosas son dirigidas contra el modelo extractivista.
f) Las formas de medir el desarrollo (como el PBI) funcionan mal. Si el descontento no obedece a la influencia de izquierdistas, la historia, el financiamiento de nadie, la ignorancia de los cusqueños ni la creciente corrupción; queda otra explicación: que las mediciones económicas están mal elaboradas. A nivel mundial, cada vez hay más especialistas que cuestionan la cadena económica de crecimiento-desarrollo-bienestar, el PBI como método para medir esto es francamente arcaico y parcializado. Las estadísticas pueden decir que mejoramos, pero en la realidad no lo vemos, esto genera otra cadena: frustración-descontento-protesta.
Cualquier cusqueño sabe que en Puno se mueve más dinero, pero como ahí la economía es más informal no figura en las estadísticas. Nos consta que a Cusco entran grandes cantidades de dinero por el turismo, pero estas se quedan en los bolsillos de las empresas transnacionales que controlan el turismo local. El canon minero, pero sobre todo el gasífero, ha aumentado el presupuesto de gobiernos locales y regionales, lo que ha generado más obras (incluyendo estadios, coliseos, monumentos) pero no mayor bienestar. Ahora, la expresión generalizada en el Cusco ante la noticia de nuestro "exitoso crecimiento económico" es la cólera, la palabra "mentira" recorre nuestras calles como un fantasma... Nuevamente, las propias acciones de los grupos de poner generan más descontento social. Ahora ya no les creemos, por más que pretendan enredarnos con cifras y con datos, sabemos que nos mienten. Miramos la realidad antes que cualquier noticia, y la forma en que nos subestiman, francemente nos ofende.

                                            Roberto Ojeda Escalante, qosqoruna. 











domingo, 16 de marzo de 2014

De cómo la TV promueve el bullying y la discriminación: caso "Paisana Jacinta"

Hace varios meses un amigo me contó una dramática historia de bullying en un colegio rural. Se trataba de una niña que asistía a clases desde una comunidad lejana, la pequeña llegaba al colegio de la capital del distrito con su traje típico y dos orgullosas trenzas en su cabello. La capital del distrito era y es uno de esos poblados andinos, donde el quechua convive y compite con el castellano cotidianamente, donde la mayoría de los pobladores son agricultores, bailan wayno y comen mote; pero donde lamentablemente ya se ven los estragos que genera la televisión.

No faltó el palomilla que ponía apodos a sus compañeros, identificándolos con algún personaje de la televisión, así que la niña de trenzas y ropa tradicional recibió el apodo de "Paisana Jacinta". La niña no le daba mayor importancia porque no entendía el significado real de ese apodo, hasta que cierta vez le mostraron la imagen de la "Paisana" diciéndole: "eso eres tú". Al día siguiente la niña se cortó las trenzas y dejó de usar su ropa típica, el padre de la niña llegó al colegio a pedir explicación de porqué de un momento a otro, su hija ya no quería vestir su ropa y se cortó el cabello. Nadie supo darle explicación en la institución educativa.

Cuando oí esta historia sucedida en los años 90, comprendí que se trataba de un caso de bullying generado por un programa televisivo. Imaginen si esto sucedió en un colegio rural, ¿cuántos casos similares se habrán dado en colegios más urbanos, donde de por sí hay discriminación a los migrantes provincianos?

Lamentablemente, ese programa ha vuelto a emitirse y ahora con nuevos capítulos, que inciden en lo mismo. Creo que no es tarde para frenar esta agresión simbólica, estamos a tiempo para evitar más casos de bullying discriminador entre nuestros niños y niñas, estamos a tiempo de hacer que la dignidad andina, serrana, pueda silenciar de una vez por todas este nocivo programa. Quizás ayude contar casos como el que he relatado, quizás ayude pronunciarnos desde toda nuestra serranía.

jueves, 20 de febrero de 2014