lunes, 25 de agosto de 2014

lunes, 18 de agosto de 2014

domingo, 10 de agosto de 2014

20 años espurios

El 31 de octubre de 1993 un referendo muy cuestionado y con un estrecho margen (con indicios de fraude), aprobó la nueva Constitución Política del Perú. El documento fue confeccionado para legalizar las reformas neoliberales que pusieron al Estado en gran remate y abrieron todas las puertas del país a los inversionistas, para que estos hicieran sus grandes negocios, que aún continúan.
Por su origen, la Constitución fue calificada de “espuria”, una palabrita elegante que significa ilegítima, fraudulenta, adulterada; pero como a los intelectones les gusta usar palabritas especiales, pues usaron “espuria”. Mas, ¡oh sorpresa!, la población no hiso mayor escándalo por el hecho y aceptaron la nueva “carta magna” (otra denominación que suelen dar a las constituciones). Y bueno, si nunca una Constitución había funcionado realmente, el pueblo no le dio mayor importancia a sus modificaciones, muchos porque aún confiaban en “el chinito” que pisoteaba los derechos de todos, pero igual parecía buenito porque en cada viaje se ponía la ropa típica del lugar que visitaba.
Los años pasaron, la enorme corrupción del gobierno generó protestas enormes, que terminaron con “el chinito” firmando su renuncia por fax el año 2000. Caído el régimen se suponía que se modificaría la Constitución pero lo único que hicieron fue borrar la firma de Fujimori en el documento y todo lo demás se mantuvo igual. Espuria y todo, la Constitución del 93 siguió rigiendo los destinos del país. Al final la democracia resultó muy similar a la dictadura y quizás por eso el fujimorismo sigue presente en la hedionda política peruana, a la que ellos contribuyen a hediondar más.
La reflexión es la siguiente: si la constitución es la “mama Ley”, el documento que rige todo el sistema de un país, y en este caso tenemos una constitución espuria, entonces, nuestra democracia ¿también es espuria?
20 años de privatizaciones, recortes laborales, más centralismo, marginación de la educación, embrutecimiento a través de los medios de comunicación, diarios chicha, Lauras, Magalys… en fin. Los sucesores de Fujimori dicen ser democráticos pero hacen lo mismo que aquel: favorecer a las empresas transnacionales a cualquier precio, reprimir a los que critican, criminalizar a quienes protestan, corromper a los más posibles, y mentir, sobre todo mentir. “No shock” dijo el chino condenado, “no TLC” dijo el cholo de Harvard, “no TLC” repitió el panzón, “gran transformación” dijo cosito.
La característica principal de las democracias de ahora es la mentira. Antes, los liberales decían que siguiendo su camino, todos progresaríamos, explicándolo con citas económicas, filosóficas, sociológicas. Los comunistas decían que siguiendo su camino llegaríamos al socialismo, al bienestar común, explicándolo también con citas económicas, filosóficas, sociológicas. Hoy ya no, basta decirle al pueblo lo que quiere oír y una vez en el gobierno decirle que no es posible. La justificación ya no es necesaria, simplemente lo hacen así porque así tiene que ser, el cinismo lo calla todo.
Pero estos 20 años también han tenido otra historia abajo, en los múltiples países que conforman esa mentira llamada “Perú”.
La izquierda peruana había quedado muy debilitada después de la guerra de Sendero (que se llamaba izquierdista, pero mataba más izquierdistas que derechistas), la desintegración de la Unión Soviética (que financiaba varios partidos de la izquierda peruana) y la represión de Fujimori. Los sindicatos debilitados, las universidades intervenidas, los dirigentes perseguidos, los intelectuales fugados, comprados o confinados en algunas ongs; ¿quién podría defender al pueblo?... pues solo él mismo.
La cuestión es que no existía el “pueblo” sino una sociedad muy compleja y complicada, con varias clases, grupos, nacionalidades. Y fue en esa diversidad que surgió la resistencia ante la feria que hacían las transnacionales. Desde los pueblos más alejados surgieron los davids que se enfrentaron a los goliats mineros y petroleros. Un movimiento estudiantil disperso y desarticulado fue la principal fuerza que se tumbó al fujimorismo y su dictadura-legal. Un estallido desordenado frenó las privatizaciones en Arequipa el 2003, otro con más llanto y más sangre derramada frenó la privatización de la Amazonía en Bagua el 2009. Los pueblos se hicieron conocidos en los momentos de pelea: Moquegua, Canchis, Andahuaylas, La Convención, Espinar, Carabaya, los aymaras, Azángaro, Islay, Tacna, Conococha, Cañaris, Cajamarca, Celendín, Huancabamba, los ashánincas, los awajun, etc.
Es que la historia se escribe arriba, pero se hace abajo.
En Perú aún existe la tendencia de seguir creyéndoles a los mandones, aun sabiendo que esto es perjudicial para los mandados. Nos dicen que no estamos oprimidos, sino excluidos, que lo que necesitamos es que nos incluyan, que nos hagan parte de su gran fiesta, aunque seamos solo los mozos o guachimanes de dicha celebración. ¿Y qué celebran en esa fiesta? Nada menos que la destrucción de la naturaleza, la alienación de la gente y el consumismo descarado. Como decía un típico pensador del Perú chicha: “sufre peruano, sufre”.
Esa tendencia hace pensar que se puede cambiar las cosas siguiendo las reglas del sistema, con partidos, elecciones, proyectos, acceso a medios, y varias mentirillas que continúan controlando nuestras mentes. Y aunque muchos repiten que la constitución hay que cambiarla, por neoliberal y espuria, la pregunta es ¿quién la cambia? Sí, adivinaron, la respuesta es: los mismos políticos de siempre (quizá con rostros y nombres nuevos, pero políticos al fin)

Entonces, aun cambiando la constitución, existe la posibilidad de que la nueva siga siendo mala (aunque ya no espuria), siga favoreciendo a los de siempre y perjudicándonos a los oprimidos-excluidos-mentidos. Quizá suene utópico, pero habría que cambiarla desde abajo, hacer nuestras propias leyes así como algunos pueblos hicieron sus propias consultas sin esperar la consulta del gobierno (que nunca llegó). Para que 20 años después, mientras ellos celebren sus constituciones, nosotros ya tengamos las propias nuestras, autónomas, libres y múltiples.