lunes, 30 de septiembre de 2019

La derechusma

En alguna de las movilizaciones contra el indulto a Fujimori, a inicios del 2018, se coreaba una consigna que decía: “El indulto es insulto”. Algún gracioso aumentaba por ahí: “del inculto”. Rápidamente salían los guardianes de lo políticamente correcto diciendo que eso no estaba bien, que no hay que ofender a la gente por ser inculta, que es un concepto discriminador y desde una mirada monocultural.
Este miedo a no ofender a los “sectores populares” no nos ayuda a comprender por qué los políticos más conservadores y cavernarios reciben alto respaldo en dichos sectores. Es una vieja tradición izquierdista considerar al “pueblo” como esencialmente bueno, que si se pasa al “lado oscuro” es por la manipulación del sistema y los medios, y por la baja educación que les da el sistema. El “pueblo” aparece como un conjunto de seres desvalidos a los que debemos salvar. Poco difiere la visión de la derecha sobre el mismo “pueblo”.
Ese “pueblo” en la realidad política más se parece al concepto de “chusma”, es decir, la masa aglutinada y exaltada por algún momento, siguiendo algún liderazgo sin reparar en la extracción de clase del líder. La población organizada, que más se parece al “pueblo” conceptual, tiende a calcular mejor sus opciones políticas y en muchos casos se inclina por posiciones antisistema. Pero la mayoría de la población no está organizada, es esta gran masa la que generalmente opta por versiones derechistas extremas.
Ese ha sido el caldo de cultivo del fujimorismo, por ejemplo. La población no privilegiada que opta por esta derecha “populachera”, no es necesariamente “lumpen”, sino una población heterogénea que comparte algunos valores propios del capitalismo contemporáneo: el desarrollo, el bienestar individual, la competitividad, el achoramiento. Por eso les importa poco la corrupción, lo ven como algo que “todos hacen”. En ese afán de sobresalir individualmente, en una sociedad que no te abre muchas puertas, aprovechan cualquier oportunidad para lograr el éxito, aun tomando caminos éticamente cuestionables. Para ellos, la ética es algo así como decir “pequeño burgués”. Su identificación con esa derecha “achorada” se fortalece en tanto la ven más parecida a ellos que las corrientes liberales e izquierdistas.
Los liberales son vistos como “pitucos”, gente privilegiada dentro del sistema, que exige respetar las leyes aún cuando las leyes son injustas. Los izquierdistas resultan peores para esta gente, porque hablan de justicia, igualdad y derechos para todos. En un mundo en que todos compiten contra todos, muchos ven esos ideales como una contradicción ante sus propias aspiraciones de superación personal. Por eso se suman al odio contra todo lo que suene izquierda o antisistema. Los derechosos de abajo han optado por lograr algo dentro de ese sistema, de cualquier modo y en cualquier grado, lo que menos se les ocurriría es pensar en cambiar dicho sistema.
No se puede decir que el fujimorismo sea ideológicamente racista o machista, gran parte de sus dirigentes han sido de múltiples orígenes étnicos y con una buena cuota de género (sus principales dirigentes y su lideresa han sido mujeres). Pero sí respaldan las jerarquías sociales de género y culturales. Consideran que está bien que las mujeres sean subalternas de los varones, sus propias dirigentes respaldan la cruzada anti igualdad de género y demás valores patriarcales. Los fujimoristas no niegan sus orígenes étnicos pero los consideran una herencia arcaica (más o menos como también piensa Vargas Llosa), saben que no llegarán a ser gringos, así que asumen la modernidad “chicha” que recoge elementos étnicos decorativos, y los inserta en el paradigma moderno neoliberal.
Algunos izquierdistas piensan que se trata de “bajar al llano”, y utilizan símbolos culturales “populares” para atraer a esa gente. Resulta lo contrario, pues su postura se ve como un maquillaje. La verdad es que no podemos “achusmarnos” para quitarle adeptos a la derecha. El debate entre ética y “exitismo” es tan necesario como entre justicia y competitividad. Los valores están en lucha y tienen que seguir estándolo, pero hay que sincerar las cosas. Nosotros queremos bienestar para todos y para lograrlo tenemos que derrotar los valores capitalistas, sabiendo que muchos (aún pobres y marginados) defienden esos valores. La lucha simbólica es el primer campo de batalla en la lucha cultural.

Durante las últimas décadas ellos han pasado a la ofensiva. Y lo han logrado gracias a los malos análisis de liberales, izquierdistas y antisistema; los análisis mayormente se limitan a lo político y social, cuando el principal campo de confrontación es el cultural. Existe un paradigma capitalista que tenemos que reemplazar por uno libertario, y esto no se logra en lo macro sin antes haberlo logrado en lo micro. Ahí está nuestra fuerza, tal vez para los ojos de los poderosos también seamos una “chusma”, pero como dicen los zapatistas, “muy otra”.

Roberto Ojeda Escalante

jueves, 19 de septiembre de 2019

La indignación no basta, ¿qué hacemos frente a las quemas?


Hace unos días quemamos en casa algunas ramas, troncos secos y pajas que teníamos guardadas para ceniza en la huerta, lo hicimos dentro de un cilindro y al terminar lo dejamos tapado. A los 2 días fui a sacar la ceniza (que yo suponía ya fría) y me  percaté que aún seguía con brasa, es más pude echar algunas pajas más y el fuego se encendió solo.
Si eso pasó en una pequeña fogata controlada y dentro de un cilindro, que podría pasar con una pequeña fogata o iluminación de promoción que se hace al aire libre en una montaña y que se deja abandonada pensando que ya está apagada. Aún más graves son los incendios provocados sea por roces, traficantes de terrenos, monocultivos, ganadería industrial, etc.
El tiempo nos juega en contra en este contexto de crisis ambiental que los mismos humanos hemos creado producto de la ambición y consumismo desmedido, y ahora sumado con la quema constante de bosques y de diversos ecosistemas, nos está asfixiando aún más a todas y todos los seres (no sólo humanos). Y para sumar a los males, no está lloviendo, al parecer las cabañuelas nos indican que será un año con lluvias escasas (esperemos haya un error), pero ahora la tierra está seca, las plantas también y es justo en ese contexto que cualquier incendio por más pequeño que empiece se puede convertir en una catástrofe como está pasando en todo el país y en el mundo.
Y es un hecho que debería de haber una sanción, sea quien sea, que haya ocasionado un incendio, pues es un genocidio ambiental. Desde las comunidades campesinas deberían poner prohibiciones a esta actividad y ver alternativas que no hagan tanto daño a la tierra, pues si bien en los primeros años puede parecer que la tierra produce mejor se están matando los microorganismos de la tierra que son quienes le dan vida, además ese suelo podría perder su capacidad de retener humedad. De igual forma deberían haber prohibiciones con las promociones que suben a las montañas para hacer sus inscripciones con fuego, las fogatas, entre otras actividades que se tornan tan riesgosas en estos tiempos.
Al  resto de personas, aparte de indignarnos, creo que nos queda muchísimo por hacer. No sé si el tiempo sea el suficiente, pero al menos mostremos a los otros seres de la naturaleza  que hemos entendido que no somos el centro sino un ser más de un ecosistema bastante diverso y que requiere de todos los seres para poder sobrevivir. Esbozo algunas ideas pero de hecho deben haber muchísimas más.
-          Concientizar en donde estemos de todo el daño que se produce con la quema de bosques, que son pérdidas de vidas que no se recuperan y tampoco se regeneraran en muchísimo tiempo. Son formas de vida que necesitamos para seguir conviviendo y existiendo en todo un ecosistema.
-          Apoyemos a quienes sofocan incendios sea con alimentos, agua, dándoles un espacio para lavarse o cobijarse, abriéndole paso si estamos en auto cuando pasa la sirena.
-          Si vez o estás cerca de un incendio, y tienes las capacidades para apoyar, sin arriesgar tu vida, ¡Ayuda! No seas indiferente.
-          Plantemos árboles, cada vez son más las personas que se animan a hacerlo y eso es ¡Maravilloso! Todas y todos deberíamos hacerlo, sea en montañas, en nuestras casas, en nuestros centros de estudios o trabajo, en fin en todo lado es posible. Pero es clave hacerlo en el momento adecuado, sobre todo si son en zonas donde después no podremos cuidar los plantones, por ello debemos esperar las lluvias o ver alguna forma de riego. También es importante que usemos especies nativas, que ayuden a regenerar suelos, a conservar el agua y que sean resistentes como en la zona andina son la qeuña, kiswar, chachacomo, molle, aliso, etc. No sembremos eucalipto que absorbe el agua, dejando a los terrenos infértiles.
-          Si vives cerca de árboles, ayúdalos a resistir en este contexto de sequía, riégalos. ¡Ayuda a darles vida!
-          Regeneremos suelos, cuando se quema un bosque no sólo se dañan los árboles, flora y fauna; sino los suelos que son los que albergan millones de microorganismos que nos dan vida a todos los seres. Y esos son los microorganismos que debemos recuperar y eso lo podemos hacer empezando a hacer compost o humus, sea en nuestras casas, escuelas, y otros espacios a los que accedamos. ¡Que la materia orgánica no vaya a la basura, porque no es basura, es vida que debemos volver a los suelos!
-          Siembra plantas aromáticas, flores y otras que ayuden a cobijar y alimentar a otros seres, insectos que son las que ayudan a polinizar y a equilibrar un ecosistema como las abejas, abejorros, avispas, mariposas, aves, picaflores, entre otros.
-          Consume en biodiversidad, es decir alimentos locales y de temporada; pues muchas veces se quema para exigirle a la tierra que produzca más de los alimentos que tienen más demanda en el mercado.
-          Si conoces de alternativas que regeneren bosques o suelos, consume sus productos. Ayúdalos a seguir recuperando biodiversidad.
-          No uses agroquímicos sea en tus plantas, en maceta, huerta o chacra, porque éstos aparte de hacernos daño, matan tanto los microorganismos del suelo, como diversidad de insectos que ayudan al ecosistema.
-          Evita consumir alimentos que provengan de cultivos con agroquímicos pues estás contribuyendo a la destrucción de ecosistemas.
-          No dejes tiradas bolsas, envolturas o botellas de plástico, entre otros desperdicios en montañas o zonas descampadas porque aparte de contaminar en situaciones de incendio pueden ayudar a incrementar el fuego y hasta con un sol fuerte pueden ser detonantes de un incendio.
-          No seas cómplice, no consumas nada que venga de monocultivos o de zonas deforestadas como soya, ganadería industrial, aceite o manteca de palma, azúcar, arroz, etc.
-          No permitamos talas indiscriminadas sea en la ciudad o en zonas rurales, hagamos entrar en razón a quienes actúan así, o denunciémoslos.
-          No juguemos con fuego, en este contexto evitemos hacer fogatas en sitios de paso, roces para sembrar y toda forma de fuego, inclusive dejar colillas de cigarro; pues con el viento y sin lluvia, eso puede convertirse en un incendio mayor.

Y supongo hay muchísimas más cosas por hacer, pero todo urge, la vida de todas y todos los seres humanos y no humanos, no espera. Nuevamente las soluciones de nuevas formas de vida de convivencia con otros seres vendrán desde las acciones colectivas y cotidianas de abajo, no desde arriba.

Claudia Palomino
Canasta Solidaria Mihuna Kachun

miércoles, 18 de septiembre de 2019

El humano es un parásito

Un parásito es un tipo de organismo que obtiene la energía necesaria para vivir de otros seres, pero a diferencia de los predadores, no los caza ni elimina para alimentarse de ellos, sino que obtiene dicha energía dentro del ser parasitado, es decir que vive en él y de él. 
Puede parecer absurdo comparar a nuestra especie racional con ese tipo de seres, pero es una paradoja posible. Los humanos fuimos una especie colectora y carroñera hasta que su habilidad de razonar le permitió adquirir nuevas habilidades, su gran hazaña inicial fue el control del fuego. Pero en su larga historia, aprendió a aprovecharse de otros organismos y llegó a controlarlos, claro que para que suene bonito lo llamamos domesticación. En esencia fue un proceso por el que alteramos el modo de vida de otras especies, garantizándoles seguridad pero aprovechándonos de ellas de la misma forma que hace un parásito.
Con el tiempo, modificamos la estructura biológica misma de esos organismos, creando variedades o razas acordes a nuestras necesidades o conveniencias. A medida que invadíamos todos los ecosistemas del planeta, “nuestros” animales y plantas se multiplicaban con nosotros, quitándoles territorio y recursos a miles de otras especies que poco a poco han ido extinguiéndose.
Esta no es una disertación animalista. No sólo animales y plantas han sido nuestros proveedores de recursos, también hemos alterado los ciclos naturales y climáticos, los propios ecosistemas han sido parasitados por nuestras sociedades. El cerro Potosí es un buen ejemplo de un ataque parásito prolongado. Pero este tipo de parasitismo no es individual, son las sociedades humanas las que se hospedan en entornos que van destruyendo, tal como todo buen virus, hasta matar al organismo parasitado, para ir inmediatamente a buscar otra víctima.
En este vivir de otros seres, muchos humanos pierden salud y bienestar, pero eso no importa, porque el ser que se beneficia no es el humano, sino la sociedad, es decir el grupo social construido por esos mismos humanos. Esto ha llevado a que exista autoparasitismo en nuestra especie, surgen así las castas y clases sociales, unos viviendo del esfuerzo de otros, todo en aras del bienestar de la sociedad.
Llegados a este punto, es bueno reconocer que no todas las sociedades han parasitado a igual escala, aún hoy en día existen pueblos que siguen recolectando y cazando, la mayoría de sociedades agrícolas no destruyen su ecosistema, y el nivel de depredación es diferente entre los estados actuales. Esto significa que nos volvemos más parásitos en tanto nos creemos más “desarrollados”.
Pero el humano es a la vez racional, el único parásito que puede modificar su situación porque puede ser consciente de ella. Y vaya que lo intentamos, las rebeldías contra el capitalismo fueron y son un intento de parar la explotación entre humanos, y contra los demás seres también. La cura contra el mal provocado por el virus humano es el propio ser humano. Pero como en todo caso de parasitismo, la solución pasa por eliminar a los parásitos, esto es, a los humanos y las instituciones humanas que reproducen el parasitismo, ya sea que se niegan a abandonar ese modo de vida o porque ni se dan cuenta de lo que son. Nadie le pide permiso a un parásito para eliminarlo de su cuerpo, es solo cuestión de sobrevivencia.