lunes, 11 de enero de 2016

La herencia del “pulpinazo” y los retos del 2016

Hay momentos de gran movilización social que se convierten algo así como el acta de nacimiento de una generación, el momento “heroico” que muchos mantenemos como un recuerdo de que asumimos el reto que nos planteó la historia. Estos momentos suelen recordarse como el punto de partida o reorientación de las organizaciones y los activistas que actuaron después de dicho momento. Para otros es un recuerdo de que fueron “parte de la historia”, aunque luego no hayan seguido activando. Y claro, también existen los que estuvieron al “otro lado del río”.
Pertenezco a la generación que se formó en las luchas contra la dictadura fujimorista, que tuvo su momento culminante en la marcha de los 4 suyos en julio del 2000. Las organizaciones que surgieron en esas jornadas reconocían haber despertado luego del aletargamiento social del fin de siglo. Siendo mayormente jóvenes, sentíamos  estar “reconstruyendo la política”, pretensiones de principiantes que se incrementaron al no haber tenido apoyo más orgánico de activistas con larga experiencia. Entre las novedades que trajo este momento fue la presencia de  ideales libertarios que antes estaban casi completamente ausentes.
El año 2009, una generación nueva fue estremecida por el “Baguazo”, ese momento trágico que el gobierno aprista dejó en la Amazonía. Este hecho motivó movilizaciones en todo el país, formándose nuevas organizaciones que tenían en su agenda el tema ambiental y la defensa de los pueblos indígenas. Para este momento, muchos de los activistas de la lucha antidictadura seguían activos junto a los jóvenes del momento. El “Baguazo” fue lo más sonado de un conjunto de varios conflictos sociales que, desde las zonas rurales,  renovaron la agenda social.
El “Pulpinazo” ha sido otro de esos momentos, pero esta vez, la agenda la pusieron los jóvenes y sus propias demandas. Es importante reconocer que al igual que en los casos anteriores, esto no surgió de un día para otro, que fue producto del trabajo de organizaciones pequeñas que ya venían activando, con orientación libertaria, ecologista, feminista o indigenista; que supieron sumarse a la indignación juvenil y las reivindicaciones laborales.

Después del pulpinazo

El 18 de diciembre de 2014 una multitudinaria movilización sorprendió Lima e impresionó al resto del país, las marchas siguientes fueron creciendo en todas las ciudades peruanas. Fue el momento “heroico” de una nueva generación, con participación activa de algunos activistas mayores. Que generó organizaciones inéditas en el país, como fueron las zonas. Luego de la derogatoria de la “Ley Pulpín” se propusieron “ir por más”, pero como sucede casi siempre, el entusiasmo fue bajando y la cantidad de activistas se redujo para las jornadas siguientes.
El pulpinazo ayudó a fortalecer organizaciones específicas como el Bloque Hiphop, generó variadas iniciativas y aunque las Zonas se fueron reduciendo, continuaron activas. Se han fortalecido o surgido colectivos feministas o de diversidad sexual en varias partes del país, algunas organizaciones asumieron también la agenda ambiental y de los pueblos indígenas. Un sector de esta juventud se incorporó al proceso electoral mientras que otros se reafirman en la idea autonomista, y claro, otro buen sector ha vuelto a su vida cotidiana.
Una desventaja de esta generación es tener el proceso electoral tan cerca. A diferencia de los del año 2000, que surgieron del hartazgo a la política completamente corrompida, los de ahora pueden ver en la candidatura de Vero Mendoza una posibilidad de “renovar la política”. No podemos negar que, con toda la legitimidad que tiene esta idea, también ha contribuido al debilitamiento del activismo de los primeros meses del 2015.
El año 2000, nos resultaba imposible ver una esperanza en Toledo o los intentos de reagrupamiento de la vieja izquierda, lo que hizo que los colectivos de entonces buscáramos opciones autonomistas (recordando que éramos bastante menos de los que hay ahora). El 2009 no estuvo tan cerca a las elecciones, las organizaciones se dedicaron a consolidar sus agendas y prioridades, claro que luego varios apostaron por el Humalismo, pero esta opción siempre fue tomada con reparos por la ambigüedad que emanaba. Hoy, Vero es vista por muchos como “alguien de nosotros”, y las críticas que le hacen elementos de la “vieja izquierda” más bien contribuyen a esto. La cercanía de las elecciones fuerza a tomar una decisión, lo que hace que muchos terminen descuidando sus agendas particulares, sumándose a una campaña en la que la maquinaria derechista no da tiempo para otra cosa que no sea responderle.
El panorama venidero podría ser el menos deseable, el retorno de un gobierno fujimorista o el triunfo de alguno de sus competidores derechistas, que no son iguales pero son lo mismo. El reto ahora es, cómo organizarnos para enfrentar el peor de los escenarios posibles. Aquí la ilusión de “sembrar” una política decente no ayuda mucho, puesto que el tiempo y esfuerzo que invertirán los que participen en la campaña electoral (y por lo fea que se pondrá esta campaña demandará mucho esfuerzo), no les permitirá hacer lo otro en paralelo, o por lo menos no con la intensidad necesaria.

El panorama del 2016

El temor a un “segundo fujimorismo” es mayormente simbólico. No puede haber un segundo fujimorismo pues aún no salimos del primero. Nos han seguido gobernando con la Constitución del 93, los gobiernos “democráticos” fueron una continuación de Fujimori y si se moderaron en algunos aspectos, se debe a la presión social, no a una orientación diferente. Es más, el 2011 elegimos a Humala para evitar que Keiko hiciera todo lo que luego el mismo Humala ha hecho. No es extraño que esa candidata tenga tantos seguidores, esa gente debe pensar “si todos hacen lo mismo que el Chino, que gobierne su hija que al menos lo hará mejor”, entendiendo ese “mejor” en el sentido de más autoritario (mano firme).
Los que estamos  apostando por iniciativas autónomas ahora somos menos que hace un año, la posibilidad de contribuir al fortalecimiento del movimiento social también es ilusoria. Queda apoyar las dinámicas de las organizaciones gremiales, aunque en un contexto electoral, estas pueden ser fácilmente absorbidas por ese proceso.
Pero la historia enseña que una buena estrategia es convertir una desventaja en una ventaja. A diferencia del año 2001, hoy existen varias experiencias concretas de lucha (Valle del Tambo, Cajamarca…) y varias agendas presentes (género, LGTBI, universitaria, indígena, laboral, ambiental, soberanía alimentaria, animalista…). Además, por más que resultase electa la peor de las opciones electorales, el Perú del 2016 no es el de 1990, los movimientos sociales de ahora son completamente diferentes a los de entonces, el desarrollo privatista ya es cuestionado por importantes sectores de la población (no mayoritarios, pero con la suficiente fuerza de hacerse escuchar).
El 2016 se presenta como un desafío múltiple, ¿cómo contrarrestar el discurso desarrollista neoliberal?, ¿cómo articular agendas tan variadas?, ¿cómo construir alternativas al consumismo, la alienación, el patriarcado, el antropocentrismo? Estas interrogantes no se lanzan como dudas ni esperan tener la respuesta “uaa, no podremos hacer eso”; más bien son algunos retos visibles para el tiempo venidero. Después de todo, no descartemos la posibilidad de otra sorpresa como la del 18 de diciembre del 2014.

A manera de epílogo


Tengo un recuerdo muy vívido de la noche del 17 de setiembre del 2000, acabamos de oír el mensaje presidencial en el que Fujimori anunciaba convocar a nuevas elecciones en las que ya no participaría, su gobierno autocrático se venía abajo. Corrimos a la plaza central sin que nadie nos convocara, allí se fue juntando un manchón de gente y se armó la celebración al coro de “sí se puede”, consigna que luego fue expropiada por el Cienciano, pero que aún retumba en ese recuerdo. A diferencia de entonces, la celebración por la derogatoria de la Ley Pulpín fue más modesta. Hay harta diferencia entre la derogatoria de una ley y la caída de una dictadura, pero hallo una diferencia mayor en lo que vino después. Este grupo de activistas que celebró el 25 de enero del 2015 luego hizo mucho más de lo que aquel manchón del 2000 había hecho. Para mí, eso es una señal de esperanza.