domingo, 29 de octubre de 2017

El complejo tema de la identidad en una pregunta censal

En el reciente y cuestionado censo, la pregunta sobre autodefinición étnica ha generado confusiones, quizás porque no se ha explicado bien lo que esto significa, haciendo que muchos la entiendan como "raza" y otros como preferencia cultural o algo por el estilo
Empecemos aclarando que autoidentificación étnica no significa que cada uno decida identificarse como le de la gana, más bien es reconocer nuestra pertenencia étnica.
Se puede hacer un parangón con eso de la “conciencia de clase”. En este caso se trata de reconocer la clase en la que estamos, si somos ricos o pobres (o los matices que haya), para saber qué rol cumplimos dentro del sistema de explotación y cómo enfrentar dicho sistema. En el tema étnico es similar, se trata de reconocer de cual etnia o pertenencia cultural somos parte, para saber qué rol cumplimos dentro de un sistema de discriminación y cómo enfrentar dicho sistema.
Reconocer que somos parte de una cultura oprimida es el primer paso para enfrentar esa opresión, también nos ayudará a sentirnos parte de un colectivo, que no estamos solos. Esto nos ayudará a valorar lo nuestro, y exigir que los demás nos valoren.
Aunque términos como indio, negro, cholo, tienen un contenido peyorativo, autousarlos también es una forma de reconocer que padecemos la discriminación, pero que somos diferentes a la cultura dominante y por lo tanto tenemos nuestra propia cultura. Eso hizo Victoria Santa Cruz cuando declamaba “negra soy”, o los indianistas bolivianos que se reconocen indios más que indígenas u originarios. Cholo era muy usado como insulto pero hoy también lo es como un tipo de identidad surgida del “mestizaje”. Es cierto que la palabra indio vino de una confusión histórica y por eso hoy la mayoría prefiere usar indígena, que también tenía una carga peyorativa pero ahora tiene más de reivindicativo. También se comprende el rechazar la palabra negro por su carga racial, moreno sería el equivalente coloquial y afrodescendiente el más elaborado.
Hay una tendencia por suavizar las palabras, afro en vez de negro, mestizo en vez de cholo, originario en vez de indígena. Esta es una forma de ocultar la discriminación, de sentir que nos afectará menos, y es comprensible ante la brutalidad del racismo existente; pero coger la misma palabra peyorativa y darle un nuevo sentido es un triunfo simbólico. Es convertir el “látigo con que nos azotan” en nuestra propia arma de defensa (como dice Hugo Blanco en “Nosotros los indios”).
Esto se aplica a todos. El chino, el nikei, el criollo, el “misti” (blanco decía la cédula). En los últimos casos, es importante reconocernos como parte de una cultura que oprime y discrimina a las demás, no para cargarnos la culpa del racismo sino para saber cuál es nuestro rol en la lucha contra esos prejuicios.
Muchos blanquiñosos se identifican mestizos para no cargar con esa culpa, con ese estigma. Esto es como cuando el indio dice ser mestizo, ambos están negando una realidad. La negación es un impedimento para cambiar dicha realidad.
También se ha dado el caso de quienes han decidido identificarse como negros, quechuas, amazónicos, aymaras… como una forma de darle más presencia a estas poblaciones. Esta actitud altruista es claramente colonial. Yo digo ser indígena porque temo que los indígenas no se autoidentifiquen como tales y esto repercuta en su contra, lo hago porque en el fondo pienso que no sabrán responder correctamente. Es una lucha altruista por los otros, tipo superhéroe que salva a los desvalidos.
Pero no, los indígenas no son desvalidos ni ignorantes, ellos respondieron esta pregunta como sintieron que les sería más conveniente. Esto no hace peligrar la aplicación de la Consulta como algunos piensan, pues los derechos reconocidos por la 169 se aplican colectivamente, es decir que aunque muchos digan ser “indígenas urbanos”, no se les aplica la consulta previa a menos que mantengan sus organizaciones tradicionales o el vínculo con las mismas. Y por otra parte, para que se le niegue este u otros derechos a una comunidad determinada, tendrían que haber negado ser indígenas todos los miembros de dicha comunidad. Vemos que ese argumento altruista se cae por sí sólo, descubriendo su esqueleto colonial y racista.
El tema es pues reconocer la realidad, no maquillarla.

PD: Yo finalmente respondí quechua, porque entre las opciones existentes era la más cercana a mi procedencia, mis costumbres y cosmovisión. Pude pedir que me pusieran cholo que era mi segunda opción, pero quedó en eso, en segunda. También pude complicar a la censadora y pedir que me pusieran algo como inca o mitma, mis ancestros culturales remotos, pero no vale jugar con el tiempo de otros.

Roberto Ojeda Escalante

lunes, 23 de octubre de 2017

Las cusqueñas olvidadas

Trinidad Enríquez 
Un recorrido por la ciudad del Cusco nos muestra plazas, calles y monumentos que nos recuerdan mucho, pero que otro tanto olvidan.
Pachakuteq, Wayna Qhapaq y todos los inkas están presentes en libros, videos turisteros, calles y avenidas. Pero no así las qoyas, sus compañeras. Apenas el nombre de Anawarqe ha sobrevivido en el cerro ubicado frente al doble monumento a su esposo. En ninguna parte hallamos a Mama Oqllo, la esposa de Tupa Yupanki que en el pasado tenía edificadas varias wakas en su memoria por todo el Cusco. Y de los fundadores de la ciudad, los hermanos Ayar, hay múltiples menciones y versiones, que ignoran a quien lideró la fundación: Mama Waqo, que según las versiones más detalladas de los cronistas, fue quien llevaba las dos varas que marcaron el lugar de la fundación.
Pocos recuerdos quedan de las cusqueñas de la colonia, alguna vez vi una estatua de Kura Oqllo pero hoy no figura ni en la pintura que incluye a su esposo Manqo Inka en Avenida el Sol, cuando bien sabemos que sin ella, el liderazgo de aquel hubiera sido incompleto. El cusqueño y la cusqueña contemporáneos, ignoran a las sacerdotisas andinas reprimidas por la iglesia. Las mujeres artesanas, comerciantes, mitanis o nobles sólo aparecen en algunas tradiciones de Carreño o algunos cuadros como el de Beatriz Coya.
Micaela Bastidas y Tomasa Ttito sí ostentan calles, libros, monumentos; aunque se las presenta como subalternas de Tupa Amaru solamente. Mica fue codirigente de la revolución y de sus ejércitos. Y hay olvido con la madre heroica Marcela Castro, que codirigió la última batalla de 1783, como también lo hay con Juana Noin o Dorotea Huaraya, y su activa participación en la única junta de gobierno que tuvo el Perú, en el Cusco de 1814.
El Mariscal Gamarra brinda su nombre a colegios, calles y una enorme urbanización, pero la Mariscala apenas si es recordada. Francisca Zubiaga, esposa de Gamarra y colideresa de sus tropas y guerras, que no fue una simple “rabona”, como probablemente tampoco lo eran las muchas rabonas que participaron de los agitados combates del XIX.
Un colegio y algún parque inmortalizan a Clorinda Matto de Turner. Esta valiosa mujer no actuó sola, era parte de un grupo de mujeres que tras el ejemplo de Flora Tristán y las ideologías modernas, ocuparon un sitial reservado sólo para varones. Partiendo de la educación, única profesión que la república permitía a las mujeres, pasaron al periodismo, la literatura y el sindicalismo en la segunda mitad del XIX. Trinidad Enríquez organizó la Sociedad de Artesanos y estudió derecho aunque eso no hacían las mujeres, siendo la primera universitaria del continente. Su hermana Ángela Enríquez dirigía veladas culturales que fueron el cimiento del indigenismo. Pocos recuerdan que la iglesia quemó las obras y la efigie de Clorinda, por atreverse a publicar reflexiones críticas.
Ángel Avendaño menciona que en la revolución del 3 de abril de 1895, mientras las tropas eran dirigidas por bravos caudillos civiles (Salas, Baca), las masas urbanas fueron lideradas por la chichera Ulaca. Su fuente es una parte de la memoria oral hoy ya extinta. Esa misma fuente proporciona nombres a Uriel García, cuando menciona algunas lideresas populares y su participación en el Corpus Christi.
Valcárcel recuerda los nombres de las 3 primeras universitarias, que luego se casaron con destacados intelectuales indigenistas, no menciona que escribieron sobre feminismo y algunas se dedicaron a la enseñanza. Y mientras Uriel García y otros indigenistas del siglo XX tienen placas recordatorias, colegios, exposiciones; sólo buscando en libros antiguos  hallamos a Elsa Esther María Castro dirigiendo publicaciones, y Martha Alicia Yépez organizando el comité feminista de la UNSAAC en 1920. Luego, esa pléyade de feministas, comunistas e indigenistas como Rosa Rivero (la primera abogada del país), Laura Caller, las hermanas Bocángel y otras.
¿Y las mujeres del pueblo?, apenas si conocemos los nombres de algunos personajes masculinos, menos sabemos de mujeres como la esposa de Miguel Quispe “el Inca”, que compartía algo de su liderazgo.
Y así llegamos a los tiempos contemporáneos, los libros mencionan y antologan algunas escritoras y periodistas, junto a docenas de varones aparece por ahí una Alfonsina Barrionuevo, una Ana Bertha Vizcarra o más recientemente Karina Pacheco. Los libros y la prensa plagados de varones destacados ignoran muchos personajes femeninos, por poner sólo un ejemplo recurriré a mi familia mencionando a las hermanas Escalante: Emperatriz (escritora), María Olinda (filósofa ya fallecida) y Carmen (la más prestigiosa etnógrafa mujer del país).
Entre las víctimas de la guerra interna y las represiones de turno, reconocemos muchas como las que padecieron las esterilizaciones forzadas. Una dirigente que llegó a ser congresista fue Hilaria Supa, que para la mayoría se hizo visible recién en el congreso, como también se hizo visible Vero Mendoza. Pero entre las “invisibles” están las que impulsan y le dan fuerza a las luchas antimineras o las profesoras que no dirigieron la última huelga, pero fueron la base creativa y consecuente.

Para contrarrestar esa invisibilización necesitamos liberar nuestra memoria histórica del machismo aún imperante. Luego de recorrer la ciudad observo los cerros que la rodean, Mama Simona y Anawarqe nos recuerdan que en el territorio de los apus eso no pasa. Paseo por el Corpus, Santa Bárbara y la Virgen de Belén evidencian que en su territorio tampoco.