sábado, 9 de noviembre de 2019

Hugo

Los rumores
A inicios de los años 60’ un rumor recorría los andes: “dicen que los campesinos de La Convención se han rebelado contra los hacendados”, “dicen que Hugo Blanco está repartiendo las tierras entre los campesinos”, “dicen que pronto llegará a esta hacienda”.
En una reunión de alta sociedad, Romanville, el más odiado y temido de los gamonales de La Convención, decía: “no entiendo cómo puede existir gente tan mala como Hugo Blanco, que me hace tanto daño sin que yo le haya hecho nada”.
El Partido Comunista y la Federación Departamental de Trabajadores del Cusco alertaban a sus simpatizantes: “no se dejen engañar por Hugo Blanco, es un aventurero”. Algunos denunciaban: “es un agente de la CIA”.
Pero abajo, en el pueblo, el rumor crecía: “la policía está persiguiendo a Hugo Blanco”, “dicen que no lo capturan porque es mago, cuando la policía lo está por capturar se convierte en burro y así escapa”.

Los hechos
En Lima, un grupo de troskistas realizaron una “expropiación” (asalto llamó la prensa) a un banco para intentar apoyar económicamente a Blanco, sin suerte.
Un poeta chalaco se mudó a Cusco inspirado por la lucha campesina y escribió el poema más inmortal de arenga y cuestión al Cusco, donde ubicaba a Hugo junto a Luis de la Puente y el mismísimo Tupac Amaru, llamándolos “destructores de la muerte”. 
Cuando Hugo fue apresado, el Che habría dicho: “Hugo Blanco ha caído, pero otros seguirán sus pasos”. Y esos otros, los propios campesinos de La Convención, mantuvieron las haciendas tomadas y lograron que el gobierno militar reconociese la Reforma Agraria en La Convención y Lares.
Mientras Hugo era juzgado lejos de su tierra, campesinos de todo el país ocupaban haciendas al grito de “tierra o muerte”, el mismo de La Convención. Incluso algunos las ocupaban gritando “Viva Hugo Blanco”.
Pidieron darle la pena de muerte, pero una campaña internacional liderada por Jean Paul Sartre logró impedirlo. De paso por Europa, José María Arguedas vio en una vitrina la foto de Hugo Blanco junto a la del Che, y se lo contó a Hugo preso, en esas hermosas cartas que intercambiaron poco antes de la muerte del escritor.
El gobierno del general Velasco Alvarado liberó a Hugo Blanco y al poco tiempo lo deportó, porque resultaba peligroso hasta para un gobierno de izquierda.
Hugo vivió más destierros, prisiones, huelgas de hambre, y también fue constituyente, parlamentario, senador, casi candidato a la presidencia; y por haber renunciado a la candidatura unitaria de la izquierda, muchos izquierdistas lo condenaron para siempre.
Y acompañó cuanta lucha pudo. Las tomas de tierras en Anta y en Puno, la huelga en Pucallpa,  las luchas antimineras y ambientalistas, ya sea en Cajamarca o el valle del Tambo, las luchas feministas y juveniles. Poco a poco se alejó de la izquierda partidaria y se compenetró con los movimientos indígenas, y se aproximó a los activistas libertarios, feministas y antisistema.
Y editó un periódico a contracorriente. En tiempos que la prensa escrita estaba copada por un monopolio, Lucha Indígena se daba la osadía de asomarse en algunos kioskos. Y escribió varios folletos, algunos que agrupó en un libro que ya lleva tres ediciones. “Nosotros los indios”. Presentado con poca presencia de intelectuales y mucha de dirigentes populares y jóvenes activistas.
Muchos rumores persisten. Monstruo para los hijos de los gamonales, traidor para izquierdistas trasnochados, utópico para las izquierdas reformistas, mito para los campesinos, ejemplo para los activistas.

El personaje real
Un niño que aprendió a luchar por los consejos que le daba un indígena discapacitado que en otros tiempos había liderado luchas contra el gamonalismo.
Un estudiante de agronomía, peruano en Buenos Aires, que abandonó los estudios al constatar que tendría que trabajar para gamonales.
Un joven que se hizo troskista porque el Apra y el PC ya le habían mostrado sus discursos traicionados. Y que volvió al Perú por decisión política y estuvo intentando organizar obreros, hasta que se percató de que la vanguardia social eran los campesinos, contradiciendo en parte los postulados de su ideología.
Un allegado que se sumó a la organización sindical y terminó dirigiendo su sindicato y liderando todo el movimiento convenciano, organizando la autodefensa armada.
Un perseguido que se refugió en cuevas o viejas viviendas, en una de estas conoció los restos de la biblioteca anarquista de Encino del Val, en Cotabambas.
Un preso que hacía amistad con sus guardianes. Un preso con un pie en la horca, que convirtió su juicio en un momento de denuncia política. Un preso incomunicado redactando cartas poderosas.
Un indultado, deportado, apresado, exiliado.
Un parlamentario sancionado por decir asesino al general Noel, que sí era asesino.
Un mestizo que decidió volver a ser indio. Un indígena que apoya todas las luchas de sus hermanos.
Un troskista que ya no necesita seguir siendo troskista para luchar, porque ya no hay estalinismo que enfrentar, aunque los rezagos del estalinismo lo sigan calumniando. Y porque el ecologismo, indigenismo, libertarismo y feminismo le suman fuerzas más que cerrarse en una sola ideología.
Un viejo que aconseja aprender de los jóvenes que derrotaron la Ley Pulpín.
Una película contando las vivencias del personaje, una película recorriendo los caminos andados por el propio Hugo.