domingo, 23 de octubre de 2016

Anarquismo en el Perú actual


“Es ensuciándose en el lodo de la vida que se hacen las transformaciones revolucionarias”.
Luis Velazco Aragón (1929)[1]

El año 2008, los dirigentes de la FDTC de Cusco acusaron a los líderes del levantamiento de Canchis de ser “anarquistas”[2], el año 2013 en Cajamarca se acusó a los manifestantes más radicales de ser “anarquistas”, un dirigente del MAS declaró además que estaban vinculados al Movadef (el nuevo nombre de Sendero)[3]. La misma vinculación afirmó el jefe de la Región Policial de Arequipa el 2015, acusándolos de propiciar la campaña de linchamientos de ladrones que en realidad era promovida por el fujimorismo[4]. Estas declaraciones expresan la intención de criminalizar al anarquismo, vinculándolo con los rezagos de Sendero, aunque ambos sectores son completamente opuestos (Sendero es extremadamente autoritario).
Sucede que, como en otros países, las voces libertarias están multiplicándose y la represión pretende vincularlos a propuestas violentas y el recuerdo del “terrorismo”. Los grupos de poder buscan a quién echarle la culpa de los conflictos sociales. En una actitud racista y clasista piensan que los pobladores son ingenuos que se dejan manipular por agitadores, acusan a la izquierda, a los “comunistas”, los “chavistas”; y son algunos grupos de izquierda los que mencionan a los libertarios, como diciendo “no somos nosotros, sino ellos”. La vinculación con el Movadef también la manifestaron simpatizantes del FA en la pasada campaña, porque este grupo llamaba a votar viciado (aunque por razones distintas a los libertarios). Esta situación plantea varios retos para el anarquismo peruano.
Quizá un rasgo de la época sea esa necesidad de renovar la política, que ha generado reformismos diversos, en los que la izquierda se entrelaza con el ambientalismo y el indigenismo; pero también se presenta en el cuestionamiento a la modernidad misma, a sus derechas y a sus izquierdas. Entre los colectivos surgidos en el cambio de siglo, se combinaban ideales libertarios, marxistas y reformistas. Con el transcurrir de los años vemos que muchos de esos activistas en realidad usaron lo libertario sólo como decoración de su discurso, para diferenciarse de la vieja izquierda, pero terminaron apostando por la vía partidaria y electorera.

El nombre ausente

“Los anarquistas nunca triunfaremos en los niveles ordinarios de la vida política, pero nuestra presencia es indispensable para recordar que nuestra esencia es la libertad”.
Alberto Benavides[5]

Parece que la anarquía se da más desde la práctica que desde la idea, el activismo ha terminado ganándonos en todos estos años. Quizás un debate ideológico en un medio con una tradición tan señorial, patriarcal y jerarquista no nos ayude tanto como el compartir acciones, demostrar principios en la práctica, en las calles, rescatando a la vez esos valores ancestrales indígenas que coinciden con el anarquismo, pero por ser más antiguos se merecen más respeto.
Ha existido una dificultad de asumir definiciones. El temor a ser mal entendidos nos ha impulsado a no definirnos públicamente, antes que anarquistas nos llamamos libertarios, y las más de las veces permitimos que nos confundan con los izquierdistas. Llamarte socialista o izquierdista estaba estigmatizado a inicios de este siglo, ahora ya no tanto pero sigue remitiendo al siglo XX. Muchos izquierdistas del pasado terminaron de funcionarios gubernamentales o no gubernamentales (ongs), incluso algunos acabaron en partidos neoliberales. Y los libertarios somos vistos como parte de esa izquierda; la falta de definiciones ha jugado en nuestra contra.
Y es que las definiciones también generaron los divisionismos y aislacionismos de muchos grupos en el pasado. Los nombres, las ideologías, han contribuido en los debilitamientos de los anticapitalistas antes que a su fortalecimiento. Entonces no se trata de definirnos, de ponernos rótulos, pero sí de dejar en claro el rumbo de nuestras luchas, porque una cosa es querer llegar al poder (para hacer cambios) y otra querer construir alternativas a ese poder; una cosa es luchar contra la dominación de clase y otra hacerlo contra toda forma de dominación.
El término libertario ya no define nada hoy en día, desde que partidos como Tierra y Libertad o Perú Libertario, están usando este término para mostrarse como políticos “renovados”. Aunque tengamos nuestras críticas a eso de las denominaciones, hay que reconocer que la palabra anarquía mantiene la potencia destructora-constructora que nos impulsa. Por su significado (sin dominio, sin amos) se convierte en el término más adecuado para explicar lo que somos, lo que buscamos.

“En el lodo de la vida”

“Para cambiar el estado de las cosas importa abandonar el hábito de la autoridad y la vieja idea de la linealidad de la historia, para construir creativas y diversas líneas de fuga que establezcan espacios liberados en la vida cotidiana, redes de intercambio económico, cultural y de servicios que no sean secuestradas por las garras del capitalismo y el Estado”.
Desobediencia N° 7 (Lima, 2003)[6]

En ese panorama, el reto es cuestionar la ilusión electoral, pero proponiendo opciones autónomas y autogestionarias. Algo de eso se vio con la rebelión juvenil del pulpinazo, contribuye también la desilusión del gobierno humalista y los vaivenes de la izquierda electoral. Hemos visto a viejos dirigentes arrimándose a cualquier partido derechista; hemos visto cómo Ollanta traicionó su palabra, evidenciando que nada garantiza que los candidatos cumplan sus promesas; y cuando un dirigente popular resulta electo, y cumple las promesas electorales, como en el Valle del Tambo, el gobierno lo puede retirar del cargo con cualquier argumentación. Es decir que por más que logremos poner a uno de los nuestros en un cargo, lo pueden convencer o lo pueden retirar. El sistema está hecho como para que nunca ganemos.
Citar el reciente fraude electoral debiera bastar en este punto. Pero casi nadie denunció el fraudulento proceso, porque con fraude y todo permitió que la izquierda tenga una buena bancada luego de casi 30 años. Claro que en un par de meses volvió a dividirse.
Las experiencias autogestionarias son muy pocas en el país, lo que sí existe es una forma de organización y economía ancestral, que se considera vigente pero limitada al espacio rural-comunal. Esto es falso; el colectivismo, la reciprocidad y la economía redistributiva comunal son perfectamente aplicables en espacios urbanos, sólo que el sistema nos dice que es imposible. Nuestro desafío es integrar nuestros ideales con lo que parecen ser solo recuerdos, pero están ahí, como los anarquistas: “no se les ve sino cuando se les teme”[7].
Casi todos coinciden en que lo básico para cambiar nuestra sociedad es la educación. Y sí, necesitamos reeducarnos para enfrentar los valores injustos y alienados con los que nos vienen bombardeando; pero muchos lo dejan en algo declarativo, como si la educación siempre fuera competencia de profes, colegios y del ministerio. Aquí el reto es propiciar espacios de educación, información y aprendizaje colectivos, horizontales, anárquicos. Este es un campo importante de lucha, que se engrana con lo que ahora se denomina educación comunitaria, la capacidad de educar que tienen todos los sectores de la sociedad.

La rebelión femenina

“Las mujeres somos la mitad de la población … y no somos ni una minoría, ni un tema a tratar, ni un sector, ni un problema; las mujeres somos la mitad de todo”.
Julieta Paredes (La Paz, 2008)[8]

Una característica de estos tiempos es el potente despertar del feminismo. Si bien desde fines del siglo XIX hubo feministas célebres como Trinidad Enríquez, Clorinda Matto y Mercedes Cabello, y ya antes de los años 20 se organizaron las primeras organizaciones feministas (nombres como el de Miguelina Acosta no deben ser olvidados); todos sus esfuerzos fueron lentamente opacados por el clasismo marxista. El feminismo fue visto como algo exótico o complementario, incluso algunos lo tildaban de “pequeño burgués”.
En gran medida, el feminismo quedó reducido al trabajo de algunas ongs y la participación de mujeres rebeldes dentro de las organizaciones. La presencia libertaria de los últimos años ha ayudado a desplegar el ideal feminista. En la masiva movilización nacional “Ni una menos”, expresando el rechazo a la violencia contra las mujeres y el feminicidio crecientes en nuestra sociedad, se oyó también el cuestionamiento a la raíz de esa violencia: el machismo y el patriarcado, que generan múltiples formas de violencia contra las mujeres.
Como en los grandes movimientos mundiales de estos tiempos, el feminismo es clave. Aunque en estos espacios participan partidistas, reformistas, desarrollistas y demás; la forma horizontal y diversificada de organizarse es un buen síntoma. Al ser un espacio con participación mayormente femenina, se ven reducidas viejas taras como debates excesivos y teoréticos, propios de una cultura patriarcal.
Aquí será importante tomar en cuenta la propuesta del Feminismo Comunitario desarrollada en Bolivia, que cuestiona al patriarcado pero también al colonialismo de Occidente.

Los “rojos”, compañeros y rivales

“Los libertarios deben recordar que el Socialismo, en cualquiera de sus múltiples formas, es opresor y reglamentario, diferenciándose mucho de la Anarquía”.
Manuel González Prada[9]

Con la caída de los gobiernos comunistas, muchos piensan que el marxismo ya fue derrotado. Se equivocan. La historia nos enseña que las ideologías no se derrotan políticamente, que un fracaso puede impulsarlas a renovarse y lanzarse con fuerza años después, como sucedió con el cristianismo después de las persecuciones. Por eso, considero que el trabajo de Agustín Candía[10] debe continuar de alguna forma, debemos denunciar lo que el marxismo busca en el fondo: remplazar este sistema de dominación por otro sistema de dominación.
Esto implica una actitud que no caiga en el rechazo pero tampoco en el consentimiento. Recoger sus aportes teóricos y prácticos, reivindicar sus luchas en nuestros pueblos, pero rechazar su visión mesiánica y sus justificaciones de lo jerárquico. Algunos grupos marxistas son compañeros en la lucha, pero los dogmas de su ideología pueden hacerlos repetir la historia, e instrumentalizar el movimiento popular como ya pasó en el siglo pasado. Su jerarquización de las luchas y priorización de la lucha de clases, los lleva a despreciar el feminismo, el indigenismo o el ecologismo.
Es interesante entender por qué el marxismo vuelve a tener acogida en sectores juveniles (principalmente universitarios), lo que se explica por un sistema educativo autoritario, que nos forma para ser subalternos de alguien. Entonces la necesidad de que alguien nos libere, es fácilmente llenada por una ideología autoritaria, sea una religión o el marxismo, que tiene mucho de religioso en este aspecto[11]. Es complicado decirle a la gente que piense y actúe autónomamente cuando culturalmente están programados para lo contrario, entonces no se trata de palabras sino de hechos, mostrar la posibilidad de la autonomía en experiencias prácticas, por más chiquitas que sean.

Gestión y autogestión: hanan y urin

“Es necesario ser agentes de cambio, pero no desde los recalcitrantes sectores que han ayudado al aniquilamiento de los movimientos sociales en el país, es necesario organizarnos desde abajo, usando como principios la horizontalidad y el apoyo mutuo”.
Lucía Prada (2016)[12]

El gran debate de estos tiempos es cómo cambiar la situación del país, entendiendo que ese cambio es tan grande y abarca tanto territorio, que parece imposible sin participar en espacios de gestión del Estado. Bueno, los zapatistas nos muestran cómo se puede construir otro tipo de relaciones de poder, otra sociedad, paralela a la sociedad dominante. El tema de la autogestión es importantísimo, pero a veces lo confundimos con autofinanciamiento. Entendamos que autogestionar es mucho más que conseguir fondos para nuestras actividades, se trata de lograr manejar acciones, organizaciones y territorios, desde adentro y sin depender de nadie para su funcionamiento.
Esto no implica negarse a diversos niveles de colaboración con otros espacios, pero sí controlarlos nosotros. Que las decisiones sean por acuerdo interno, aplicando los principios de horizontalidad, autonomía, federativismo. El reto es llevar la autogestión más allá de núcleos pequeños y acciones esporádicas, hacerla visible en los diversos niveles de organización con los que interactuemos.
No basta criticar a los partidos, porque el verticalismo y el desarrollismo están insertados en todo tipo de organizaciones. Los sindicatos refuerzan ese verticalismo, convirtiéndose en dependientes de las cúpulas de las federaciones sindicales. Tenemos el desafío de reorientar las organizaciones en un sentido horizontal, comenzando por las nuestras propias y por las más cercanas. Las revoluciones comienzan en las bases, no en las dirigencias.
Aquí me viene a la cabeza un pensamiento andino hoy en desuso, la dualidad hanan y urin. Estas divisiones eran comunes en el mundo prehispánico, hanan (lo de arriba) era lo actual, lo político, lo visible; urin (lo de abajo) era lo antiguo, lo social, lo privado. Podríamos tomar esta idea para evitar ser aplastados por la “unidad”, y a la vez evitar el conflicto y la contradicción con grupos partidistas. Que la lucha sea paralela, los que apuestan por el poder que lo hagan, serán los “hanan”, los de la lucha política; los que apostamos por la autonomía seríamos los “urin”, los de la lucha cotidiana.
Esta idea puede ayudarnos a marchar juntos cuando sea necesario, pero hacerlo separados en otros momentos, y también a evitar que lo político termine imponiéndose a lo social, como ha sucedido tantas veces. Recordemos que en el pasado, en algún momento lo urin y lo hanan podían trastocar su importancia.

Roberto Ojeda Escalante



[1] “Ideario Andino”, en Kuntur N° 2, enero de 1929.
[2] Las mismas acusaciones lanzaron dirigentes de la FDCC (filial de la CCP) a la FARTAC (gremio campesino de origen velasquista) en setiembre de 2016, en Cusco.
[3] La República, 12 de setiembre de 2013, declaraciones de Segundo Matta Coluncha, dirigente del Movimiento al Socialismo (MAS), partido liderado por Gregorio Santos.
[4] Declaraciones en diario El Pueblo de Arequipa, 31 de agosto de 2015.
[5] Citado en La lira rebelde libertaria…
[6] Editorial del periódico Desobediencia, N° 7, Lima, diciembre 2003.
[7] Frase de la canción “Los anarquistas” del francés Leo Ferré (1969).
[8] Hilando fino desde el feminismo comunitario. Edición virtual. La Paz.
[9] Anarquía. Lima, Anarcrítica y Colmena editores, 2016, pp 79.
[10] Ver “un Quijote ácrata”, en el artículo Libertarios en el corazón de los andes.
[11] Existen varios autores que han analizado el aspecto religioso del marxismo.
[12] Anarquistas frente a las elecciones del 2016 en el Perú. Renso Forero (compilador), Lima, anarcrítica, edición virtual, pp 46-47.

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