“Es ensuciándose en el lodo de la vida que se hacen
las transformaciones revolucionarias”.
El año 2008, los dirigentes de la FDTC de
Cusco acusaron a los líderes del levantamiento de Canchis de ser “anarquistas”[2],
el año 2013 en Cajamarca se acusó a los manifestantes más radicales de ser
“anarquistas”, un dirigente del MAS declaró además que estaban vinculados al
Movadef (el nuevo nombre de Sendero)[3].
La misma vinculación afirmó el jefe de la Región Policial de Arequipa el 2015,
acusándolos de propiciar la campaña de linchamientos de ladrones que en
realidad era promovida por el fujimorismo[4].
Estas declaraciones expresan la intención de criminalizar al anarquismo,
vinculándolo con los rezagos de Sendero, aunque ambos sectores son
completamente opuestos (Sendero es extremadamente autoritario).
Sucede que, como en otros países, las voces
libertarias están multiplicándose y la represión pretende vincularlos a
propuestas violentas y el recuerdo del “terrorismo”. Los grupos de poder buscan
a quién echarle la culpa de los conflictos sociales. En una actitud racista y
clasista piensan que los pobladores son ingenuos que se dejan manipular por
agitadores, acusan a la izquierda, a los “comunistas”, los “chavistas”; y son algunos
grupos de izquierda los que mencionan a los libertarios, como diciendo “no
somos nosotros, sino ellos”. La vinculación con el Movadef también la
manifestaron simpatizantes del FA en la pasada campaña, porque este grupo
llamaba a votar viciado (aunque por razones distintas a los libertarios). Esta
situación plantea varios retos para el anarquismo peruano.
Quizá un rasgo de la época sea esa necesidad de renovar la
política, que ha generado reformismos diversos, en los que la izquierda se
entrelaza con el ambientalismo y el indigenismo; pero también se presenta en el
cuestionamiento a la modernidad misma, a sus derechas y a sus izquierdas. Entre
los colectivos surgidos en el cambio de siglo, se combinaban ideales
libertarios, marxistas y reformistas. Con el transcurrir de los años vemos que
muchos de esos activistas en realidad usaron lo libertario sólo como decoración
de su discurso, para diferenciarse de la vieja izquierda, pero terminaron
apostando por la vía partidaria y electorera.
El nombre ausente
“Los
anarquistas nunca triunfaremos en los niveles ordinarios de la vida política,
pero nuestra presencia es indispensable para recordar que nuestra esencia es la
libertad”.
Alberto
Benavides[5]
Parece que la anarquía se da más desde la
práctica que desde la idea, el activismo ha terminado ganándonos en todos estos
años. Quizás un debate ideológico en un medio con una tradición tan señorial,
patriarcal y jerarquista no nos ayude tanto como el compartir acciones,
demostrar principios en la práctica, en las calles, rescatando a la vez esos
valores ancestrales indígenas que coinciden con el anarquismo, pero por ser más
antiguos se merecen más respeto.
Ha
existido una dificultad de asumir definiciones. El temor a ser mal entendidos nos
ha impulsado a no definirnos públicamente, antes que anarquistas nos llamamos
libertarios, y las más de las veces permitimos que nos confundan con los
izquierdistas. Llamarte socialista o izquierdista estaba estigmatizado a
inicios de este siglo, ahora ya no tanto pero sigue remitiendo al siglo XX.
Muchos izquierdistas del pasado terminaron de funcionarios gubernamentales o no
gubernamentales (ongs), incluso algunos acabaron en partidos neoliberales. Y
los libertarios somos vistos como parte de esa izquierda; la falta de definiciones
ha jugado en nuestra contra.
Y es que las definiciones también generaron
los divisionismos y aislacionismos de muchos grupos en el pasado. Los nombres,
las ideologías, han contribuido en los debilitamientos de los anticapitalistas
antes que a su fortalecimiento. Entonces no se trata de definirnos, de ponernos
rótulos, pero sí de dejar en claro el rumbo de nuestras luchas, porque una cosa
es querer llegar al poder (para hacer cambios) y otra querer construir
alternativas a ese poder; una cosa es luchar contra la dominación de clase y
otra hacerlo contra toda forma de dominación.
El término libertario ya no define nada hoy en
día, desde que partidos como Tierra y Libertad o Perú Libertario, están usando
este término para mostrarse como políticos “renovados”. Aunque tengamos
nuestras críticas a eso de las denominaciones, hay que reconocer que la palabra
anarquía mantiene la potencia destructora-constructora que nos impulsa. Por su
significado (sin dominio, sin amos) se convierte en el término más adecuado
para explicar lo que somos, lo que buscamos.
“En el lodo de la vida”
“Para
cambiar el estado de las cosas importa abandonar el hábito de la autoridad y la
vieja idea de la linealidad de la historia, para construir creativas y diversas
líneas de fuga que establezcan espacios liberados en la vida cotidiana, redes
de intercambio económico, cultural y de servicios que no sean secuestradas por
las garras del capitalismo y el Estado”.
Desobediencia
N° 7 (Lima, 2003)[6]
En ese panorama, el reto es cuestionar la
ilusión electoral, pero proponiendo opciones autónomas y autogestionarias. Algo
de eso se vio con la rebelión juvenil del pulpinazo, contribuye también la
desilusión del gobierno humalista y los vaivenes de la izquierda electoral.
Hemos visto a viejos dirigentes arrimándose a cualquier partido derechista;
hemos visto cómo Ollanta traicionó su palabra, evidenciando que nada garantiza
que los candidatos cumplan sus promesas; y cuando un dirigente popular resulta
electo, y cumple las promesas electorales, como en el Valle del Tambo, el
gobierno lo puede retirar del cargo con cualquier argumentación. Es decir que
por más que logremos poner a uno de los nuestros en un cargo, lo pueden
convencer o lo pueden retirar. El sistema está hecho como para que nunca
ganemos.
Citar el reciente fraude electoral debiera
bastar en este punto. Pero casi nadie denunció el fraudulento proceso, porque
con fraude y todo permitió que la izquierda tenga una buena bancada luego de
casi 30 años. Claro que en un par de meses volvió a dividirse.
Las experiencias autogestionarias son muy
pocas en el país, lo que sí existe es una forma de organización y economía
ancestral, que se considera vigente pero limitada al espacio rural-comunal. Esto
es falso; el colectivismo, la reciprocidad y la economía redistributiva comunal
son perfectamente aplicables en espacios urbanos, sólo que el sistema nos dice
que es imposible. Nuestro desafío es integrar nuestros ideales con lo que
parecen ser solo recuerdos, pero están ahí, como los anarquistas: “no se les ve
sino cuando se les teme”[7].
Casi todos coinciden en que lo básico para
cambiar nuestra sociedad es la educación. Y sí, necesitamos reeducarnos para
enfrentar los valores injustos y alienados con los que nos vienen bombardeando;
pero muchos lo dejan en algo declarativo, como si la educación siempre fuera
competencia de profes, colegios y del ministerio. Aquí el reto es propiciar
espacios de educación, información y aprendizaje colectivos, horizontales,
anárquicos. Este es un campo importante de lucha, que se engrana con lo que
ahora se denomina educación comunitaria, la capacidad de educar que tienen
todos los sectores de la sociedad.
La rebelión femenina
“Las
mujeres somos la mitad de la población … y no somos ni una minoría, ni un tema
a tratar, ni un sector, ni un problema; las mujeres somos la mitad de todo”.
Julieta
Paredes (La Paz, 2008)[8]
Una
característica de estos tiempos es el potente despertar del feminismo. Si bien
desde fines del siglo XIX hubo feministas célebres como Trinidad Enríquez,
Clorinda Matto y Mercedes Cabello, y ya antes de los años 20 se organizaron las
primeras organizaciones feministas (nombres como el de Miguelina Acosta no
deben ser olvidados); todos sus esfuerzos fueron lentamente opacados por el
clasismo marxista. El feminismo fue visto como algo exótico o complementario,
incluso algunos lo tildaban de “pequeño burgués”.
En
gran medida, el feminismo quedó reducido al trabajo de algunas ongs y la
participación de mujeres rebeldes dentro de las organizaciones. La presencia
libertaria de los últimos años ha ayudado a desplegar el ideal feminista. En la
masiva movilización nacional “Ni una menos”, expresando el rechazo a la
violencia contra las mujeres y el feminicidio crecientes en nuestra sociedad, se
oyó también el cuestionamiento a la raíz de esa violencia: el machismo y el
patriarcado, que generan múltiples formas de violencia contra las mujeres.
Como
en los grandes movimientos mundiales de estos tiempos, el feminismo es clave.
Aunque en estos espacios participan partidistas, reformistas, desarrollistas y
demás; la forma horizontal y diversificada de organizarse es un buen síntoma.
Al ser un espacio con participación mayormente femenina, se ven reducidas
viejas taras como debates excesivos y teoréticos, propios de una cultura
patriarcal.
Aquí
será importante tomar en cuenta la propuesta del Feminismo Comunitario
desarrollada en Bolivia, que cuestiona al patriarcado pero también al
colonialismo de Occidente.
Los “rojos”,
compañeros y rivales
“Los libertarios deben recordar que el Socialismo, en
cualquiera de sus múltiples formas, es opresor y reglamentario, diferenciándose
mucho de la Anarquía”.
Manuel González Prada[9]
Con la caída de los gobiernos comunistas, muchos piensan que
el marxismo ya fue derrotado. Se equivocan. La historia nos enseña que las
ideologías no se derrotan políticamente, que un fracaso puede impulsarlas a
renovarse y lanzarse con fuerza años después, como sucedió con el cristianismo
después de las persecuciones. Por eso, considero que el trabajo de Agustín
Candía[10]
debe continuar de alguna forma, debemos denunciar lo que el marxismo busca en
el fondo: remplazar este sistema de dominación por otro sistema de dominación.
Esto implica una actitud que no caiga en el rechazo pero
tampoco en el consentimiento. Recoger sus aportes teóricos y prácticos,
reivindicar sus luchas en nuestros pueblos, pero rechazar su visión mesiánica y
sus justificaciones de lo jerárquico. Algunos grupos marxistas son compañeros
en la lucha, pero los dogmas de su ideología pueden hacerlos repetir la
historia, e instrumentalizar el movimiento popular como ya pasó en el siglo
pasado. Su jerarquización de las luchas y priorización de la lucha de clases,
los lleva a despreciar el feminismo, el indigenismo o el ecologismo.
Es interesante entender por qué el marxismo vuelve a tener
acogida en sectores juveniles (principalmente universitarios), lo que se
explica por un sistema educativo autoritario, que nos forma para ser
subalternos de alguien. Entonces la necesidad de que alguien nos libere, es
fácilmente llenada por una ideología autoritaria, sea una religión o el
marxismo, que tiene mucho de religioso en este aspecto[11].
Es complicado decirle a la gente que piense y actúe autónomamente cuando
culturalmente están programados para lo contrario, entonces no se trata de
palabras sino de hechos, mostrar la posibilidad de la autonomía en experiencias
prácticas, por más chiquitas que sean.
Gestión y autogestión: hanan y
urin
“Es necesario ser agentes de cambio, pero no desde los
recalcitrantes sectores que han ayudado al aniquilamiento de los movimientos
sociales en el país, es necesario organizarnos desde abajo, usando como
principios la horizontalidad y el apoyo mutuo”.
Lucía Prada (2016)[12]
El gran debate de estos tiempos es cómo
cambiar la situación del país, entendiendo que ese cambio es tan grande y
abarca tanto territorio, que parece imposible sin participar en espacios de
gestión del Estado. Bueno, los zapatistas nos muestran cómo se puede construir
otro tipo de relaciones de poder, otra sociedad, paralela a la sociedad
dominante. El tema de la autogestión es importantísimo, pero a veces lo confundimos
con autofinanciamiento. Entendamos que autogestionar es mucho más que conseguir
fondos para nuestras actividades, se trata de lograr manejar acciones,
organizaciones y territorios, desde adentro y sin depender de nadie para su
funcionamiento.
Esto no implica negarse a diversos niveles de
colaboración con otros espacios, pero sí controlarlos nosotros. Que las
decisiones sean por acuerdo interno, aplicando los principios de
horizontalidad, autonomía, federativismo. El reto es llevar la autogestión más
allá de núcleos pequeños y acciones esporádicas, hacerla visible en los
diversos niveles de organización con los que interactuemos.
No basta criticar a los partidos, porque el
verticalismo y el desarrollismo están insertados en todo tipo de organizaciones.
Los sindicatos refuerzan ese verticalismo, convirtiéndose en dependientes de
las cúpulas de las federaciones sindicales. Tenemos el desafío de reorientar
las organizaciones en un sentido horizontal, comenzando por las nuestras
propias y por las más cercanas. Las revoluciones comienzan en las bases, no en
las dirigencias.
Aquí me viene a la cabeza un pensamiento
andino hoy en desuso, la dualidad hanan y urin. Estas divisiones eran comunes
en el mundo prehispánico, hanan (lo de arriba) era lo actual, lo político, lo
visible; urin (lo de abajo) era lo antiguo, lo social, lo privado. Podríamos
tomar esta idea para evitar ser aplastados por la “unidad”, y a la vez evitar
el conflicto y la contradicción con grupos partidistas. Que la lucha sea
paralela, los que apuestan por el poder que lo hagan, serán los “hanan”, los de
la lucha política; los que apostamos por la autonomía seríamos los “urin”, los
de la lucha cotidiana.
Esta idea puede ayudarnos a marchar juntos
cuando sea necesario, pero hacerlo separados en otros momentos, y también a
evitar que lo político termine imponiéndose a lo social, como ha sucedido
tantas veces. Recordemos que en el pasado, en algún momento lo urin y lo hanan
podían trastocar su importancia.
Roberto Ojeda Escalante
[1]
“Ideario Andino”, en Kuntur N° 2,
enero de 1929.
[2]
Las mismas acusaciones lanzaron dirigentes de la FDCC (filial de la CCP) a la
FARTAC (gremio campesino de origen velasquista) en setiembre de 2016, en Cusco.
[3] La República, 12 de setiembre de 2013,
declaraciones de Segundo Matta Coluncha, dirigente del Movimiento al Socialismo
(MAS), partido liderado por Gregorio Santos.
[4]
Declaraciones en diario El Pueblo de
Arequipa, 31 de agosto de 2015.
[5]
Citado en La lira rebelde libertaria…
[6]
Editorial del periódico Desobediencia, N° 7, Lima, diciembre 2003.
[7]
Frase de la canción “Los anarquistas” del francés Leo Ferré (1969).
[8]
Hilando fino desde el feminismo comunitario. Edición virtual. La Paz.
[9] Anarquía. Lima, Anarcrítica y Colmena
editores, 2016, pp 79.
[10]
Ver “un Quijote ácrata”, en el artículo Libertarios en el corazón de los andes.
[11]
Existen varios autores que han analizado el aspecto religioso del marxismo.
[12] Anarquistas frente a las elecciones del 2016
en el Perú. Renso Forero (compilador), Lima, anarcrítica, edición virtual,
pp 46-47.
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