Hay momentos de gran movilización
social que se convierten algo así como el acta de nacimiento de una generación,
el momento “heroico” que muchos mantenemos como un recuerdo de que asumimos el
reto que nos planteó la historia. Estos momentos suelen recordarse como el
punto de partida o reorientación de las organizaciones y los activistas que
actuaron después de dicho momento. Para otros es un recuerdo de que fueron “parte
de la historia”, aunque luego no hayan seguido activando. Y claro, también
existen los que estuvieron al “otro lado del río”.
Pertenezco a la generación que se
formó en las luchas contra la dictadura fujimorista, que tuvo su momento
culminante en la marcha de los 4 suyos en julio del 2000. Las organizaciones
que surgieron en esas jornadas reconocían haber despertado luego del
aletargamiento social del fin de siglo. Siendo mayormente jóvenes,
sentíamos estar “reconstruyendo la
política”, pretensiones de principiantes que se incrementaron al no haber
tenido apoyo más orgánico de activistas con larga experiencia. Entre las
novedades que trajo este momento fue la presencia de ideales libertarios que antes estaban casi
completamente ausentes.
El año 2009, una generación nueva
fue estremecida por el “Baguazo”, ese momento trágico que el gobierno aprista
dejó en la Amazonía. Este hecho motivó movilizaciones en todo el país,
formándose nuevas organizaciones que tenían en su agenda el tema ambiental y la
defensa de los pueblos indígenas. Para este momento, muchos de los activistas
de la lucha antidictadura seguían activos junto a los jóvenes del momento. El
“Baguazo” fue lo más sonado de un conjunto de varios conflictos sociales que,
desde las zonas rurales, renovaron la
agenda social.
El “Pulpinazo” ha sido otro de
esos momentos, pero esta vez, la agenda la pusieron los jóvenes y sus propias
demandas. Es importante reconocer que al igual que en los casos anteriores,
esto no surgió de un día para otro, que fue producto del trabajo de
organizaciones pequeñas que ya venían activando, con orientación libertaria,
ecologista, feminista o indigenista; que supieron sumarse a la indignación
juvenil y las reivindicaciones laborales.
Después del pulpinazo
El 18 de diciembre de 2014 una
multitudinaria movilización sorprendió Lima e impresionó al resto del país, las
marchas siguientes fueron creciendo en todas las ciudades peruanas. Fue el
momento “heroico” de una nueva generación, con participación activa de algunos
activistas mayores. Que generó organizaciones inéditas en el país, como fueron
las zonas. Luego de la derogatoria de la “Ley Pulpín” se propusieron “ir por
más”, pero como sucede casi siempre, el entusiasmo fue bajando y la cantidad de
activistas se redujo para las jornadas siguientes.
El pulpinazo ayudó a fortalecer
organizaciones específicas como el Bloque Hiphop, generó variadas iniciativas y
aunque las Zonas se fueron reduciendo, continuaron activas. Se han fortalecido
o surgido colectivos feministas o de diversidad sexual en varias partes del
país, algunas organizaciones asumieron también la agenda ambiental y de los
pueblos indígenas. Un sector de esta juventud se incorporó al proceso electoral
mientras que otros se reafirman en la idea autonomista, y claro, otro buen
sector ha vuelto a su vida cotidiana.
Una desventaja de esta generación
es tener el proceso electoral tan cerca. A diferencia de los del año 2000, que
surgieron del hartazgo a la política completamente corrompida, los de ahora
pueden ver en la candidatura de Vero Mendoza una posibilidad de “renovar la
política”. No podemos negar que, con toda la legitimidad que tiene esta idea,
también ha contribuido al debilitamiento del activismo de los primeros meses
del 2015.
El año 2000, nos resultaba
imposible ver una esperanza en Toledo o los intentos de reagrupamiento de la
vieja izquierda, lo que hizo que los colectivos de entonces buscáramos opciones
autonomistas (recordando que éramos bastante menos de los que hay ahora). El
2009 no estuvo tan cerca a las elecciones, las organizaciones se dedicaron a
consolidar sus agendas y prioridades, claro que luego varios apostaron por el
Humalismo, pero esta opción siempre fue tomada con reparos por la ambigüedad
que emanaba. Hoy, Vero es vista por muchos como “alguien de nosotros”, y las
críticas que le hacen elementos de la “vieja izquierda” más bien contribuyen a
esto. La cercanía de las elecciones fuerza a tomar una decisión, lo que hace
que muchos terminen descuidando sus agendas particulares, sumándose a una
campaña en la que la maquinaria derechista no da tiempo para otra cosa que no
sea responderle.
El panorama venidero podría ser
el menos deseable, el retorno de un gobierno fujimorista o el triunfo de alguno
de sus competidores derechistas, que no son iguales pero son lo mismo. El reto
ahora es, cómo organizarnos para enfrentar el peor de los escenarios posibles.
Aquí la ilusión de “sembrar” una política decente no ayuda mucho, puesto que el
tiempo y esfuerzo que invertirán los que participen en la campaña electoral (y
por lo fea que se pondrá esta campaña demandará mucho esfuerzo), no les
permitirá hacer lo otro en paralelo, o por lo menos no con la intensidad
necesaria.
El panorama del 2016
El temor a un “segundo
fujimorismo” es mayormente simbólico. No puede haber un segundo fujimorismo pues
aún no salimos del primero. Nos han seguido gobernando con la Constitución del
93, los gobiernos “democráticos” fueron una continuación de Fujimori y si se
moderaron en algunos aspectos, se debe a la presión social, no a una
orientación diferente. Es más, el 2011 elegimos a Humala para evitar que Keiko
hiciera todo lo que luego el mismo Humala ha hecho. No es extraño que esa
candidata tenga tantos seguidores, esa gente debe pensar “si todos hacen lo
mismo que el Chino, que gobierne su hija que al menos lo hará mejor”,
entendiendo ese “mejor” en el sentido de más autoritario (mano firme).
Los que estamos apostando por iniciativas autónomas ahora
somos menos que hace un año, la posibilidad de contribuir al fortalecimiento
del movimiento social también es ilusoria. Queda apoyar las dinámicas de las
organizaciones gremiales, aunque en un contexto electoral, estas pueden ser fácilmente
absorbidas por ese proceso.
Pero la historia enseña que una
buena estrategia es convertir una desventaja en una ventaja. A diferencia del
año 2001, hoy existen varias experiencias concretas de lucha (Valle del Tambo,
Cajamarca…) y varias agendas presentes (género, LGTBI, universitaria, indígena,
laboral, ambiental, soberanía alimentaria, animalista…). Además, por más que
resultase electa la peor de las opciones electorales, el Perú del 2016 no es el
de 1990, los movimientos sociales de ahora son completamente diferentes a los
de entonces, el desarrollo privatista ya es cuestionado por importantes
sectores de la población (no mayoritarios, pero con la suficiente fuerza de
hacerse escuchar).
El 2016 se presenta como un
desafío múltiple, ¿cómo contrarrestar el discurso desarrollista neoliberal?,
¿cómo articular agendas tan variadas?, ¿cómo construir alternativas al
consumismo, la alienación, el patriarcado, el antropocentrismo? Estas
interrogantes no se lanzan como dudas ni esperan tener la respuesta “uaa, no
podremos hacer eso”; más bien son algunos retos visibles para el tiempo
venidero. Después de todo, no descartemos la posibilidad de otra sorpresa como
la del 18 de diciembre del 2014.
A manera de epílogo
Tengo un recuerdo muy vívido de
la noche del 17 de setiembre del 2000, acabamos de oír el mensaje presidencial
en el que Fujimori anunciaba convocar a nuevas elecciones en las que ya no
participaría, su gobierno autocrático se venía abajo. Corrimos a la plaza
central sin que nadie nos convocara, allí se fue juntando un manchón de gente y
se armó la celebración al coro de “sí se puede”, consigna que luego fue
expropiada por el Cienciano, pero que aún retumba en ese recuerdo. A diferencia
de entonces, la celebración por la derogatoria de la Ley Pulpín fue más
modesta. Hay harta diferencia entre la derogatoria de una ley y la caída de una
dictadura, pero hallo una diferencia mayor en lo que vino después. Este grupo
de activistas que celebró el 25 de enero del 2015 luego hizo mucho más de lo que
aquel manchón del 2000 había hecho. Para mí, eso es una señal de esperanza.
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