Contra industrias extractivas, megaproyectos y política represiva
Durante muchos años, los pueblos andinos han estado luchando aislados, enfrentando cada cual a su modo las agresiones del neoliberalismo. Pero ahora y tras varias jornadas de luchas fuertes y largas, están uniéndose, pero no alrededor de algún caudillo o líder “salvador”, sino desde abajo, entre las bases mismas.
El gas nos unió
El 17 y 18 de junio de 2010 se desarrolló un paro macroregional, originalmente convocado por las organizaciones de la provincia de La Convención, cuya demanda era la no exportación del gas de Camisea, cuyas reservas se encuentran en esa provincia. La convocatoria fue bien recepcionada por organizaciones de otras provincias y regiones y se empalmó con el paro que la región de Puno organizaba el día 17, con el rechazo a la hidroeléctrica de Inambari como primer punto.
El paro fue total en varias provincias, pero sólo parcial en zonas urbanas como el Cusco. Allí, las organizaciones afiliadas a la CGTP lograron disminuir la medida y abandonaron a los compañeros convencianos que llegaron desde Quillabamba. Estos hechos generaron una nueva articulación entre las organizaciones.
El paro macroregional
Varias organizaciones de todo el sur, principalmente campesinas, se reunieron en Puno el 20 de junio y en Cusco el día 26, allí acordaron convocar a un paro indefinido con una plataforma de lucha que integraba todas sus principales demandas:
- No exportación del gas y revisión de los contratos firmados por el gobierno con Pluspetrol y otras empresas.
- La no ejecución de los megaproyectos de Inambari, Salka Pukara, Majes Sihuas, Pampautaña, es decir, todas las hidroeléctricas que pretenden robarnos el agua a favor de empresas extranjeras.
- Cese a las concesiones mineras y petroleras.
- Aprobación de la Ley de Consulta a los pueblos indígenas.
- Liberación y cese a los juicios por las protestas sociales, alto a la represión y derogación de los decretos legislativos.
- Derogación de la Ley del Agua, por su tendencia privatizadora.
Además de algunas más puntuales.
Los “traicioneros”
Cuando ya el paro estaba acordado, saltaron los dirigentes de la CGTP, la organización sindical nacional y sus “sucursales” regionales; les pareció una insolencia que dirigentes provinciales, indígenas y campesinos pasaran por encima de ellos. Los acusaron de “aventurerismo” y convocaron a otra reunión de Frentes Regionales del macrosur en Arequipa, sin mayores resultados.
Se trata de sindicatos ligados a los viejos partidos de izquierda, bajo una orientación marxista “clasista y combativa”, que centralizan las organizaciones sociales y las llevan a negociar con el gobierno, a mesas de diálogo y demás acciones que sólo dilatan la situación. El 17 de julio en Puno, acordaron algunas acciones parciales en apoyo a lo que llamaron “el paro de Quillabamba”. Propusieron una marcha del Qollasuyo pero que sería ratificada recién el 14 de agosto en Tacna, dándole más tiempo al gobierno para que continúe el saqueo.
En esa reunión la situación fue tensa, los maestros del SUTEP que acataban ya una huelga indefinida cuestionaron a la CGTP, estos acusaban a todos de ser “agentes de la CIA” por sus críticas, mientras mucha población se sentía confundida. Alguien llegó a recordarle a la dirigente cusqueña Marta Quispe (de la CGTP) que en la ciudad del Cusco sus paros duran medio día y luego los dirigentes se van a las chicherías.
Los indígenas llevan la batuta
Por su parte, las organizaciones que se han desprendido de esa tutela, están encabezadas por los campesinos, los indígenas del ande y la Amazonía. Precisamente quienes más hacen por el éxito de las protestas son las comunidades. Por eso, el 10 de julio se reunieron en Sicuani, en la provincia de Canchis, donde dos levantamientos comunales lograron estancar la ejecución del proyecto Salka Pukara. Allí se ratificó el paro y una semana después sucedió lo mismo en Juliaca.
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