Parece que por fin el tema de la identidad se hace visible en el campo político, pues en los últimos siglos fue recubierto con muchos nombres y desplazado por los especialistas de la política. La civilización occidental moderna impuso una “globalización” de las identidades en una idea que pretendió suprimir las castas de nobles, plebeyos, siervos, esclavos y parias. El concepto de “ciudadanía” fue borrando esas antiguas castas, pero a la vez fue naciendo el racismo y creció rápidamente. Finalmente, las castas fueron remplazadas por los ciudadanos, todos iguales ante la ley, pero diferentes ante la economía, y como esta es tan importante, pesó más que la teoría. Las castas se convirtieron en clases sociales, al final todos somos ciudadanos, pero unos son más ciudadanos que otros.
El nacimiento colonial de nuestros estados
Cuando el poderío español se cayó por los suelos, sus colonias americanas lograron ganarles la guerra de independencia. La élite española fue remplazada por sus subalternos inmediatos: los criollos. Como estos compartían la cultura europea, establecieron estados nacionales según la ideología europea de entonces. Pero el problema de sus nuevos estados fue que se organizaron a partir de divisiones administrativas coloniales y no a partir de la realidad sociocultural de cada región.
Para justificar la existencia de dichos estados hicieron crecer el racismo, se dijeron que los indios y los negros necesitaban ser conducidos o guiados por un sector más culto, diciéndose que como ellos eran más blanquitos, pues tenían el derecho de dominar estos estados así como antes lo habían hecho los europeos.
El siglo XIX se produjeron reajustes de las fronteras por todo lado, el territorio del Acre figuraba en los mapas nacionales de Perú, Brasil y Bolivia aunque ninguno de estos tenía presencia en esa zona, hasta que los siringueros brasileros llegaron allí impulsados por la ambición y vencieron algo parecido a una guerra. Otro ejemplo fue el territorio de Maynas que figuró mucho tiempo en mapas de Ecuador y Perú, aún cuando caucheros de uno y otro lado saqueaban la región, la fiebre del petróleo obligó a los países a fijar límites claros y eso fue la guerra de 1941-1942.
Entre nacionalismo e indigenismo
Con la difusión de las ideas liberales (también venidas de Europa) se planteó que estos estados necesitaban una identidad nacional más sólida. Las guerras mencionadas y otras más, sirvieron para fomentar el patriotismo, ideología que impulsa la identidad nacional a partir de símbolos, héroes y rituales militares. El nacionalismo busca que todos los integrantes de la nación se sientan parte de una “gran familia” por compartir o estar dentro del territorio nacional, aunque sólo unos pocos la dirijan.
Pero la fuerte presencia de culturas originarias mayoritarias presentó una nueva complicación. ¿Cómo podíamos formar una nación entre personas de diferentes razas?, entonces surgió el indigenismo, proponiendo que la base de la cultura nacional era pues lo indígena. Sectores de la clase dominante y clases medias creyeron encontrar una nueva solución al dilema identitario: el mestizaje. Bolívar había dicho “no somos españoles, no somos indios”, entonces éramos mestizos y teníamos que olvidarnos las diferencias raciales.
Sin embargo, en la realidad sí existían “indios”, ¿qué se les propuso?, simplemente que se amestizaran, que dejaran de sentirse indígenas para poder ser ciudadanos. También la izquierda repitió este discurso, siguiendo la ideología socialista (venida de Europa, una vez más) dijo que el problema principal era de clases sociales, todos los explotados debían unirse contra sus explotadores. Con la reforma agraria la palabra indígena fue remplazada por el término campesino.
País mestizo o plurinacional
Este repaso histórico nos sirve para entender algunas complicaciones actuales. La realidad es que a pesar de todos los discursos, la diferenciación étnica y el racismo persistieron. Casi todas nuestras fronteras dividen territorios de culturas indígenas como los achuar, secoya, huitoto, harkmbut, kechuas y aymaras; los pueblos amazónicos fueron conquistados en tiempos republicanos y en algunos casos con mayor violencia que en tiempos coloniales. Además, volverse mestizo para un indígena implica convertirse en ciudadano de segunda clase, pues con el racismo existente, el color de su piel y el modo de hablar lo diferencian del sector al que pretende incorporarse.
En el tema de las clases sociales, la verdad es que en nuestros países la clase dominante pertenece a una etnia específica, que se identifica con la cultura occidental, mientras las clases más explotadas son los indígenas y afrodescendientes. Y hay que recordar que cada clase crea también su propia cultura (la burguesía por ejemplo).
Por eso ha resurgido el movimiento indígena con un discurso identitario, llegando a proponer la existencia de varias nacionalidades dentro de los estados. Pero este concepto de nacionalidad no se refiere al estado-nación europeo, tampoco a las razas sino a las etnias, es decir a las diferencias y similitudes culturales. El sentido racial habla de blancos, indígenas, negros y otros; en lo étnico se reconocen achuar, awajun, asháninka, aymara, quechua, kichwa, etc. Cada uno de estos forma una nacionalidad, es decir una colectividad que comparte lenguaje, cosmovisión, costumbres y creencias específicas. Reconociendo esto es imposible pensar ya en la existencia de una nación peruana o bolivana, por lo que algunos de estos movimientos proponen un estado plurinacional.
Avances y tropiezos de lo plurinacional
Lo importante de este discurso es que reconoce identidades reales, existentes, y exige reconocer la diversidad en lugar de negarla o pretender alterarla. Partiendo del derecho de cada pueblo a decidir su futuro, cosa negada por el capitalismo.
Sin embargo falta avanzar mucho en este camino. Hasta ahora el tema identitario es comúnmente relacionado a lo indígena, ¿acaso los demás no tienen identidad cultural?. Aquí notamos claramente un rasgo racista, se reconoce las identidades indígenas, pero se mantiene la idea de que los mestizos sí forman una unidad étnica, manteniéndolos como mayoría frente a las “minorías indígenas”.
Pero ya podemos ver un avance en reivindicaciones identitarias como del pueblo manta-wankawillka en Ecuador, que se reconoce indígena aunque haya perdido su idioma. Más interesante aún me parece el caso de los montubios, mestizos de Manabí (también Ecuador) que se plantean como una identidad específica. Una característica de la diversidad étnica es el lenguaje, no sólo el idioma, sino las formas diferentes de hablar, las variaciones dialectales (el quechua tiene más de 40 dialectos, el español muchos más); pero además hay costumbres y otros componentes que definen cada identidad. Los afrodescendientes también suelen ser mencionados como un solo grupo, aunque incluso tienen dialectos diferenciados.
Estas reflexiones tienen que ver con los recientes sucesos en Bolivia. ¿Porqué el sector oriental no aprobó la Constitución?, no basta con decir que es manipulado por la oligarquía, siguiendo un viejo discurso que prioriza el tema de manipulación al “pueblo ignorante”. Hay que ver la existencia de un nacionalismo “camba” que –como todo nacionalismo- oculta las diferencias de clase.
Habría que rastrear un poco el discurso indianista iniciado por Reinaga y seguido por el “Mallku”, “la nación aymara” que luego incorporó lo quechua, sin querer ayudó al crecimiento de “la nación camba” como contraparte. Una disputa de mayorías en las que las minorías se ven forzadas a sumarse a uno de ambos, me refiero a los indígenas pero también a otros sectores mestizos. Quizás una propuesta plurinacional más inclusiva podría debilitar de paso el nacionalismo camba-cruceño, reconociendo identidades y autonomías a chapacos, chaqueños, vallunos y demás.
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