miércoles, 18 de septiembre de 2019

El humano es un parásito

Un parásito es un tipo de organismo que obtiene la energía necesaria para vivir de otros seres, pero a diferencia de los predadores, no los caza ni elimina para alimentarse de ellos, sino que obtiene dicha energía dentro del ser parasitado, es decir que vive en él y de él. 
Puede parecer absurdo comparar a nuestra especie racional con ese tipo de seres, pero es una paradoja posible. Los humanos fuimos una especie colectora y carroñera hasta que su habilidad de razonar le permitió adquirir nuevas habilidades, su gran hazaña inicial fue el control del fuego. Pero en su larga historia, aprendió a aprovecharse de otros organismos y llegó a controlarlos, claro que para que suene bonito lo llamamos domesticación. En esencia fue un proceso por el que alteramos el modo de vida de otras especies, garantizándoles seguridad pero aprovechándonos de ellas de la misma forma que hace un parásito.
Con el tiempo, modificamos la estructura biológica misma de esos organismos, creando variedades o razas acordes a nuestras necesidades o conveniencias. A medida que invadíamos todos los ecosistemas del planeta, “nuestros” animales y plantas se multiplicaban con nosotros, quitándoles territorio y recursos a miles de otras especies que poco a poco han ido extinguiéndose.
Esta no es una disertación animalista. No sólo animales y plantas han sido nuestros proveedores de recursos, también hemos alterado los ciclos naturales y climáticos, los propios ecosistemas han sido parasitados por nuestras sociedades. El cerro Potosí es un buen ejemplo de un ataque parásito prolongado. Pero este tipo de parasitismo no es individual, son las sociedades humanas las que se hospedan en entornos que van destruyendo, tal como todo buen virus, hasta matar al organismo parasitado, para ir inmediatamente a buscar otra víctima.
En este vivir de otros seres, muchos humanos pierden salud y bienestar, pero eso no importa, porque el ser que se beneficia no es el humano, sino la sociedad, es decir el grupo social construido por esos mismos humanos. Esto ha llevado a que exista autoparasitismo en nuestra especie, surgen así las castas y clases sociales, unos viviendo del esfuerzo de otros, todo en aras del bienestar de la sociedad.
Llegados a este punto, es bueno reconocer que no todas las sociedades han parasitado a igual escala, aún hoy en día existen pueblos que siguen recolectando y cazando, la mayoría de sociedades agrícolas no destruyen su ecosistema, y el nivel de depredación es diferente entre los estados actuales. Esto significa que nos volvemos más parásitos en tanto nos creemos más “desarrollados”.
Pero el humano es a la vez racional, el único parásito que puede modificar su situación porque puede ser consciente de ella. Y vaya que lo intentamos, las rebeldías contra el capitalismo fueron y son un intento de parar la explotación entre humanos, y contra los demás seres también. La cura contra el mal provocado por el virus humano es el propio ser humano. Pero como en todo caso de parasitismo, la solución pasa por eliminar a los parásitos, esto es, a los humanos y las instituciones humanas que reproducen el parasitismo, ya sea que se niegan a abandonar ese modo de vida o porque ni se dan cuenta de lo que son. Nadie le pide permiso a un parásito para eliminarlo de su cuerpo, es solo cuestión de sobrevivencia.

3 comentarios:

Alexisgarcia130392@gmail.com dijo...

Wow, me encantó esa reflexión y es verdad,al menos, suscribo la idea del autor.

Unknown dijo...

Está bien planteado el problema pero no la solución a otro nivel epistemológico los, virus, las bacterias, los microbios y los parásitos posibilitan la vida, excepcionalmente la regulan o reaccionan a ciertos organismos. Los parásitos en nuestras sociedades más evidentes resultan ser los políticos. La inteligencia que la ciencia ha acumulado durante siglos debiera servirnos para regular que parásitos consideramos necesarios para la reproducción de la vida y cuáles no. Pero no creo que los políticos estén listos para ese debate. Saludos

Rolando Cubas dijo...

Bastante verdad en tu apreciación