miércoles, 19 de abril de 2017

Latinoamérica es una creación colonial



Hemos crecido pensando que somos parte de una gran nación dividida en muchas repúblicas por la mezquindad de sus dirigentes. “La patria grande” que los izquierdistas intentaron construir, el mundo “latino” que los derechistas nos hacen aceptar; parten de un pensamiento pannacionalista similar al “mundo árabe” o la “gran Rusia". Si esta última apela a reunificar todos los países que fueron parte de la URSS (y  de los dominios del Zar), y el mundo árabe es directo descendiente de los sucesivos califatos; En el caso latinoamericano, ¿cuál es el origen simbólico de la idea de esta “patria grande”?, pues el imperio colonial español.
En la segunda mitad del siglo XVI, la corona española había logrado construir el más extenso imperio de su época, constituido por sus dominios coloniales. Si bien estaban divididos en virreinatos y capitanías, el sentido identitario era uno sólo, la madre patria era España y españoles eran todos sus súbditos. Todos hablaban castellano y debían tener el catolicismo como única religión. Claro que había el problema de las muchas etnias indígenas del territorio, a quienes los españoles veían como bárbaros a los que había que civilizar, así como los romanos vieron a su vez a sus conquistados.
El siglo XVII el imperio se consolida anexando Portugal y todos sus dominios, aunque esta “unión” no sobrevivió al siglo, quedó la unidad cultural de ambas “naciones” como defensores del catolicismo ante el crecimiento protestante europeo. Si en Europa se veían como defensores, en América lo hacían como difusores de esa fe amenazada por la “herejía”. Pero esa no fue la única diferencia, los peninsulares tenían un estatus diferenciado al de los territorios coloniales, había españoles y españoles americanos. Y así, poco a poco fueron gestándose corrientes que esperaban regular o reinvertir esa situación. La expulsión de los jesuitas también fue motivada por el temor del Rey al poder que esa orden religiosa había adquirido en América.
La independencia de Latinoamérica fue facilitada por el debilitamiento del poder español en Europa, así como el crecimiento de Inglaterra, que en el siglo XIX contaría con el mayor imperio colonial. La Constitución de Cádiz intentó borrar las diferencias península-ultramar, pero ya era tarde, los españoles americanos se sumaron a la rebelión y se declararon independientes de España. El imperio quedó fragmentado, pero no se perdió la idea de reunificación. El propio Bolívar intentó construir una gran nación, dando origen a esa idea de la “patria grande”. Las élites criollas se encargaron de controlar las rebeliones indígenas y negras, pues aunque estas les habían ayudado a derrotar al ejército español, no iban a tolerar que la revolución política se convirtiera en revolución social.
Entonces surgió la denominación de “América Latina” y su diferenciación con “Angloamérica”. Si revisamos los mapas, queda claro que América Latina se corresponde con el imperio colonial del siglo XVII. No incluye las Guyanas pero sí todo el caribe y Belice (país de habla inglesa). La característica cultural que une a todos estos países es la tradición católica, el idioma mayoritario es el castellano y las poblaciones se consideran “mestizos”, como decía Bolívar, “no somos españoles, no somos indios”. Esa idea del mestizaje pretende borrar las diferencias étnicas y culturales, silenciando la discriminación y marginación a las poblaciones “no latinas”, prolongando la dominación sobre las poblaciones originarias y minorías étnicas.
Esa idea de una gran nación (la madre patria) es un nacionalismo en términos macros, pero subalternos. El ciudadano latino piensa en el mundo en dos términos: Europa y Norteamérica frente a Latinoamérica. Sus referentes son sólo esos, lo nuestro es lo latino y lo ajeno lo del norte, ignorando que existen otros “mundos” en el planeta. Lo que un latino sabe de los árabes, africanos, hindús, surasiáticos, chinos, es a través de Europa y Norteamérica. Por eso los despistados conservadores locales apelan a la “hispanidad” oponiéndola al indigenismo, su mirada no alcanza a ver más allá de sus parámetros subalternos.
Esa idea de la gran nación es la principal reminiscencia de la mentalidad colonial, no podemos descolonizarnos si pretendemos hacerlo desde patrones coloniales. Como bien decía Gonzales Prada hace cien años, pensemos en el mundo como pueblos y no como naciones, pensemos que nuestra única patria grande es el planeta todo, y tengamos por identidad colectiva la de nuestra localidad y región como base, reconociendo que cada cultura, cada comunidad, es igual de valiosa como la nuestra.

Roberto Ojeda Escalante

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