jueves, 22 de agosto de 2013

Los enemigos de Garcilaso: La construcción de la historia de los inkas

Roberto Ojeda Escalante
La historia la conocemos según la versión de quien la relata. Nuestros abuelos nos cuentan lo que quieren que sepamos, del mismo modo lo hacen los profesores, pero mientras los abuelos nos cuentan la versión de nuestra familia, los profesores obedecen a una visión más amplia, que puede ser la del Estado, la de una clase social o la de una ideología a la que ellos pertenezcan. La historia nunca es neutra cuando se relata. Por eso es importante entender cómo se construyen y reconstruyen las diferentes versiones de la historia, y cómo algunas de estas llegan a oficializarse.
Si bien la forma más común en que conocemos la historia es por los relatos de los profesores, estos a su vez obedecen a relatos más estructurados elaborados por los “intelectuales”. Una de las mejores formas de ejemplificar esto es revisando la construcción y reconstrucción de la historia inka durante los últimos 400 años.
La historia prehispánica según los invasores
Una vez conquistado el mundo andino por Europa, la historia de su largo pasado pasó al formato escrito en algunas obras editadas en España a mediados del siglo XVI. Hasta entonces, la historia andina había tenido otras múltiples formas de relatarse, pero con la invasión europea llegó también uno de los pocos inventos[1] que aportarían mucho en esta parte del mundo: la escritura alfabética.[2]
Los primeros textos que se escriben sobre los andes son las crónicas de la conquista, que son relatos de las “hazañas” y de los hechos de los conquistadores, algo así como las crónicas periodísticas de la actualidad[3], sin mayor interés historiográfico. Ya a mediados del siglo XVI aparecen en España los libros de López de Gómara (1552), Cieza de León (1553), Bartolomé de Las Casas y Agustín de Zárate (1555), que relatan la historia prehispánica de América (Gómara y Las Casas) o el Perú (Cieza y Zárate). La intención de estos autores es dar a conocer la historia de los pueblos conquistados, en un afán historiográfico sin desprenderse de los prejuicios propios de su entorno cultural (occidental-católico), aun así, en el caso de Cieza y Las Casas es clara una identificación con los vencidos y su defensa de los indígenas.
Esos textos se convierten en la principal fuente para historiadores posteriores, insertando algunas ideas que se generalizan con el paso de los años. Varios cronistas escriben por encargo de las autoridades durante el siglo XVI, pero sus obras no llegan a publicarse, aunque sus manuscritos suelen ser revisados por autores un poco posteriores, pues los documentos de este tipo circulaban más o menos por los mismos espacios (la escritura no estaba tan difundida en esos años). La mayoría de los escritos que se producen en la segunda mitad del XVI intentan justificar la invasión (eran ordenados por las autoridades) y la principal justificación que encuentran es la necesaria evangelización de los indios. Esto es más organizado durante el gobierno del virrey Toledo (1568-1580), las obras de Polo, Cabello Balboa, Molina y Sarmiento principalmente, pero también las “visitas” que realizan diversos funcionarios.
Visión cristiana de la historia andina
En la década siguiente surge una nueva corriente encabezada por los jesuitas. Esta orden religiosa surgió en la segunda mitad del siglo XVI con el objetivo de combatir la reforma que había dividido a la cristiandad europea, y halló en la evangelización de América la forma de captar nuevos fieles, por lo que había que evitar la esclavización de los indios. Influenciados por Las Casas, defienden la humanidad de los indígenas para así poder cristianizarlos. Los jesuitas ven en el poder político un rival del poder religioso (divino) y esto influye también en sus acciones. En 1584 se realiza un Concilio en Lima, donde las ideas jesuitas adquieren preponderancia, y entre esas ideas se da la necesidad de reescribir la historia prehispánica, que justifique la evangelización pero condene la invasión.
El jefe de la orden en Perú, José de Acosta, publica la “Historia natural y moral de las indias” en 1590, traducida al inglés en 1604 (nótese la rapidez en que la obra se difunde). Aunque el libro parte de una visión religiosa, busca explicaciones científicas más que providencialistas. En el mismo concilio estuvieron los jesuitas Anello de Oliva y Blas Valera, que también escribieron sobre los inkas, pero no publicaron sus obras. Los jesuitas reinterpretan la historia y los mitos andinos, mostrando que los indígenas estaban prestos a la llegada de la evangelización, pero la violencia de conquistadores y funcionarios coloniales dificultaba esta labor.
Esta idea influye también en autores de otras órdenes (el mercedario Morúa, el Agustino Calancha, etc.) y de mayor manera en indígenas y mestizos. El lucana Guaman Poma y el k’ana Santa Cruz Pachacuti, transcriben muchas características de la forma andina de contar la historia, y la hacen encajar en el discurso cristiano. Ellos van más allá, pues relatan que un apóstol ya había cristianizado a los indígenas siglos atrás[4]. Ambos autores no tuvieron contacto entre sí y sus libros no se publicaron hasta el siglo XX, por eso las coincidencias de sus escritos son una importante muestra del pensamiento andino.
El mestizo Garcilaso de la Vega escribió en España, motivado por escritos anteriores que quiso “corregir” con los “Comentarios reales de los incas”. Parece que su principal inspiración fue parte de la obra inédita de Valera, un jesuita mestizo como él que murió en España. Garcilaso pretende engrandecer a los incas para contrarrestar la visión oficial de la historia, y los muestra también esperando la evangelización[5]. El libro se publicó en 1609 sin mucha suerte, pero lo suficiente como para influir en los historiadores coloniales[6]. La edición de 1723 sí se difundió masivamente en territorio sudamericano, convirtiéndose en el soporte ideológico para lo que hoy denominamos “nacionalismo inca”, los caciques “ingas nobles”[7] usan como principal lectura ese libro, tanto que después de la rebelión de los Tupa Amaru (1780-1783) la represión prohíbe la lectura de Garcilaso.
Visión criolla de la historia
Cuando España es desplazada por Inglaterra como primera potencia mundial, las condiciones permiten triunfar a los criollos independentistas, que organizan repúblicas en los antiguos territorios coloniales. Estos usan un discurso nacional para justificar las nuevas entidades políticas, entonces se retoma la lectura de Garcilaso, se ensalza lo inca y lo cristiano, condenándose solo la violencia y la dominación política española. La visión del pasado inka siguió siendo la que los jesuitas habían construido.
Durante muchos años la república estuvo gobernada por caudillos militares que se hacían elegir presidentes con el respaldo de sus tropas, poco a poco estos militares fueron desplazados por partidos políticos que seguían el modelo del electoralismo norteamericano y europeo,[8] hasta que en 1895, los hacendados intentan gobernar todo el país, para lo que había que unificarlo. Surge entonces una nueva resistencia indígena, agravada por el crecimiento de las haciendas. Los intelectuales oficiales (burgueses y hacendados) consideran la diversidad cultural una traba, mientras surgen voces indigenistas que proponen que la base de la nacionalidad peruana es lo indígena andino. En medio de este debate quedan los que proponen el mestizaje como solución.
A inicios del siglo XX creció el gusto por el pasado y mientras se investigaban lugares arqueológicos, también se redescubrieron libros inéditos de tiempos coloniales. Varias crónicas vieron la luz en las primeras décadas del siglo pasado, los escritos de Betanzos, Sarmiento, Guaman Poma y Santa Cruz Pachacuti enriquecieron las fuentes con que contaban los historiadores hasta entonces. La diversidad de crónicas recién publicadas contradecían varias verdades que se repetían desde el libro de Garcilaso.
Retomando los debates de Garcilaso
La arqueología redescubrió sociedades complejas más antiguas al Tawantinsuyu, de las que apenas se hacía mención en las crónicas. E igual de importantes fueron los aportes de la etnohistoria, que impulsaron a interpretar la diversidad de documentos coloniales, tarea iniciada aún con las publicaciones de Jiménez de la Espada en 1881, pero que serían abordados seriamente en la segunda mitad del siglo XX. Los historiadores modernos comenzaron a formular nuevas teorías sobre la época inka, reinterpretando las crónicas, los documentos coloniales y los hallazgos arqueológicos. Recién en esta etapa se habló del imperio Wari, se diferenció las sociedades moche y chimú, se reinterpretaron las instituciones inkaikas, sus lenguas y creencias.
Una de las acciones de los nuevos historiadores fue condenar a Garcilaso, Rostworowski lo llamó mentiroso, Macera criticó su vida acusándolo de oportunista[9], la mayoría no llegó a esos extremos, pero sí se generalizó la idea de que los “Comentarios reales de los incas” no eran una fuente histórica que nos aproximase a la verdad. Garcilaso había escrito para “corregir” a los autores españoles -tal como lo afirma él mismo-, ponderando e idealizando a sus antepasados inkas, extendiendo el tiempo de su gobierno a 400 años y negando la existencia de civilizaciones antes de ellos. Los historiadores y arqueólogos modernos demostraron que ambas afirmaciones eran falsas, no solo la arqueología probaba que la época inka-imperial duró menos de un siglo, lo decían también algunas crónicas. La desmitificación del idílico “buen gobierno” inka fue más fácil.
En vano los esfuerzos de garcilacistas como Valcárcel, que en 1934 halló importantes vestigios arqueológicos en Saqsaywaman (Cusco) basándose exclusivamente en el libro de Garcilaso. Con los años se prefirió revisar las crónicas tempranas (de mediados del siglo XVI) y los documentos dados a conocer por importantes etnohistoriadores. Sin embargo, así como Garcilaso cayó en errores por ese afán “corrector”, quienes pretendieron corregirlo a él también cayeron en errores aún mayores que los del inca.
Visión mestiza de la historia prehispánica
Ya sabemos las intenciones de Garcilaso al idealizar lo inka, falta saber cuáles fueron las intenciones de quienes pretendieron corregirlo en el siglo XX. Ellos decían que solo el afán de hallar la verdad, pero esto es tan legítimo como las motivaciones de Garcilaso. Nos ayudará a entenderlos el saber de “dónde” vienen, es decir cuál fue el entorno cultural que pudo influir en las hipótesis que formularon y que hoy tomamos como verdades, así como hace 100 años se tomaba como verdad la palabra de Garcilaso.
En el siglo XX, en los países industrializados se impuso la visión científica para comprender la sociedad, crecieron las disciplinas llamadas ciencias sociales y la historia fue incluida en este paradigma. Al ser nuestros países sociedades colonizadas y subalternas, pronto esa nueva tendencia se impuso también aquí. La historia pasó a ser cuestión de especialistas que estudiaban en las universidades, en la segunda mitad del siglo lo principal de la intelectualidad peruana se concentró en las universidades de San Marcos y la Católica. El centralismo de lo académico casi nunca es mencionado, pero basta revisar cómo los autores de Lima casi nunca citan autores provincianos, marginándolos así de su élite.
Los historiadores más difundidos y aceptados son mayormente limeños de un regular o buen nivel socioeconómico, que en su antigarcilasismo podrían esconder una actitud antiandina, propia de la cultura en la que se criaron[10]. Esos años el discurso oficial del Estado ponderaba el mestizaje y la necesidad de unir la nación en un sentido moderno, por lo que seguir avivando las contradicciones entre indigenistas e hispanistas era considerado negativo, visto como una rémora. Había que golpear a los inkaístas, disminuir la idealización del inkario así como la satanización de la colonia, reduciendo los temas raciales.
Por otra parte, la izquierda marxista necesitaba legitimar su discurso en la historia nacional, así que se dedicó a hacerla encajar en sus moldes, encontrando explotación donde Garcilaso veía armonía, y degradación del indígena donde los indigenistas veían resistencia cultural. Así fue que no solo bastó probar que los inkas no eran buenos, había que mostrarlos malos; no bastó con decir que Garcilaso era un apasionado, se llegó a decirle mentiroso. Y a la invasión española se la explicó desde el imperialismo y contradicciones de clase, que no obedecían a una cuestión racial, como lo sentían muchos indigenistas.
400 años después
Y fueron surgiendo hipótesis como que los chancas o los aymaras fueron invasores que destrozaron las culturas pre-existentes; fue el boliviano-polaco Posnasky quien formuló esta idea aún bastante difundida, en la que los actuales aymaras son casi igualados a los españoles en tanto invasores de una civilización anterior. Pero la arqueología no encuentra restos de esas supuestas invasiones sino más bien una continuidad, los aymaras y los chankas simplemente son descendientes de los tiwanakus y waris.
Relacionado a lo anterior es el tema del idioma. La teoría más aceptada sobre el origen de las lenguas quechua y aymara las hace nacer en la costa central, usando entre sus fuentes una mención de la crónica de Morúa. Pero La forma en que las lenguas quechua y aymara habrían viajado desde la costa central hasta el Titicaca contradice la dinámica móvil y cambiante de los idiomas, además, ¿cómo es posible que un idioma nacido junto al mar no conozca la palabra mar?[11] Algunos autores están replanteando estas teorías, ubicando el origen del quechua y aymara en la dispersión que pudo ocasionar la expansión tiwanaku-wari.[12]
No solo Garcilaso fue desdeñado, pasó lo mismo con los cronistas indígenas, incluso apareció la novelesca teoría de que Guaman Poma no fue autor de su libro[13]. Pero ¿qué hay detrás de todo esto? En la sociedad del espectáculo, cada profesional no debe contentarse con hacer su trabajo, está presionado a realizar algo espectacular, algo que lo haga conocido, famoso. Entonces se inventan y reinventan teorías que llamen la atención. Además, estas teorías van acorde al pensamiento hegemónico de turno, cuando el marxismo estaba de moda, algunos autores vieron en los inkas una sociedad casi socialista, con el avance de los estudios científicos se prefirió verlos como un imperio al estilo asiático y así también se quiso ver a los waris. La intención era probar la universalidad de la interpretación marxista de la historia, pero con los años y mayores estudios, estas visiones se van desvaneciendo.[14]
El redescubrimiento de la cultura Caral hiso replantear las explicaciones de cómo se había desarrollado la cultura en los andes, pues demostraba que la civilización nació junto al mar, en pueblos de pescadores que no conocían la cerámica. Habiéndose propagado luego por la zona andina. Lo curioso es que las leyendas sí hablaban de estos lugares y estos procesos.[15] ¿La explicación prehispánica de la historia vuelve a estar presente?
Hoy en día existen conflictos sociales y culturales entre el capitalismo neoliberal y su globalización por un lado, y los pueblos y movimientos indígenas en el otro. Cada “bando” usa su propio discurso histórico. Por un lado, desde la academia se trata de hacer ver que los indígenas eran igual de malos y abusivos que los europeos (invasores aymaras y chankas, guerreros violentos moches e inkas). Por el otro, se llega a idealizar lo prehispánico e indígena para presentarlo como una alternativa ante la crisis de la civilización moderna. Ambas tendencias hacen perder la posibilidad de conocer realmente nuestra historia sin prejuicios.
Pero lo que está claro es que seguimos siendo una sociedad subalterna y es importante liberarnos del síndrome colonial[16] que nos impide aceptar nuestro pasado en su enormidad. Arqueólogos e historiadores siguen andando aislados, no existen cátedras de historia oral en el país (siendo la oralidad la principal forma de transmitir historia en las comunidades), las teorías siguen produciéndose con la venia de la Universidad Católica para tener éxito (si la Católica no lo difunde no es valorado). Hoy tenemos más herramientas que Garcilaso para “corregir” la historia, aprendiendo del pasado para no llegar a exageraciones, pero haciendo que la historia sea útil para nuestros pueblos, que les de fuerza para afrontar los problemas del presente.



[1] Tomando en cuenta de los muchos inventos existentes en los andes, los que trajeron los occidentales no son tantos ni de tanto impacto, salvo algunos cuantos como la rueda, la espada y la escritura, que modificaron la vida antigua.
[2] En las últimas décadas, varios investigadores han ido encontrando suficientes indicios de que sí existía escritura en los andes prehispánicos, pero no llegaba a la tan práctica escritura alfabética que fenicios y griegos heredaron al viejo mundo.
[3] Escritas al gusto del que las paga.
[4] Guaman Poma lo atribuye a San Bartolomé y Pachacuti a Santo Tomás, a quien mezcla con el mítico Thunupa. Ambos autores eran indígenas nobles bastante cristianizados, incluso Guaman Poma tuvo contacto con Morúa y probablemente ilustró algunos dibujos de la crónica del mercedario.
[5] Pone en palabras de Wayna Qapaq la idea de que existía un dios superior al sol.
[6] Montesinos, Cobo, Esquivel y Navia; todos usan como principal fuente a Garcilaso.
[7] Los caciques eran descendientes de los antiguos gobernantes andinos llamados kuraqas, los que descendían de las panakas y funcionarios inkas se llamaban además “ingas nobles”. La mayoría de los líderes rebeldes provenían de este sector.
[8] Los tiempos republicanos tuvieron al país bastante desorganizado, mientras los militares peleaban por el poder como los antiguos romanos, las provincias comenzaron a ser gobernadas en la práctica por los hacendados, cuando estos crecieron como clase dominante, se organizaron y tomaron el poder acaudillados por Piérola en lo que se conoce como la “república aristocrática”.
[9] Años después, Macera mismo participó de un transfuguismo político muy criticado, como prueba de que la historia suele repetirse, a veces como tragedia y a veces como comedia, tal como lo dijo Marx.
[10] Es una curiosa coincidencia que varios tengan apellidos extranjeros y hasta sean extranjeros.
[11] En quechua al mar se le denomina “mama qocha”, madre laguna. A diferencia del quingnam de los chimú que tiene la plabra Ni y que es además su principal deidad.
[12] Ver por ejemplo “La arqueología wari y la dispersión del quechua” de Isbell.
[13] Los famosos documentos Miccinelli aparecidos en Europa y que demostrarían que el libro de Guaman Poma en realidad fue escrito por Valera. Se armó toda una especulación con estos documentos, pero no los mostraron libremente a los escépticos, generando más dudas. Hay suficientes contradicciones lingüísticas para sospechar que se trata de un fraude.
[14] Principalmente porque la sociedad andina muestra características originales y más complejas que las teorías modernas, y porque los propios estudios modernos van encontrando restos arqueológicos que obligan a reinterpretar estas teorías.
[15] El mito de Pachakamak y Wichama (Teruel y Calancha)
[16] Término difundido por los músicos Pablo Ojeda y Manuelcha Prado, para describir esa mentalidad colonial llena de prejuicios que nos persigue casi inconscientemente, haciéndonos desvalorizar lo nuestro.

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