El eje de la derecha en Sudamérica
Los resultados de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales de Chile fueron resumidos por el caricaturista peruano Carlín con la precisión que sólo el podría: Piñera subiendo al carro de Estados Unidos, conducido por Obama y en el que ya se encontraban Uribe y Alan cómodamente sentados. La imagen, a más de despertarme risa, me motivó ciertas reflexiones: ¿Hay similitudes entre los tres países que padecen estos gobernantes?, ¿qué diferencias tienen con los otros países del continente?
En el caso de Colombia y Perú, las guerras internas proporcionaron a sus gobiernos la coartada para establecer regímenes autoritarios, recurriendo al terror bien administrado por el Estado. Esta recurrencia tiránica llegó a implementar el miedo como forma de control político en la sociedad[1], Fujimori implantó el neoliberalismo sin mayor oposición, desfilando tanques y encarcelando a cualquiera, el miedo se volvió tan habitual que despolitizó a casi toda una generación. No se trataba de miedos infundados, aquí el que se oponía podía ser arrestado por un supuesto delito de “apología del terrorismo” o eliminado como los de la Cantuta. La situación en Colombia ha sido similar en los últimos años, cualquier acto de protesta es tildado de apoyar a la guerrilla o a los narcos.
El neoliberalismo no se impuso de igual forma en el continente. En Venezuela fue resistido desde el momento de su instalación, el famoso Caracazo de 1989 se dio cuando aquí sufríamos los peores años de guerra. Durante los años 90 Venezuela vio creciendo una lenta resistencia que llevó al poder a Chávez en las elecciones de 1998. Mientras acá el neoliberalismo se afianzaba, allá ya era cuestionado. En el caso de Bolivia y Ecuador, si bien las reformas neoliberales se implementaron con respaldo, los movimientos indígenas andaban ya organizando movilizaciones inesperadas. Brasil vio crecer el Movimiento de los Sin Tierra en esos años y Argentina llegó a estallar el 2001, generando movimientos tan interesantes como las fábricas bajo control obrero[2].
Hoy, todos ellos, mas Paraguay y Uruguay, tienen gobiernos reformistas que se alejan de los dictados neoliberales, unos más otros menos, pero la hegemonía de la derecha se ha perdido o debilitado al menos en el imaginario de sus sociedades. En todos esos países no hubo “guerra interna” reciente, los neoliberales no pudieron recurrir al fantasma del terrorismo, como lo hacen nuestros gobiernos ya más de dos décadas. Porque no son Alan y Uribe solamente, ellos sólo heredaron un modo de gobernar establecido por regímenes como el de Fujimori.
En Chile el neoliberalismo fue impuesto antes que en el hemisferio norte, fue el experimento. Y para imponerlo y experimentarlo, mataron al presidente Allende y a miles de líderes sociales, militantes y activistas. La dictadura de Pinochet quiso aniquilar a sus opositores y criminalizó luchas y pueblos enteros como los mapuches. A fines de los 80 se estableció un gobierno transitorio que no modificó el modelo económico, el gobierno de la Concertación[3] duró 20 años sin alterar en esencia el régimen anterior. El miedo dominó la opinión pública, era preferible mantener este gobierno antes que volviese la derecha, aunque no cambiase mucho, era preferible antes que el retorno del pinochetismo[4].
Ese miedo no sólo controló a las izquierdas, aprovechó el debilitamiento de estas para difundir su mensaje, sin muchas mentes informadas que pudieran rebatirle (la mayoría estaban muertos, presos o arrinconados) y controlando los medios de comunicación, se mostró como única opción posible. Por eso Uribe tiene 60% de aprobación, por eso Piñera logro el 51% de los votos, por eso Fujimori aún tiene seguidores en los sectores pobres. Aquí hasta volvió Alan (aunque en Bolivia también había sido reelegido el exdictador Banzer y miren todo lo que pasó después).
Las campañas a favor del neoliberalismo siempre han estado ligadas a campañas de “embrutecimiento” de la población, la prensa “chicha” del fujimorismo es su mayor logro. En realidad se trata de campañas para debilitar las identidades locales, fomentando la alienación que siembra conformismo y una identidad sumisa. Esto se dio en todos los países, pero es interesante constatar que donde más resultados tuvo fue donde el miedo se había generalizado. En el caso de Chile, es un país polarizado, pues si bien la derecha ha seguido dominando, un gran descontento se fue incrementando hasta la singular “rebelión pingüina”[5].
Una de las campañas utilizadas por estos gobiernos es la satanización de regímenes contrarios. Chávez y Evo son los monstruos del continente, su mano aparece detrás de toda protesta así como antes aparecía el “fantasma” del comunismo. El logro de estas campañas no sólo está en los liberales y derechistas que sabemos nunca han sido inteligentes, por eso son manipulables (aunque provengan de clases medias y sectores populares, al final se creen los cuentos de arriba). El logro mayor está en que parte de las izquierdas también comparte esas apreciaciones, tildando a Chávez de autócrata por su origen militar[6] y a Evo de “manipulado”[7] por Chávez, criticándolos casi más que a los neoliberales.
Por otra parte, las derechas y las izquierdas ponen de ejemplo gobiernos como el de Lula o Bachelet (mientras gobernó Chile). Apliquemos simple lógica, si la derecha los alaba algo malo deben tener. Quizás el ascenso de Piñera esté poniendo fin a un tiempo de paz negociada, de paz cobarde, iniciando un sinceramiento de las cosas. La situación es que tenemos que enfrentar nuestros miedos para poder enfrentar a nuestros opresores sin temor. Como lo hacen los movimientos ya sea en Brasil o Ecuador, donde la derecha tolera gobiernos de centroizquierda ante el temor de que entren otros más “radicales”. En esos países se ha volteado una tortilla, los pueblos han vencido sus miedos y las derechas empiezan a negociar, por miedo.
Los movimientos sociales tampoco han callado ante los gobiernos de Evo y Chávez, aún cuando estos son de izquierda[8], no les dan apoyo incondicional. La experiencia enseña que si queremos libertad no podemos someternos a nadie por más bueno que este sea o parezca, pues ya vimos lo que pasó con el “socialismo real”[9].
Tres tristes triunfos los de Uribe, Alan y Piñera. El primero por la prolongación de un tirano comprobado, el segundo por la mentira y traición más descarada, y el tercero por el retorno de los criminales. ¿Tres tontos pueblos? Por lo menos no en el Cauca, en Bagua o el Wall Mapu; no en los awás que enfrentan la muerte, los quechuas que enfrentan la mina o los “pingüinos” que enfrentan el mal futuro. Al menos ellos y muchos otros están derrotando a sus miedos; por lo menos los Vargas Llosa y grandes medios empiezan a temernos.
[1] Táctica bastante utilizada en regímenes totalitarios como el fascismo, el nazismo o el estalinismo.
[2] Quizá Zanon (o Fasinpat) sea el ejemplo más conocido y más innovador.
[3] Una alianza de varios partidos de centro e izquierda.
[4] Es cierto que esta misma lógica mantiene en el poder a Lula en Brasil, pero en este país los movimientos sociales tienen mayor presencia y el gobierno al menos se desvincula de ciertas políticas neoliberales.
[5] Rebelión estudiantil, de los colegios, las generaciones más jóvenes desataron una protesta antisitémica masiva a mediados de esta década.
[6] Digamos que sí es caudillista, pero lo son también todos los neoliberales.
[7] Es un claro acento racista que los andinos debiéramos notar al instante. Evo está aliado con Chávez, el mayor tiempo de gobierno y mejor economía venezolana lo hacen apoyar en mayor proporción, pero eso no quiere decir que Bolivia esté dependiendo de Venezuela.
[8] Se que muchos izquierdistas pegan el grito al cielo ante esta afirmación, porque no es lo que dicen sus “biblias” marxistas. También los más anarcos dirán que no son realmente gobiernos de izquierda, pero partiendo de la certeza de que nunca existirá un verdadero gobierno popular (pues todo gobierno requiere niveles de control y represión), son lo más izquierda que existe en ese espacio.
[9] Nombre dado a los regímenes comunistas que en el siglo XX dominaron gran parte del planeta, oprimiendo también a sus pueblos.
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