jueves, 28 de enero de 2010

Diluvio en el sur andino


Las leyendas más antiguas de estas tierras cuentan que alguna vez las aguas inundaron toda la tierra, borraron el mundo antiguo y sólo sobrevivieron unos pocos que se refugiaron en las más altas montañas. Fue el Unu Pachakuti y los sobrevivientes iniciaron el nuevo mundo, venerando a las montañas que les habían servido de refugio, desde entonces considerados Apus.
Sabemos de varios cambios climáticos en nuestro pasado, recordados en esos mitos y en leyendas como las de las “aldeas sumergidas”, existentes en varias lagunas andinas. Los arqueólogos han hallado construcciones dentro del lago Titicaca, en la zona de Tiwanaku, y según ellos la propia ciudad de Tiwanaku presenta características de puerto, lo que hace deducir que un tiempo el agua bajó tanto que construyeron en lo profundo y en otra época subió tanto que llegó hasta el Tiwanaku. También sabemos que las culturas Moche y Nazca decayeron por los cambios climáticos que secaron la costa.

Pero todos esos cambios fueron largos procesos que obligaron a las poblaciones a adaptarse a los nuevos climas. Hoy en día, vivimos un periodo de calentamiento planetario que es acelerado por la emisión de ciertos gases producidos por las industrias, los llamados “gases de efecto invernadero”. La sociedad industrial contribuye a acelerar los cambios climáticos a un ritmo que no es posible adaptarnos, por eso estos desastres nos sorprenden tan fuertemente. Estamos pagando las consecuencias del capitalismo y la inconciencia de las sociedades industriales de los países del norte, que producen la mayor contaminación ambiental.

Esta vez el “fenómeno del niño” llegó con inusual fuerza. Torrenciales lluvias en los departamentos de Cusco y Apurímac han dejado más de 1,300 damnificados (lo perdieron todo) y más de 12,100 afectados (perdieron parte de sus pertenencias). En Cusco hay más de 250 viviendas destruidas, 18 mil metros de carreteras dañadas, dos puentes colapsados y 22 metros de redes de agua potable afectados. También se produjo la muerte de al menos 7 personas.
Los distritos afectados son: Poroy, San Jerónimo, Saylla, Santiago, en la provincia de Cusco; Capacmarca, en la provincia de Chumbivilcas; Ancashuasi, Limatambo, Zurite e Izcuchaca, en la provincia de Anta; San Salvador, Písac, Coya y Lamay, en la provincia de Calca. Los distritos de Andahuaylillas, Lucre y la ciudad de Urcos, en la provincia de Quispicanchi; Ollantaytambo, en la provincia de Urubamba; y la ciudad de Paruro, en la provincia del mismo nombre.
Buena parte de la capital de la provincia de Anta está inundada por el desembalse del Río Hatun Mayu, hay más de 300 familias afectadas, la mayoría perdió sus viviendas y fue precariamente alojada en colegios. Las inundaciones en la pampa de anta afectaron las comunidades de Occoruro, Haparquilla, Markjo y otras del distrito de Zurite.

La ciudad de Quillabamba quedó aislada por sus dos ingresos. Algo similar sucedió con Machupicchu, donde miles de turistas tuvieron que ser evacuados por helicópteros. Algunos excursionistas padecieron una avalancha en el Camino Inca, donde 2 perdieron la vida. La zona más afectada es el llamado valle sur, especialmente el pueblo de Huacarpay en el distrito de Lucre, que fue completamente inundado por la laguna del mismo nombre, sus más de 400 familias se refugiaron en los cerros aledaños. También fue inundado el pueblo de Oropesa en el distrito del mismo nombre, por el desborde del río Huatanay.

Rápidamente se activaron campañas de solidaridad impulsadas por diversas instituciones como la universidad y la iglesia, con el apoyo de los medios de comunicación locales; las lluvias afectaron algunos barrios marginales de la ciudad del Cusco y su centro histórico también está afectado, incluidos muros incas que se derrumbaron en varios puntos.

En Apurímac fueron afectados las provincias de Abancay, Andahuaylas, Aymaraes, Cotabambas y Chincheros. Las lluvias también afectaron la región de Puno, especialmente las provincias de Melgar, Azángaro y Putina. Igualmente en la provincia de Acobamba en Huancavelica, donde hasta se reportaron muertos.

Estas lluvias son las más fuertes que se hayan registrado en los últimos años en la región, la magnitud del desastre ha sido inédita; lamentablemente se evidenció la poca preparación que muchas poblaciones tenemos para afrontar este tipo de desastres, a pesar de la buena voluntad de mucha gente, la ayuda se entorpecía por la falta de coordinación. También apreciamos cómo algunos políticos trataron de sacar provecho de la situación, utilizando este desastre para resaltar su campaña.

Quizás los años futuros estos desastres se incrementen, para lo que tendremos que prepararnos, no ya para mitigar sus daños sino para prevenir y hasta para huir de ellos. Lo que necesitamos es transformar el sistema de vida que nos han impuesto, cuando hablamos de luchar por salvar la vida y la tierra no estamos bromeando, el calentamiento global ya es una realidad y sólo podemos enfrentarlo.

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