miércoles, 1 de julio de 2009

El difícil entendimiento entre dos mundos

Aclaraciones sobre el trasfondo de las protestas

Sectores de la derecha pero también una parte de la población urbana, no terminan por comprender lo que está pasando en nuestros pueblos. A esto se suma la manipulación de muchos periodistas, haciendo necesarias algunas aclaraciones.

- Argumentan que en ninguna parte de los decretos se habla de concesión de terrenos comunales. Es que existe una trampa: las comunidades son propietarias de sus terrenos pero sólo de la superficie, el subsuelo es propiedad del Estado, que los da en concesión a inversores privados. El Estado respeta la propiedad comunal, pero sólo la propiedad de la “capa arable” de 60 centímetros.

- Pretenden un debate técnico, pero las protestas no son por detalles técnicos. Al margen de los beneficios que esos proyectos pudieran traer a una parte de la población, preocupa que sobre todo beneficiarán a las empresas mineras o de hidrocarburos, generando impactos ambientales, sociales y culturales muy perjudiciales. No es contra las normas sino contra el trasfondo que motivan su existencia.

- El sistema está orientado en un modelo de desarrollo que ya ha fracasado a nivel mundial, dando el control de la economía al mercado, es decir a empresas transnacionales (las inversiones privadas). Dicen que quien protesta se opone al desarrollo, cuando en realidad está buscando otro modelo de desarrollo, inspirado en las tradiciones milenarias (allin kausay) y motivado por el fracaso neoliberal.

- Se dice que alguien manipula a los campesinos indígenas, como si no fueran capaces de pensar por sí mismos. A parte de ser racista, esta idea es muy ignorante. Los comuneros sí están informados de lo que les afectará, no porque alguien se los haya enseñado, sino porque antes de asumir una medida de lucha, la discuten en asamblea, apelando a usos tradicionales. Por eso aunque no dominen los temas, sí tienen claro la causa de la protesta. Por eso en unos pueblos es más fuerte que en otros.

Quienes gobiernan y quienes quieren gobernar, no ven más allá de la democracia formal representativa. Sectores intelectuales y la izquierda formal también se quedan en este punto, ocupados en reunir votos, menosprecian las acciones de los movimientos sociales. Hay necesidad de aclarar también estos aspectos.

- No hay unidad sólida, pero poco a poco los movimientos se han acercado, unificando demandas. La protesta amazónica se volvió andina y fue respaldada por los sectores urbanos, que también somos cholos. Hay una unidad que no rompe la diversidad, que está creciendo coordinando las luchas sin que alguien se coloque encima de todos.

- Mientras los políticos procuran partidos con nuevos rostros, los movimientos actúan ante la urgencia del momento, a veces coordinando bien sus acciones, a veces no tanto. La necesidad de detener el último saqueo nos obliga a aprender en la marcha. El neoliberalismo no da tregua.

- Los especialistas hablan y hablan de diálogo. Para ellos es fácil dialogar pues les pagan por eso, pero en cada hora que pasa el malestar del pueblo crece o se prolonga. Así, los movimientos están encontrando nuevas formas de presión social, como los bloqueos o tomas de puentes. La derecha dice que impedir el libre tránsito es un “delito”, pero es un delito mayor no consultar a los pueblos, y en nuestra cosmovisión el peor delito es dañar a la Pachamama.

- A partir del 5 de junio el país se ha polarizado. Toda la derecha (Apra y fujimorismo incluidos) se unen para apurar el saqueo, porque temen que el crecimiento de los movimientos sociales -y un posible gobierno progresista en el futuro- lleguen a frenar sus políticas. Al otro lado, crece una nueva izquierda social, se generalizan algunas demandas y la sabiduría indígena se hace visible.

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