jueves, 18 de junio de 2020

La casa de Mama Coca (cuento)



Por: Emperatriz Escalante Gutiérrez

Van la abuela y la nieta, se van por el río en su bonita canoa, les lleva la corriente, ellas van cantando. También canta el río con su numerosa corriente, cantan las ramas, cantan las hojas, cantan los árboles, cantan los pájaros con millones de trinos, cantan los insectos y las flores, toda la naturaleza canta en un inmenso himno a la vida, a la Pachamama, a la Mama Coca.
-          ¿Abuela nos falta mucho todavía? – pregunta la niña.
-          Recién comenzamos nuestro viaje – responde la abuela.
-          ¿Estamos buscando la casa de Mama Coca? – dice otra vez la nieta.
-          Claro que sí – responde la vieja – tenemos que encontrarla, me contaron mis abuelos y los más viejos del pueblo que si seguíamos el camino que nos indiquen los hermanos centinelas, podremos encontrarla. Ellos dicen que está hecha de juncos, palmeras, adornada con orquídeas, enredaderas y miles y miles de flores.
-          Abuela, mi papá me dijo una vez que la Coca fue una planta sagrada en la época de los Inkas.
-          Sí, así fue, la planta de la Coca fue sagrada, en aquellos tiempos antiguos cuando gobernaban los sabios y poderosos Amautas Inkas.
-          ¿Entonces por qué persiguen y castigan a los que cultivan a la Mama Coca?
-          Porque en estos tiempos modernos hombres de muy mal corazón, sacan sustancias peligrosas y prohibidas de las hojas de la coca.
-          Pero las hojas de coca, hijas de la Mama Coca, ¿son buenas, verdad?
-          Claro que sí, querida niña, las hojas de la Coca naturales son curativas y alimenticias porque tienen todo lo necesario para calmar el hambre y para curar, sólo por un pequeño alcaloide del cual sacan una droga, con decirte que de un quintal de hojas de coca sólo extraen un gramo de droga.
-          Mi papá y mi profesora, me han contado acerca de nuestros antepasados Inkas, me dijeron que en esos tiempos no había hambrunas, ni muchas enfermedades, ni injusticias, ni maldad. Quiero que me cuentes abuela, como era el Inka, a veces sueño de que él todavía existe, que está escondido en una misteriosa ciudad perdida hecha de piedras, adornada con oro, plata y piedras preciosas, que algún día él va a volver… pero esto que siento es solo un sueño.
-          El Qapaq Inka, mi bella niña, no fue un humano cualquiera, tenía grandes poderes, descendía de una casta escogida, no fue como los reyes de los países de los blancos tiranos, corruptos, viciosos y más. El Inka era sabio, inteligente, fuerte, sobre todo justo, bondadoso correcto, él se consideraba un padre para sus súbditos, por eso ellos lo veneraban casi como a un semidiós, porque el Inka sentía amor por su pueblo, por sus runas, warmis y wawas, y gobernaba como un patriarca, no como un tirano, no era ladrón, ni asesino; lo contrario de lo que sucedía en aquellos países de hombres blancos que reinaban sus monarcas, con codicia, traición, maldad, injusticia y más, claro que también siempre hay excepciones. Quiero que recuerdes siempre, mi niña, que no hubo ningún otro lugar que yo sepa, en este nuestro querido planeta, en el que un niño o niña que al nacer recibiese un topo o medio topo de tierra para cultivarla, y esto era para los hijos de la clase popular; que además en ningún otro lugar se practicó el Ayni (trabajo recíproco) quizás hubo alguna acción parecida, pero no igual, en la vida de los inkas se descartaba el egoísmo, se perseguía el bien colectivo y se buscaba el “buen vivir”, siempre bajo la dirección de los sabios Amautas, era un pueblo que veneraba el trabajo, amaba a su Mama Pacha, adoraba a su Tayta Inti, a su Tayta Wiraqocha, quería a sus Apus, practicaba la justicia, el bien, el amor, el arte, el respeto, tanto a la naturaleza, como a todos los demás seres vivos, incluso a los insectos, a los animales, a las plantas, etc. Mi linda niña, tú irás aprendiendo y escuchando así como yo lo hice, irás desgranando poco a poco los conocimientos, la sabiduría, la filosofía, la moral, la grandeza que nos dejaron nuestros Tayta Inkas.
Después que aprendas, transmítelo a tus hijos y  nietos, porque quizá pueda ser que aquí esté depositada alguna salvación para que no se extinga la vida en esta nuestra querida Mama Pacha; repite siempre que nuestra filosofía, nuestro ayni, sean exportados hacia todo el mundo. Otra cosa que quiero aclararte mi niña es que para mí el Tawantinsuyo no fue un Imperio como esos otros, sino que fue más bien una gran confederación de naciones con un gran respeto entre ellos en cuanto a sus usos y costumbres.
-          Abuela – recordó la niña – ¿conoces el camino por donde debemos ir?
-          Sólo lo conozco en parte, mi abuela me explicó bien hasta dónde debemos detenernos y bajar, ya hemos navegado dos días, ya estamos por llegar al lugar donde está ese recodo que es especial, allí acampamos porque ya llega la noche; después seguiremos por el bosque, iremos preguntando.
-          ¿A quiénes abuela, hay gente por allí?
-          Quizá no, pero están siempre nuestros hermanos menores los animalitos del bosque.
Llegaron al recodo del río, que la abuela reconoció y acamparon en el hueco de un inmenso árbol, al día siguiente continuaron su camino casi a tientas, y con los primeros que se encontraron fueron con 3 osos negros, que les preguntaron:
-          ¿Quiénes son ustedes, a dónde creen que van?
-          Yo me llamo Sulla, soy curandera, ella es mi nieta, se llama Illari, le decimos Illa, caminamos buscando la casa de Mama Coca, ayúdennos a encontrar el camino.
-          Nosotros somos los primeros guardianes y no dejamos pasar a nadie, fuera de aquí, regresen por donde vinieron.
-          No vamos a volver, hemos sido elegidas para llevar esta prenda a Mama Coca.
Luego de decir eso la abuela abrió la cesta que llevaba con la prenda y salió una luz verde enceguecedora, también un fuerte sonido de muchas voces, al ver eso los osos deslumbrados le dijeron a la vieja:
-          Está bien abuela puedes pasar, nosotros te guiaremos una parte del camino, pero quizá ya no encuentres la casa que buscas.
Los osos fueron por delante abriendo camino, cuando llegaron a cierto lugar dijeron:
-          Hasta aquí nomás vamos nosotros, los cuidantes de este lugar son los otorongos.
Los osos se retiraron corriendo y aparecieron 4 otorongos, que les preguntaron:
-          ¿Quiénes son ustedes y a dónde van?
La abuela Sulla, les dijo quiénes eran y les mostró la ofrenda que llevaban para Mama Coca, entonces 2 de los otorongos empezaron a  guiarles abriendo además el camino, hasta que llegaron a una gran laguna, allí las dejaron y ellos regresaron corriendo y saltando.
Ya el sol se estaba ocultando, entonces decidieron acampar allí, se sentaron, estaban muy cansadas, se dispusieron a comer algo del fiambre que llevaban, que consistía en fruta y sobre todo pancitos y galletas hechas con harina de yuca y harina de coca. Mientras comían, se presentaron ante ellas unas graciosas monas maquisapas, que les dijeron:
-          Ya sabemos quiénes son ustedes, hemos escuchado lo que hablaban con los otorongos y les hemos seguido hasta aquí, seguro que pasarán la noche en este lugar.
Las monas hicieron una especie de cama entre las ramas bajas de un gran árbol, allí se acostaron la abuela y la nieta, siempre acompañadas por las monas. Esa noche llovió pero las viajeras no se mojaron, las monas habían protegido bien los techos con muchas ramas. Al día siguiente, las monas les invitaron plátanos y otras frutas, la abuela a la vez les retribuyó ofreciéndoles galletitas de yuca y coca, luego las monas se despidieron y se fueron saltando por las ramas y chillando alegres. Mientras despertaba el bosque entre vaporosas brumas, intensos perfumes, y miles y miles de trinos.
Al quedarse solas, ya sin las monas, la niña dijo:
-          ¿Cómo vamos a pasar esta laguna?, no veo ninguna canoa por aquí cerca.
La laguna era  grande, brillaba como si fuera una hermosa charola de plata bruñida y reflejaba los primeros dorados y marcados rayos del Tayta Inti, se sentaron un tanto desalentadas sin saber qué hacer, cuando de repente se sintió un rebullido en las aguas y aparecieron dos grandes hermosas tortugas, una de ellas les habló:
-          ¿Quiénes son ustedes, a dónde van?
La abuela les explicó quiénes eran, que buscaban la casa de Mama Coca, que le llevaban una ofrenda, les mostró la ofrenda. Las tortugas les ofrecieron hacerles cruzar el lago, les hicieron subir a sus espaldas de cada una; luego las transportaron hasta el otro lado de las aguas que seguían reverberando con reflejos multicolores, navegando sin mucho apuro. Al llegar a la otra orilla, abuela y nieta se bajaron de las tortugas, éstas se despidieron de ellas y se hundieron en las ondas verdi azules. Mientras exploraban por dónde continuar su camino se les aparecieron 2 grandes y bellas boas de piel brillante y tatuada con figuras geométricas de colores oscuros, les preguntaron como siempre:
-          ¿Quiénes son ustedes, a dónde van?
La abuela Sulla explicó quiénes eran, que van a la casa de Mama Coca y les mostró la ofrenda que llevaban, una de las boas les dijo:
-          Aún falta un buen trecho que caminar pero nosotras vamos a llevarlas.
Luego de una larga caminata por entre un follaje, lleno de árboles, flores, enredaderas y aves cantoras, llegaron a una entrada en la que se veía una inmensa puerta que estaba entre abierta, la boa dijo:
-          Por fin llegamos a la que fue la casa de Mama Coca, miren, ahora está así abandonada porque Mama Coca ya no está, pero a pesar de eso nosotras la seguimos cuidando aunque no sabemos hasta cuándo.
Dicho esto  las boas se fueron.
La abuela y la niña pasaron por la puerta y penetraron en un gran salón que más parecía solo un espacio abierto, con paredes semi destruidas hechas con troncos de junco y palmeras, adornadas con orquídeas y enredaderas, el piso estaba cubierto de hojas y miles de bellas mariposas multicolores revoloteaban por todo lado. La abuela preguntó:
-          ¿Hay alguien aquí?
Nadie contestó, pero aparecieron del fondo unos guacamayos, otros gallitos de las rocas y unos colibrís, los que contestaron en coro:
-          Sólo estamos nosotros, ¿a quién buscan?
-          A Mama Coca – dijeron ellas.
-          Ella no está aquí, se fue huyendo porque bestias muy malas la calumniaron, la persiguieron, tuvo que huir. Allá atrás solo están muy pocas de sus hijas que también ya están huyendo hacia lo más profundo de las montañas.
La abuela comentó de que habían llegado hasta ahí llevando una ofrenda para Mama Coca, mostró la mencionada ofrenda.
Los guacamayos dijeron:
-          No sabemos si podrán  dejar o no esa ofrenda pero ustedes tendrán que decidir.
-          Siempre la vamos a dejar, ya no podemos devolverla, fuimos elegidas por nuestros hermanos del ayllu y también por nuestros hermanos animalitos y plantas para traer  esta ofrenda – explicó la abuela.
-          Si es así – dijeron los gallitos – podrán dejar su ofrenda allá al fondo donde hay un pequeño altar donde se ponían las ofrendas.
Entraron hacia el lugar que les indicaron, era un pequeño cuarto en el que se veía un altarcito hecho de piedra, al pie de él había un hoyo no muy profundo, allí colocaron la ofrenda, luego la taparon con ramas y flores, mientras la abuela decía:
-          Aquí te dejo esta ofrenda querida Mama Coca, como agradecimiento por todo lo que nos das, alimento, medicina, fuerza y compañía; muchísimas gracias Mamita linda y amada, nos la han enviado todos nuestros hermanos hombres, animales, insectos, plantas, flores y otros más. No hemos podido encontrarte pero sé que Mama Pacha te hará llegar nuestra pequeña ofrenda, hasta donde estés, gracias Mama Coca, gracias.
-          ¿Qué contiene esa ofrenda? – preguntaron  los gallitos.
-          En esta ofrenda colocaron gotas de la esencia de la sabia de árboles y plantas, esencia del perfume de las flores, algunas de las más bellas plumas de las aves, la rica miel de las abejas, representando a los insectos, luego algunos mechones de los pelos de los mamíferos, pedacitos de piel de los reptiles y peces, un poco espuma del río, gotas de lluvia, los niños depositaron un hermoso himno con sus frescas y hermosas voces, encerrado en una ocarina, los hombres enviaron 2 piedras preciosas muy brillantes, las sacaron de una misteriosa y bellísima cueva, la luz intensa que sale de la ofrenda proviene de esas piedras.
La abuela y la nieta tuvieron que quedarse a dormir allí porque ya llegaba la noche y se anunciaba una gran tormenta; comieron sus últimos pancitos de coca que tenían y se acurrucaron al lado del altarcito, porque allí aun había un poco de techo que las protegía, al día siguiente volverían. Cuando todo ya estaba oscuro sintieron la presencia de unas figuras que parecían el reflejo de luces a través de los troncos de las paredes y escucharon, un coro de voces, luego una sola voz fuerte les habló:
-          Soy una de las hijas de Mama Coca, ya nos estamos yendo, queríamos despedirnos de ustedes, queremos que recuerden siempre que las queremos, que las acompañamos en todo momento. Quiero decirles que en este nuestro país, que también hay varias naciones, que algunas de ellas sobre todo las que están cerca del mar y más al norte, incluyendo las grandes ciudades, son como terribles laberintos donde viven seres humanos desgraciados, automatizados, existiendo siempre con los ojos y la mente vuelta hacia otros países de occidente, y que imitan ciegamente todo lo que hacen y cómo viven dichos países, es como si fueran extranjeros en su propia tierra, son alienadas, colonialistas mentales, todo lo que viene de fuera para ellos es lo mejor, desprecian lo que es originario, auténtico, nacional, tanto en costumbres, formas de vida y cultura folklórica. Muchos de ellos, hablo de los habitantes de esas grandes urbes, quizá con excepciones aunque sólo de pequeños grupos; los humanos alienados creen amar a su patria, pero no es así, ellos no tienen ni Dios, ni patria, ni familia; sólo tienen un motivo de adoración que es el dinero, por él mienten, traicionan, roban, hieren, matan. Pero felizmente hay otro grupo de naciones que viven paralelamente en las serranías, en las montañas, en los pueblos pequeños alejados de las grandes ciudades, que viven de acuerdo a las creencias del pasado incaico, que adoran a Mama Pacha, a Tayta Inti, a Illa Wiraqocha, a los  Apus; que se sienten parte de la naturaleza y no como los otros que se creen amos de todo lo que les rodea. Que viven en comunidades colectivistas, que practican el Ayni, el trueque, la reciprocidad, los más grandes valores, que hablan el maravilloso Quechua, el Aymara y otras lenguas más.
Luego la hija de Mama Coca les dio unos pancitos hechos con harina de yuca, plátano y coca. También les entregaron un palo de chonta que llevaba un Coca K’intu en su parte más alta, para que les guiara en su camino de regreso. Antes de marcharse las hijas de Mama Coca, en coro les recalcaron:
-          No se olviden en enseñar a todos los que puedan que con la harina de Coca se pueden preparar muchos buenos alimentos, mezclándola con otras harinas, también con frutas y yerbas. No se olviden también de combatir siempre esos hombres bestias que hacen mal uso de nuestra Mama Coca.
Finalmente se despidieron y se fueron, la abuela y la niña se quedaron muy emocionadas con el corazón apretujado por sentimientos entre dulces y amargos. Comenzó la lluvia, que caía a torrentes como si fuera un tremendo llanto de la naturaleza toda. Cuando amainó la tormenta y solo caía una suave llovizna, abuela y nieta entonaron una canción para Mama Coca:

Te cantamos Mama Coca
con la tremenda fuerza del viento
con el furor de la tormenta
con el estallido del rayo
sobre los riscos de las cumbres
nevadas en las cordilleras…
con el rugido de las fieras montañosas,
 con el bramido de miles y miles de gritos
que se elevan por encima de los bosques,
quebradas, selvas, montes,
ríos, lagos y los nevados.
Porque nuestro canto que es de gratitud
 también es de rebeldía
porque nuestros corazones
 son como volcanes que arden
por la indignación y el dolor
por la forma como te tratan
bendita y querida Mama Coca,
por eso alzamos nuestras voces
nos ponemos de pie con los puños
en alto marchamos, protestamos,
pero sí con la esperanza
de que algún día podrás ser libre
otra vez, sagrada, otra vez
madre, amiga, curandera
y también nosotros seremos libres
en una nueva nación, con luz
justicia, paz y amor.

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