Reflexiones sobre los conflictos sociales
Roberto Ojeda Esclante
En los conflictos sociales que siguen creciendo en el país, algunos solo ven un reflejo de la debilidad del Estado peruano, la falta de mayor institucionalidad, gobernabilidad y esos términos que se van inventando a medida que la sociedad aumenta su decadencia. Pero si observamos detenidamente, allí mismo, ante nuestros ojos, aparecen indicios de algo socialmente diferente, elementos de posibles soluciones a la crisis social actual.
El origen de los conflictos
Se habla de conflicto para afirmar que se trata de una falla dentro del orden establecido, algo que debería ser superado. Entonces se vuelve indispensable ubicar las causas de este desperfecto, es innegable que la causa de la conflictividad actual es un resultado de la agresión del neoliberalismo a las poblaciones locales, que se sienten agredidas en la medida que se incrementa el afán extractivista.
Los conflictos no se dan en nuestro país solamente, todo el continente y hasta el planeta enfrentan conflictos entre las empresas que extraen recursos naturales de la tierra y las poblaciones que resultan afectadas en sus derechos, territorios y medio ambiente. El Perú lidera esta conflictividad porque también tiene la mayor cantidad de proyectos extractivos, principalmente mineros y petroleros, aunque también están el gas y los conflictos por el agua (hidroeléctricas y trasvase de aguas).
Visto así, la solución del conflicto parece simple. Ya que imponer el proyecto causante del conflicto es imposible, porque generaría mayor conflictividad; sólo queda la negociación, el diálogo. Pero en algunos casos la tozudez de las empresas y el Estado, así como algo más profundo que va surgiendo en la población, dificultan esa negociación.
¿Quiénes están en conflicto?
Los actores de cada conflicto son los mismos. Por un lado alguna empresa transnacional (mayormente de Norteamérica), por el otro una población organizada (mayormente campesina y/o indígena) y el Estado casi siempre interviniendo como protector de la empresa.
Las empresas transnacionales son propiedad de accionistas que manejan mucho dinero, multimillonarios que son la élite del mundo actual. Unas empresas son divisiones de empresas mayores (Pluspetrol viene a ser parte de Repsol), algunas tienen testaferros nacionales (Newmont tiene a minas Buenaventura). Los aliados de las empresas son todos aquellos que resultan financiados por las empresas, ya sean los políticos de derecha, canales de televisión, periódicos, ongs, fundaciones, iglesias.
El Estado queda en este grupo porque las transnacionales controlan la política a través de la banca internacional, que es propiedad de los mismos dueños de las empresas extractivas. Así, el ejército y la policía también quedan al servicio de las empresas, en algunos casos los policías trabajan para la empresa directamente, llegando a extremos como la instalación de una comisaría en el campamento minero de Xstrata Tintaya.
Cada población tiene su propio proceso, producto de los años de resistencia, su relación y aprendizaje de luchas de poblaciones vecinas. Las que han logrado organizarse más son las que presentan mayor resistencia, casi siempre organizadas en frentes de defensa, nacidos precisamente para defenderlos. Según el lugar y el grado de conflictividad pueden contar con algunos aliados, sean organizaciones gubernamentales (municipio) o no gubernamentales (ongs, sectores de la iglesia, colectivos).
Buscando un después al “desarrollo”
El sistema capitalista se halla claramente en crisis. Se trata de varias crisis: social (genera conflictos), económica (cada vez hay más desigualdad y pobreza), cultural (alienación, pérdida de valores) y ambiental (la principal crisis es la que deteriora el medio ambiente). Estas crisis se originan en la tendencia “desarrollista” que puede llegar a depredar la naturaleza, destrozar poblaciones y deshumanizar a la gente, con el único propósito de obtener más y más ganancias.
El término “conflicto social” es de uso relativamente reciente, utilizado para referirse a lo que en otros tiempos llamábamos “lucha social”. Lo que en realidad está sucediendo es que, ante una agresión poderosa, las poblaciones se ven forzadas a organizarse para defenderse, para plantear alternativas capaces de negociar con las empresas y el estado.
Las poblaciones organizadas se convierten en movimientos sociales, corrientes de pensamiento y acción que buscan una solución a los problemas “desde abajo”, desde su propia situación. El pensador uruguayo Raúl Zibechi ha seguido varios movimientos sociales en el continente, planteando que en esas luchas y esos movimientos están “naciendo” otras formas de organizar la sociedad, creando alternativas que puedan reemplazar el sistema dominante.
Indicios de alternativas “nacientes”
Cuando una población reclamaba que le consulten antes de imponer determinado proyecto, oí a una periodista decir que “en la Democracia no se consulta”. Sí pues, así fue hasta ahora. La democracia consistía en que la población elige representantes, a quienes les delega la toma de decisiones para toda la población, el Estado era soberano, legitimado por esa delegación de poder. Sin embargo, los movimientos sociales actuales exigen que para cualquier cosa que les afecte, deben ser consultados. Esto ha sido tomado del Convenio 169 sobre pueblos indígenas, pero se ha extendido. La consulta implica que el Estado ya no es tan soberano, que la población exige compartir esa soberanía.
Los diversos sectores de la sociedad tienen sus propias organizaciones que velan por sus intereses, reconocidas formalmente y con espacios de intervención establecidos (sindicatos, federaciones, partidos políticos, hasta ongs). Pero los movimientos actuales son liderados por organizaciones no reconocidas formalmente, los frentes de defensa y comités de lucha agrupan a varias organizaciones sindicales y otros. Los dirigentes son elegidos al margen de los mecanismos de la democracia formal, pero cuentan con mayor legitimidad que cualquier autoridad o dirigente “formal”.
Los líderes reconocidos son siempre “dirigentes”, pues son los que dirigen una lucha colectiva. En algunos casos, al dejar la dirigencia su liderazgo también cesa. Estamos ante la presencia de una organización asamblearia en vez de representativa, que se sustenta en bases que no comparten una sola ideología, son diversas y plurales, y allí está uno de los secretos de su fuerza. En muchos casos sus principales aliados también son organizaciones no formales (colectivos).
Las estrategias utilizadas no se limitan a lo permitido. Son múltiples, mayormente pacíficas, simbólicas y pedagógicas (movilizaciones, actos visuales, artísticos, intervenciones públicas), pero también drásticas (como el bloqueo o ataque a locales públicos o de empresas, que resultan siendo expresión de un “contrapoder”, una demostración de que el movimiento también tiene poder).
Siempre se ha hablado sobre la unidad, la necesidad de tener proyectos conjuntos, “nacionales”, que nos agrupen en horizonte y en acciones. Sin embargo, en los movimientos más fuertes de nuestros días vemos más bien una pluralidad. A pesar de coordinaciones e intercambios entre los movimientos, no se logra la unidad y no precisamente porque no la busquen. Cada lucha sigue su propia dinámica, esto, que podría verse como una debilidad, a la vez es un rasgo de algo nuevo. Se trata de luchas territoriales, ubicadas en un territorio específico, una “micro-nacionalidad” (los aymaras del sur de Puno, los k’anas de espinar, los shilicos y cajachos de Cajamarca). En la lucha se reivindica también una identidad y por eso poco importa lo que opinen “los otros” (Lima y las ciudades). Lo que no descarta la búsqueda y utilidad de respaldo de otros lugares (movimientos de otras regiones, pero también activistas en las ciudades).
Quizás lo más trascendente esté en el discurso que manejan. El reclamo principal es la defensa del medio ambiente, en muchos casos combinado con demandas culturales (identidades indígenas), territoriales o clasistas (la lucha de los pobres contra los ricos, nuevamente). Discursos también plurales, que no se basan en la ideología o en la racionalidad, sino en sentimientos, deseos de vivir bien (allin kausay), de solucionar los problemas que el extractivismo capitalista ha generado. Allí radica la importancia de lo que está sucediendo, en la búsqueda de soluciones a los problemas que el sistema no podrá encontrar en su interior.
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