Los señores Miró Quesada y sus esclavos del diario el Comercio ahora nos llaman “extremistas”.
Quizás tienen razón, quizás ahora se llame extremistas a todos los que defienden la vida, ya que los “moderados” y “democráticos” sólo defienden la muerte.
Los pitucos, los ricos, ya no conocen la vida. No saben lo que es tomar agua de pujyu ni pescar trucha en riecito; ellos toman agua en botella y pescan en supermarkets. Para ellos es igual una laguna que un reservorio, porque no diferencian entre algo vivo y una imitación, que puede tener más agua, pero es carente de vida.
Tienen flores de plástico, desayunan harina y leche transgénica, almuerzan glutamato, beben tartrazina con ácido fosfórico. Nada natural entra a su sangre.
Por eso ya no tienen alma, al menos alma viva. Porque sólo consumen cosas artificiales, falsas.
Son expertos en el lenguaje de las computadoras, pero nada entienden del hablar de las montañas o los árboles.
Piensan que las lagunas y los cerros son cosas. Nosotros sabemos que esos son seres vivos como nosotros y es esa vida suya la que nos alimenta el cuerpo y el alma.
Nosotros sabemos que los hombres “modernos” son cosas, porque se han cosificado. Por eso odian la vida y quieren cosificarnos a todos. Nos odian porque somos vida.
Hay dos tipos de extremistas en este mundo, a un extremo quienes defendemos la vida, al otro quienes defienden el desarrollo, que es vivir sin vida.
Seguiremos luchando pues, aunque nos digan comunistas, anarquistas, terroristas, extremistas; según cada insulto más grande y más “actualizado” que nos inventen… eso es lo que mejor inventan los civilizados: palabras de odio.
Nosotros no inventamos nada, sólo aprendemos de la naturaleza lo que nos dan los siglos y sabemos que debemos cuidarla para no cosificarnos como ellos, ni seguir su mal camino.
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