Roberto Ojeda
Un antiguo mito kheswa de Lima, cuenta que los pueblos urin (de abajo) se cansaron de ser considerados inferiores a los hanan (de arriba) y así se lo hicieron saber a Tutaykiri, el gobernante de turno. Este accedió a su pedido y volteó el mundo, haciendo que los urin se volvieran hanan y viceversa. Así, esos pueblos antiguos retomaron el control de sus tierras, liberándose de la dominación de los llakuases que habían llegado posteriormente. Y a ese tipo de “vuelta del mundo” nuestros antepasados llamaban pachakuti, el cambio del orden existente.
En los tiempos que vivimos, muchas cosas que creíamos perdidas han vuelto a estar presentes. El valor de la madre naturaleza y los conocimientos de los pueblos originarios retornan para demostrar que no sólo los occidentales tienen “ciencia” y sabiduría. Quizás este retorno se deba a que ahora, más que nunca, su existencia misma esté en riesgo, con el rápido avance de esta globalización desbocada.
En el caso de la república que los criollos llamaron Perú, la existencia de lo indígena sigue siendo negada, condenada o disminuida. Como si las palabras pudieran borrar lo que cinco siglos de explotación no pudieron. Y los actuales urin (los runas) ya están pensando su pachakuti.
¿Quiénes son los indígenas?
El término indígena designa a los pobladores originales de un lugar, en oposición a los que llegaron de otros lugares. Es ampliamente usado en la América de abajo, donde existe una marcada diferencia entre los pueblos originarios o nativos, frente a los criollos que dominan las repúblicas postcoloniales. Lo que no niega la existencia de otros grupos étnicos (afrodescendientes y mestizos).
Esta palabra tiene una connotación racial, fijándose en rasgos físicos como el color de la piel, ojos, contextura, etc. Debido al racismo muchos prefieren no usarlo, aunque hay quien habla de una “raza cobriza” (aunque el cobre no tenga esa tonalidad marrón que yo más llamaría “el color de la tierra”). El aspecto físico no determina la pertenencia a un grupo étnico específico, pero sí muestra descendencia biológica. La mayoría de costeños de rasgos “cobrizos” que no se consideran indígenas, son descendientes de indígenas.
La identidad étnica tiene más componentes culturales, y un buen ejemplo lo da el pueblo kheswa de Pillpinto, donde muchos son blancos y rubios. Ya está demostrado que la herencia genética no determina la cultura de las personas. Son otros factores los que influyen, como el idioma, las creencias, costumbres y la organización de su sociedad, que se transmiten colectivamente y le dan un aspecto particular y diferenciado de otras sociedades.
De indios a campesinos
El término indígena continúa siendo asociado a la palabra indio, impuesto por los españoles debido a un error histórico. Error que no nos molestaría si no recordara los siglos de desprecio y humillación que esa palabra llevó consigo. Ya en el siglo XVII Bernabé Cobo explicaba que “porque ya esta recebido como que dice algun desprecio y desestima, no usamos del hablando con indios y comprehendiendolos a ellos, aunque si cuando no los comprehendemos en el.”[1]
Luego de la Reforma Agraria de 1969, el gobierno nacionalista del General Velasco cambió la denominación de las hasta llamadas Comunidades Indígenas. Se las llamó comunidades campesinas en la costa y sierra, y comunidades nativas en la selva (recordemos que nativo es un sinónimo de indígena y tal vez por eso no hay tanto problema en aplicar esa palabra al referirse a los amazónicos). En el caso de los andinos, se cambió una denominación étnica por otra social, referida a la actividad económica y siguiendo una tendencia marxista.
Aunque la mayoría de los campesinos son indígenas, no lo son todos, y por otra parte, no todos los indígenas viven en el campo. Lo que sí es evidente es que una de las características básicas de la población indígena andina es la organización comunal, con algunas diferencias particulares. Podemos afirmar que todas las comunidades campesinas de costa y sierra son indígenas, pues descienden de las comunidades indígenas.
El mito de la disminución de los runas
El último censo que incluyó la categoría raza fue el de 1940. Desde entonces se vendió la idea de que todos éramos ciudadanos iguales ante la ley, pero al medir a todos “con la misma vara” se desestima la existencia de muchos idiomas, para no mencionar las costumbres y cosmovisiones propias; llegando a producirse conflictos entre la justicia comunal y la moderna, por poner sólo un ejemplo. Quizá un ejemplo mayor sea la desatención en sus propios idiomas en entidades oficiales.
Debido a ese factor, los últimos censos incluyen la categoría “lengua materna” como única medición de lo étnico. Esto tiende a disminuir la población indígena, pues no todos los originarios mantienen su lengua materna. Como puede verse en pueblos como los mantas y huancavilcas de Ecuador, los kollas y diaguitas de Argentina, los pastos de Colombia, etc. En el censo de 2001 en Bolivia se interrogó además de la lengua materna, sobre la autoidentificación étnica, viéndose que los que se identifican con un pueblo originario o como descendientes de él son muchos más que los que mantienen la lengua materna.
Volviendo al Perú, el censo de 1940 dio 2’874,196 indígenas, equivalente al 53% de la población nacional. El censo de 2007 da un aproximado de 4’357,550 indígenas, equivalente al 15.5%. Distribuida en 3’619,450 quechuas, 481,350 aymaras, y 256,750 amazónicos[2]. Un censo más detallado efectuado posteriormente en la Amazonía establece una población de 333,300 indígenas, es decir más de 77,000 de los registrados por lengua materna (descontando los hablantes de jaqaru).
Otro dato importante es el de las migraciones. En 1940 la población del Perú se distribuía de la siguiente manera: 35% era urbana y 65% rural, en la costa habitaba el 24%, en la sierra el 63% y en la selva el 13% (aunque este dato estaba elevado por malas estimaciones de la población no censada). En 2007 se registra una gran variación: 76% urbana y 24% rural, 55% en la costa, 32% en la sierra y 13% en la selva. Estos datos indican que el 41% migró del campo a la ciudad y un 31% de la sierra a la costa. Gran parte de esta migración es indígena.
¿Cholos o mitmas?
Se cree que el término cholo viene de las lenguas yungas (muchik y quingnam), pues en estas, la palabra cholu significa “muchacho”, “joven”. Esa palabra mantiene la connotación de menosprecio al que se dirige, equivalente a “chica” o “muchacho” del castellano, utilizados también para referirse a trabajadores del hogar o “no calificados”. En otros casos se habla de “hombrecito” o “mujercita” para referirse a un trabajador indígena.
Durante la colonia se llamaba cholos a los hijos de mestizos con indígenas, según su estricta división de “castas”, englobando a los indígenas “acriollados”. El lugar donde se comenzó a usar esta palabra era la zona llamada yunga (en Ecuador y Perú). Con las migraciones posteriores se generalizó su uso y especialmente en Lima, se llamó cholos a los migrantes provincianos, a todos en general aunque con más precisión a los que tuvieran rasgos indígenas. Como esta es la mayoría de la población urbana, en otros países se denomina cholos a los migrantes peruanos, bolivianos y ecuatorianos.
En los últimos años, muchos han reivindicado esta denominación, utilizándola como palabra de cariño y definición de identidad. En una encuesta realizada hace unos años en Bolivia, el 65% se identificó como mestizo o cholo, dato contradictorio al 63% de indígenas que arrojó el censo. La cuestión es simple, los que se definen cholos son indígenas que no se identificaron con este término por la connotación discriminadora que encierra. En Perú, la situación es similar, el cholo no es comunero, campesino; pero tampoco misti (mestizo urbano). La palabra mestizo tiende a entenderse como “no indígena”, olvidando que también significa “no blanco”, según el contexto en que se expresa.
Los migrantes internos suelen denominarse cholos, colonos (en la selva) y residentes, siendo el último término el más común. Entonces, aquí tenemos a los indígenas urbanos, que como en otros países, son un número muy elevado. En la mayoría de las ciudades peruanas la población migrante está entre el 35 y el 55%, siendo mayoritariamente de origen rural, con un gran componente indígena. En las lenguas andinas la población que se establecía en un lugar ajeno al suyo propio, era denominada mitmaq, quizás debiéramos recuperar ese término para referirnos a nosotros.
Runas y jaqes
Recordemos que el censo daba 3’619,450 personas con lengua materna quechua, sin embargo, SIL internacional estima en 4’888,100 a los quechuas peruanos, aunque un promedio de 130,000 son hispanohablantes. El problema es que no todos los hablantes reconocen tenerlo como primera lengua, además existen poblaciones que lo han reemplazado por el español. Esto se da en la sierra de Lima y en zonas mineras como Pasco, sumando algo de 200,000 más.
Los quechuas se denominan a sí mismos runas y hablan 4 lenguas o variedades del Quechua (los lingüistas no se terminan por poner de acuerdo). Distribuidos en algo de 40 “pueblos”[3] a lo largo de toda la sierra, aunque con menor presencia en el norte. Este cálculo lo estimamos a partir de diferencias culturales entre Kañaris, Kashamarkas, Waylas, Conchucos, Chiquián, Táramas, Yarus, Wankas, Anqaras, Pocras, Chancas, Lucanas, Chhuchus, Contisuyus, Qanchis, Aswanqarus, Qollas, Kollawas y muchos otros, con identidades históricas y culturales específicas. Para comprender esto, nos ayudará ver pueblos como los Chopccas (Huancavelica) y Q’eros (Cusco) que se reconocen como “naciones”. En estas estimaciones hemos descontado los kichuas de la Amazonía por que culturalmente pertenecen a los pueblos amazónicos. Sin embargo, existen kechuas que migraron de la sierra a las riberas de los ríos amazónicos.
Los aymaras suman 481,350 según el censo y 651,100 según SIL. En su idioma se denominan jaqis (runas). Habitan el sur de Puno y la sierra de Moquegua y Tacna, aunque hay grupos más al norte, llegando a provincias de Cusco y con la migración están también en Madre de Dios, Arequipa, Ica y Lima. Existen diferencias entre los del altiplano y los de la sierra occidental, así como los migrantes que son mayormente urbanos. A este grupo está relacionada la nacionalidad Jaqaru que habita en Yauyos (Lima), con 2,000 habitantes y apenas 700 hablantes de su lengua.
Los cholos del norte
Aparte de esos dos grandes grupos. Existen descendientes de pueblos indígenas que jamás hablaron lenguas quechuas y por la agresiva colonización y el mestizaje, perdieron sus idiomas. Las lenguas yungas se extinguieron en el siglo XVIII y el kulle a inicios del XX. A pesar de ello, algunos mantuvieron su cultura en comunidades indígenas hasta que al denominarlas comunidades campesinas se las comenzó a considerar mestizos. Algunos Walingos de Tumbes se aproximaron al CODENPA para registrarse como pueblo indígena, en la costa norte existen algunas personas que se reconocen mochicas y hasta hay quienes quieren reaprender su idioma. También en poblaciones piuranas hemos visto autoidentificarse Cajas y Wayakundos.
Los rasgos físicos y culturales, especialmente la organización comunal y creencias ligadas a la Pachamama, nos hacen estimar algo de 600,000[4] indígenas en la costa y sierra norte del Perú. Precisamente ellos reinventaron las famosas rondas campesinas. Walingos, Cajas-Wayakundos, Chachapoyas, Cajachos, Wamachukos, Moches y Pallascas también forman parte de ese gran sector marginado por el Estado.
Yapa
Todos estos pueblos requieren se reconozca sus identidades y derechos ancestrales sobre sus territorios, para que los sigan conservando y puedan transmitir sus saberes a los demás pueblos y tiempos venideros. Hasta ahora la tendencia de invisibilizarlos ha intentado borrar las diferencias para mantenerlos dominados y arrebatarles sus tierras, en beneficio de las empresas neoliberales. Volver a hacernos visibles es el primer paso para exigir los derechos colectivos de nuestros pueblos.
[1] Cobo, Bernabé. Historia del Nuevo Mundo, capítulo II. 1653.
[2] El censo sólo da porcentajes, que hemos traducido a cifras para una mejor comprensión del tema.
[3] Utilizamos esta denominación siguiendo el modelo de la CONAIE de Ecuador.
[4] Tomando en cuenta la población comunaria. Más los walingos mencionados.
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