Desde el lunes 20 de octubre, los hijos de Tupac Amaru han iniciado una justa lucha, como la de hace más de 200 años, en los mismos lugares (el sur del Perú), con reclamos similares: justicia, libertad, una patria para todos, respeto a nuestras culturas. Hoy igual que entonces, podemos dejarlos solos, guardar silencio por miedo, como el miedo que aquel entonces permitió su derrota.
Es nuestra responsabilidad sumarnos a la lucha, desde todas las organizaciones, pueblos y sectores. Desconocer sus decretos, exigiendo nueva constitución, rechazando a sus emisarios (estatales y empresariales) hasta acabar con este neoliberalismo impuesto, expulsando al gobierno traidor de Alan García y las empresas transnacionales que nos saquean y explotan, como si no tuviéramos derechos ni dignidad para reclamar lo que por justicia es nuestro (incluidos los monumentos históricos, herencia de nuestros abuelos).
Si el gobierno no nos escucha, entonces debemos desconocerlo, eso en el derecho se conoce como “desobediencia civil” y los pueblos originarios le estamos llamando levantamiento. Es el momento de enfrentar la “dictadura del TLC”, los kamachicos del imperialismo gringo y todos los traidores. Tupac Amaru ha vuelto y no es un hombre, si no un conjunto de pueblos.
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