Un parásito es un tipo de organismo que obtiene la energía
necesaria para vivir de otros seres, pero a diferencia de los predadores, no
los caza ni elimina para alimentarse de ellos, sino que obtiene dicha energía
dentro del ser parasitado, es decir que vive en él y de él.
Puede parecer absurdo comparar a nuestra especie racional
con ese tipo de seres, pero es una paradoja posible. Los humanos fuimos una
especie colectora y carroñera hasta que su habilidad de razonar le permitió
adquirir nuevas habilidades, su gran hazaña inicial fue el control del fuego.
Pero en su larga historia, aprendió a aprovecharse de otros organismos y llegó
a controlarlos, claro que para que suene bonito lo llamamos domesticación. En esencia
fue un proceso por el que alteramos el modo de vida de otras especies,
garantizándoles seguridad pero aprovechándonos de ellas de la misma forma que
hace un parásito.
Con el tiempo, modificamos la estructura biológica misma de
esos organismos, creando variedades o razas acordes a nuestras necesidades o
conveniencias. A medida que invadíamos todos los ecosistemas del planeta,
“nuestros” animales y plantas se multiplicaban con nosotros, quitándoles
territorio y recursos a miles de otras especies que poco a poco han ido
extinguiéndose.
Esta no es una disertación animalista. No sólo animales y
plantas han sido nuestros proveedores de recursos, también hemos alterado los
ciclos naturales y climáticos, los propios ecosistemas han sido parasitados por
nuestras sociedades. El cerro Potosí es un buen ejemplo de un ataque parásito
prolongado. Pero este tipo de parasitismo no es individual, son las sociedades
humanas las que se hospedan en entornos que van destruyendo, tal como todo buen
virus, hasta matar al organismo parasitado, para ir inmediatamente a buscar otra
víctima.
En este vivir de otros seres, muchos humanos pierden salud y
bienestar, pero eso no importa, porque el ser que se beneficia no es el humano,
sino la sociedad, es decir el grupo social construido por esos mismos humanos.
Esto ha llevado a que exista autoparasitismo en nuestra especie, surgen así las
castas y clases sociales, unos viviendo del esfuerzo de otros, todo en aras del
bienestar de la sociedad.
Llegados a este punto, es bueno reconocer que no todas las
sociedades han parasitado a igual escala, aún hoy en día existen pueblos que
siguen recolectando y cazando, la mayoría de sociedades agrícolas no destruyen
su ecosistema, y el nivel de depredación es diferente entre los estados
actuales. Esto significa que nos volvemos más parásitos en tanto nos creemos
más “desarrollados”.
Pero el humano es a la vez racional, el único parásito que
puede modificar su situación porque puede ser consciente de ella. Y vaya que lo
intentamos, las rebeldías contra el capitalismo fueron y son un intento de
parar la explotación entre humanos, y contra los demás seres también. La cura
contra el mal provocado por el virus humano es el propio ser humano. Pero como
en todo caso de parasitismo, la solución pasa por eliminar a los parásitos, esto
es, a los humanos y las instituciones humanas que reproducen el parasitismo, ya
sea que se niegan a abandonar ese modo de vida o porque ni se dan cuenta de lo
que son. Nadie le pide permiso a un parásito para eliminarlo de su cuerpo, es
solo cuestión de sobrevivencia.
3 comentarios:
Wow, me encantó esa reflexión y es verdad,al menos, suscribo la idea del autor.
Está bien planteado el problema pero no la solución a otro nivel epistemológico los, virus, las bacterias, los microbios y los parásitos posibilitan la vida, excepcionalmente la regulan o reaccionan a ciertos organismos. Los parásitos en nuestras sociedades más evidentes resultan ser los políticos. La inteligencia que la ciencia ha acumulado durante siglos debiera servirnos para regular que parásitos consideramos necesarios para la reproducción de la vida y cuáles no. Pero no creo que los políticos estén listos para ese debate. Saludos
Bastante verdad en tu apreciación
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