viernes, 18 de enero de 2019

LA REVOLUCIÓN EN LA COMIDA


Cada vez somos más quienes rechazamos este sistema injusto e intentamos defender la vida en todas sus formas, aspirando a construir un lugar con real libertad individual y colectiva, valorando nuestras diversidades. Sin embargo, cuántas veces lo que comemos es todo lo contrario a nuestros sueños de un lugar más justo para todas y todos. Recordemos esta frase: “Somos lo que comemos”. Entonces, ¿qué es lo que estamos siendo con lo que comemos?

Nuestra comida la tenemos tres o más veces al día, y es importante que no sólo sea saludable para nosotros y los que están a nuestro alrededor, sino empezar a conocer cuál es la historia del alimento que llegó a nuestras mesas y asegurarnos que lo que entra a nuestras bocas también provenga de lógicas justas y solidarias. No contribuyamos a más injusticias con nuestro consumo y nuestros bolsillos.

Les damos algunas ideas de alimentos que por más saludables que sean no deberían ingresar a nuestras mesas si provienen o demandan:
1.    Deforestación de bosques, como la crianza de ganado industrial, soya y manteca de palma (que contienen gran parte de los productos envasados y procesados que hay en el mercado, así como los aceites comerciales).
2.   De grandes monopolios industriales que acaparan tierras, agua y hasta contaminan la zona y pueblos aledaños con pesticidas.
3.  De explotación laboral, como las uvas  negras grandes de Piura que contratan mujeres en condiciones de explotación, empresas azucareras de la costa norte que no les pagan a sus trabajadores, algunos insumos de la marca Nestlé viene de explotación infantil en África.
4.     Especies que estén en riesgo de extinción o que están en temporada de veda.
5.    Alimentos que requieran excesivas cantidades de agua sobre todo en contextos de sequía, como el arroz o espárragos que requieren ser inundados.
6.   Que tengan fertilizantes o pesticidas químicos, no sólo por nuestra salud sino porque también contaminan a la tierra, fuentes de agua y a todos los seres vivos.
7.   Que utilicen saberes ancestrales de los pueblos sin que haya un beneficio directo para ellos (como algunos restaurantes costosos, empresas naturistas, etc.)
8.  Alimentos refinados, procesados con aditivos químicos o que tengan en sus insumos componentes transgénicos, que ya mataron sus nutrientes. O si son animales o sus derivados, que hayan sido criados de forma antinatural y llenándolos de químicos.
9.      Que gastan mucho combustible para llegar a nosotros sea desde otro país o zonas alejadas.
10.   Que sean financiados o promocionen empresas extractivas (mineras, petroleras, de gas, tala, etc.) que justo son de las que más contaminan la naturaleza.
11.   Que vengan de empresas que experimenten con animales.
12.   Que tengan envases innecesarios como plástico, tecnopor o aluminio.
13.  De grandes cadenas o tiendas que compran alimentos de agricultores a un precio injusto, para luego venderlos con máxima ganancia.

Algunas personas dirán que es muy difícil lograr no consumir estos productos o saber de dónde vienen, y sí, es difícil pero no es imposible. La idea es empezar anulando o disminuyendo el consumo de algunos de los alimentos que involucran los procesos indicados anteriormente. Además gran parte de ellos son totalmente innecesarios en nuestra dieta, pues no nos nutren.
Recordemos que si bien nuestra protesta puede incomodar a una persona o empresa capitalista y explotadora, lo que más les duele es que bajen sus ventas, y eso lo podemos hacer desde abajo.
Empecemos a ver toda la diversidad de posibilidades que tenemos a nuestro alrededor para construir otras formas de alimentación mucho más justas y solidarias para todos los seres. Las necesitamos para resistir en los tiempos difíciles de crisis ambiental y alimentaria que se nos vienen. Sabemos que el sistema y los de arriba no vendrán a salvarnos, pues seguirán lucrando a costa de nuestras vidas, y más bien nuestra organización colectiva y autónoma es la que puede ayudarnos.

Compartimos algunas alternativas que podemos empezar a practicar para resistir desde lo cotidiano, que se pueden hacer de forma artesanal, sin requerir gran tecnología.
1.     Cultivar, sea en macetas  o en un terreno, démonos la posibilidad de comer un alimento natural, que por más pequeño que sea puede ser más nutritivo que lo producido de manera industrial, sin intervención del dinero y con el trabajo de nuestras manos. Contribuye a devolvernos la conexión con la tierra y todos los seres que la habitan, limpiar nuestro aire y nuestra tierra.
2.     Proteger a las abejas, pues de ellas depende la polinización de muchas plantas, no permitamos su extinción, tengamos flores que les sirvan de alimento y medicina. Si tenemos espacio podemos tener un panal para que tengan dónde guarecerse.
3.    Sembrar árboles, porque ayudan a limpiar el aire, retienen agua, nutren el suelo con sus hojas, ayudan a generar un hábitat más sostenible en tiempos de sequía. No sólo se siembran en grandes extensiones, también podemos sembrarlos en jardineras, caminos, patios, etc.
4.    Devolver al suelo la materia orgánica que queda de tus alimentos, a través de la elaboración de compost o humus.
5.  Guardar semillas, que son fuentes de vida para todos los seres. Necesitamos reproducirlas y guardarlas, para asegurar la diversidad y la alimentación de las generaciones posteriores.
6.    Criar y colectar agua. Cada vez hay más escasez de agua, podemos colectar el agua de la lluvia a través de canaletas en nuestros techos, además existen otras técnicas, tanto artesanales como tecnificadas, para conservar el agua del subsuelo.
7.  Consumir plantas silvestres, hay mucha comida vegetal sumamente nutritiva que no estamos viendo, y es la que nos ofrece la naturaleza cuando más nos falta comida. Era la comida de nuestros antepasados, sólo debemos aprender a reconocerla y saber de dónde, cuándo, qué parte y cómo comerla. También existen insectos silvestres que se puede consumir, dependiendo de la temporada. Muchas personas mayores aún mantienen ese saber, reconstruyamos la memoria.
8.   No desperdiciar alimento. Nos hemos acostumbrado a comer sólo una parte del alimento y olvidamos que en muchos casos las cáscaras, semillas, hojas, flores y raíces (si son cultivadas de forma natural) también son comida y a veces hasta más nutritivas que el mismo fruto; son conocimientos que debemos recuperar.
9.     Germinar. Si tenemos semillas cultivadas de manera natural podemos germinarlas y allí tenemos un alimento potenciado. De esta manera podemos consumir el mismo alimento en menos cantidad.
10. Fermentar. A parte de ser una forma de conservación, todo alimento fermentado se convierte en un pro biótico que ayuda a restituir nuestra flora bacteriana, y también es una forma de potenciar el alimento.
11. Conservar. Casi todos los alimentos podemos conservarlos por muchos meses y hasta años, tal como lo hacían nuestros antepasados, que no sólo alargaban la vida del alimento sino en muchos casos se hacía más asimilable y nutritivo. Así evitamos el desperdicio de comida, aprovechamos la temporada de abundancia y guardamos para los momentos difíciles. Apostemos a tener nuestros almacenes ya sea familiares o colectivos.
12.  Comprar directo al agricultor o agricultora que produce natural, sin intermediarios y pagándoles el precio justo, no regateándoles porque de esa persona depende nuestra salud y el cuidado de nuestra tierra.
13. Comprar al que lucha por defender la tierra. Una forma directa de apoyar a las y los agricultores que luchan por proteger sus tierras de diversos proyectos extractivos, aparte de protestas y difundir sus luchas, es comprarles lo que producen. Ese apoyo es vital para mantener viva su lucha.
14. Generar redes de trueque y comercio justo. Como no todos podemos hacer todas las actividades mencionadas anteriormente, es importante conocer quiénes y qué iniciativas se están desarrollando, para poder adquirir directamente productos o servicios de quienes los desarrollan, sea comprándoles, contratando sus servicios o intercambiando. De esta manera también generamos un mercado paralelo al sistema consumista.
15.   Cargar nuestros propios utensilios. Debemos acostumbrarnos a portar siempre bolsas, plato o taper, vaso, cubierto, etc; de esta forma evitamos todos los descartables.
16. Compartir información y experiencias. Empecemos a socializar lo que hacemos, este conocimiento no debería ser exclusividad de unos pocos, es urgente que todos empecemos a poner en práctica nuevas formas de vida. La información y conocer otras experiencias nos ayudará a hacerlo de mejor manera y en menos tiempo.

Quizá existan más alternativas pero hemos compartido algunas de las que ya venimos poniendo en práctica. Somos conscientes que algunas requieren más tiempo que otras, pero es preferible brindar ese tiempo a construir otras formas de vida posibles, que entregarlo a un sistema que justo se enriquece imponiendo una sola forma de vida y destruyendo todas las demás.

¡Imapas kachun mihunalla kachun!
¡Que la comida consciente también sea nuestra revolución!
¡Por nuestra soberanía y autonomía alimentaria!

PD: Más adelante iremos explicando, sea virtualmente o a través de talleres, cada uno de los ítems que mostramos como alternativas.


Canasta Solidaria Mihuna Kachun

miércoles, 16 de enero de 2019

Reflexionando sobre el triunfo proletario peruano, 100 años después

100 años han pasado y parece que nos contentamos con celebraciones líricas y comparaciones anacrónicas. Pero la historia no sirve si no sacamos lecciones.

El 15 de febrero de 1919 los obreros organizados lograron la jornada laboral de 8 horas tras fuerte lucha. La medida beneficiaba a un reducido sector de los trabajadores de entonces pero abría las puertas a los derechos de los demás. Esos años, apenas las ciudades principales de la costa contaban con proletariado industrial, en la mayor parte del país (incluso en Lima misma) las luchas sociales más sonadas eran encabezadas por comuneros, artesanos y otros trabajadores no asalariados. Al menos en las ciudades, se venían organizando sindicatos bajo orientación anarquista o católica, los primeros asumieron la lucha por las 8 horas aun cuando no todos eran asalariados.

Así, el triunfo fue sentido por todos los sindicatos. Los anarcosindicalistas pensaron algo como “vamos por más”. Las jornadas por el abaratamiento de las subsistencias, las universidades populares y la organización obrero-indígena fueron sus siguientes pasos. Pero al mismo tiempo, iban siendo desplazados en la conducción del sindicalismo por el marxismo, el “ejemplo ruso” era poderoso y ofrecía mayor organicidad frente a la represión y la oligarquía. 11 años después del triunfo, todos los frentes abiertos por los ácratas se hallaban disminuidos, en ese panorama los marxistas crearon la CGTP, organizada con verticalismo y centralización.

El marxismo orientó la lucha sindical como complemento de la lucha política, bajo la idea de que el curso de la historia era la industrialización del país y la proletarización de todos los trabajadores. Si bien esto funcionó con respecto al trabajador urbano de las principales ciudades, no fue así con el sector rural ni las ciudades medias. Esta contradicción fue pasada por alto afirmando que el Perú era un país semifeudal, como para decir que sí o sí se industrializaría a la larga.

Los sindicatos fueron disputados por comunistas y apristas durante algunas décadas. En medio de esa disputa, surgió y se extendió el sindicalismo agrario, hasta que en los años 60 los campesinos sindicalizados decidieron dejar de pedir mejoras laborales a sus patrones, y optaron por ocupar las tierras. No fueron las centrales sindicales quienes orientaron esta lucha, sino algunos militantes trotskistas y de otros sectores marginales dentro de la izquierda.

Esta lucha triunfó y transformó al país, pero nuevamente la izquierda prefirió sus dogmas antes que aprender de la experiencia. La corriente maoísta propuso la guerra popular y un partido nos llevó a una guerra civil que terminó destrozando al movimiento popular más que a la clase dirigente. Esta llamó terrorismo a los “guerreristas” de SL, y con el tiempo extendió el término para calificar a todo el que planteara reformas sociales.

Tras 25 años de neoliberalismo, el obrero industrial es un sector reducido, incluso todos los trabajadores asalariados no llegan a conformar una mayoría. Un gran sector somos trabajadores precarios, de múltiples formas. Sin embargo, la izquierda sigue apostando por el “proletariado” como actor histórico primordial (forzando incluir a la burocracia en dicho sector) y sigue controlando las centrales sindicales, que a pesar de ser casi simples aparatos, son las únicas que pueden movilizar gente orgánicamente en las ciudades.

Algunas lecciones de esta historia que se me ocurren en el momento:

- Un sector bien organizado puede lograr un triunfo nacional, aun siendo cuantitativamente pequeño. Y ese triunfo puede abrir las puertas para diversas luchas.
- Los trabajadores han logrado triunfos cuando priorizan una demanda social antes que una propuesta política. Cuando luchan por una conquista concreta, aun desafiando los dogmas de sus dirigentes.
- A pesar de eso, son fácilmente seducidos por discursos que suenen bien elaborados, y más si vienen amparados por experiencias en otros países (aun cuando lo que conozcamos de dichas experiencias sólo es lo que cuentan los mencionados discursos).
- Haber olvidado la historia del triunfo de 1919, hace que no reparemos en que ese logro fue producto de un largo proceso.

Hoy, parece que la nostalgia es lo que mueve al movimiento sindical. No hay una “experiencia rusa” que sirva de faro guía, pero los pocos trabajadores organizados siguen controlados por la misma orientación. ¿Es posible organizar a los precarios?, ¿o a cada sector de ellos?, ¿cómo interactuar con los trabajadores organizados?, ¿cómo interactúan todos estos a su vez con los movimientos indígenas y campesinos?, ¿qué tipo de organización necesitamos?, ¿qué podemos aprender de los obreros y artesanos anarcosindicalistas de hace 100 años?

No se trata de emularlos, ni en acciones ni en doctrina. Ellos se organizaron por necesidad y con la esperanza de construir un mundo nuevo, pero partiendo por solucionar sus necesidades inmediatas. También fue lo mismo con la rebelión campesina de los 60’, y con todas las rebeldías y triunfos –aunque chicos- en estos 100 años. Eso debería indicarnos un derrotero, en vez de seguir pidiendo que algún gobierno solucione las cosas, en vez de seguir intentando emular experiencias pasadas o extranjeras.

Pero hasta ahora, nuestros esfuerzos por organizarnos desde la autonomía, la autogestión y la horizontalidad, han sido intentos incompletos. Hay más activistas de pérformance, de likes y de currículo que construcciones colectivas, sean del modo que sean. Por eso, ojalá que conocer este centenario nos ayude a encontrar el camino más útil en estos momentos, con la ventaja de no repetir los errores del pasado.