lunes, 8 de enero de 2018

El cargo, la hurk’a y el Sarawawa

Foto del evento Sarawawa en ayni 2018
Un año más de reencontrarnos en esa mágica fiesta que rebautizamos como Sarawawa, me motiva algunas reflexiones sobre lo que es un “cargo”, una “hurk’a” y el caso particular del Sarawawa.
Participar en un “cargo” es una experiencia importante en nuestros pueblos, y no es algo meramente folklórico, como piensan algunos intelectos. No, un cargo es una institución cultural y económica con larga historia pero también con larga perspectiva en adelante, para quienes buscamos alternativas al sistema económico decadente del capitalismo.

El cargo
El cargo es la responsabilidad que recibe una persona, para encargarse de la organización de una fiesta, generalmente religiosa. El “carguyoq” (literalmente “con cargo”), es quien está “a cargo” de la fiesta, aunque comúnmente se dice que está “de cargo”, pues el cargo no sólo es una responsabilidad, sino un rol social.
Hay diversos tipos de cargos y diversos tipos de carguyoqs. Generalmente hay un carguyoq central, que comparte la responsabilidad con su pareja (el carguyoq principal puede ser varón o mujer). Además existen otros cargos específicos, por ejemplo en festividades de varios días hay carguyoqs para cada día, en otros casos aunque la fiesta es un solo día hay varias actividades y por ende varios carguyoq (de procesión, de danzas, de kacharpari, etc.) Y existen fiestas más modestas que sólo cuentan con un carguyoq.
Asumir un cargo es un honor y una responsabilidad social. Las personas que destacan en el colectivo van asumiendo diferentes cargos y esto los hace más respetables en el colectivo. Y como organizar una fiesta es una experiencia de gestión, los cargos sirven como adiestramiento para gestionar bien otras responsabilidades. Por eso se comienza con cargos chicos y luego se asumen más grandes.
Antiguamente se usaba el mismo sistema para elegir autoridades comunales, las personas iban asumiendo roles políticos (regidor, alguacil, sargento, alcalde) a partir de su desempeño en cargos anteriores. Esto hoy es cada vez más escaso, aunque en muchas comunidades se acostumbra que las autoridades comunales previamente hayan realizado algunos cargos festivos, que vienen a ser como una preparación para una posterior gestión. Incluso para postular a un cargo estatal (regidor, alcalde), es mal visto quien no haya realizado algunos cargos.
La elección de un carguyoq la realizan los carguyoq salientes, que los designan en un momento especial de la fiesta. Normalmente parece ser una sorpresa para el designado, pero en realidad ya se ha ido rumoreando su nombre. No es electo en asamblea o acuerdo general, sino a partir de conversaciones informales, en las que la gente va opinando sobre a quién “le toca” recibir el cargo este año. Así, es la gente quien sugiere y el carguyoq saliente sólo formaliza esa decisión. Quienes más autorizados están para opinar en este asunto son los ex carguyoq, es decir los que realizaron el cargo en años anteriores.
El carguyoq debe contar con dos requerimientos. El primero es que se le considere capacitado para realizar bien la responsabilidad asignada, es decir que sea responsable, tratable y conozca bien la dinámica del cargo. Por eso es un honor, porque no se elige a cualquiera, sino a quien ha logrado cierto respeto en su colectividad. El segundo es que tenga solvencia económica para afrontar la responsabilidad. Esto hace que el cargo funcione como una forma de redistribución, pues las personas que han tenido mejor “suerte en la vida”, los que se han enriquecido más que sus vecinos, están prácticamente obligados a asumir un cargo. Es una forma de retribuir esa “suerte” en beneficio de la colectividad.

La hurk’a
El carguyoq no solventa los gastos del cargo, sino que estos son costeados por todo el colectivo implicado. Para lograrlo existe la hurk’a, que es la forma de comprometer a las personas para apoyar en el cargo. El carguyoq hurk’a a otros integrantes del colectivo para que se comprometan a aportar con algún requerimiento de la actividad, sea para la comida, bebida, música, elementos decorativos o religiosos, etc.
Comunmente las hurk’as se anotan en un libro en los momentos finales de la celebración, inmediatamente después de que se nombraron carguyoqs para el año siguiente, estos son los carguyoq “entrantes”, que recorren entre todos los asistentes anotando sus nombres con la hurk’a a la que se comprometen.
Meses después, cuando ya empiezan a preparar la actividad, los carguyoq mandan elaborar panes de hurk’a y bebidas. Con estos elementos buscan a cada uno de los hurk’asqas, comprometiéndolos a aportar con determinado elemento para la festividad. Una vez que se recibe la hurk’a es imposible no cumplir, lo que sería visto como un gran deshonor. La entrega de las hurk’as es un momento festivo, en el que se refuerzan los vínculos colectivos.
La elaboración de las hurk’as es el único gasto fuerte que puede asumir el carguyoq, pues si hurk’a bien obtendrá todos los elementos necesarios, de lo contrario tendrá que costear algunos gastos con “su bolsillo”. Aquí interviene mucho el carácter y el prestigio del carguyoq, si es alguien respetado y querido, si es amable y solidario; todos aceptarán su hurk’a con agrado y se esforzarán por cumplirla. Pero si es alguien conflictivo, poco tratable o con enemistades generadas anteriormente, puede que muchos evadan el momento de la hurk’a o la cumplan a medias. Otro factor determinante es hacer la hurk’a bien, no escatimar en panes ni bebidas, hacerla lo más festiva posible (para cargos importantes llevan hasta banda de músicos).
Si bien las hurk’as se anotaron en el libro inicialmente, pueden ser modificadas de acuerdo a la planificación que realicen los carguyoq. Aquí también interviene el factor redistributivo, se aumenta o disminuye la cantidad o calidad de la hurk’a, según la riqueza que tiene la persona  a ser hurk’ada. Si alguien “rico” se ofreció con algo barato, se le pide que de más. Si alguien ha tenido algún problema que le significó gastos (salud, accidente, problema laboral) se le exonera o disminuye la hurk’a.
Estas decisiones las toma el carguyoq asesorado por sus familiares y –nuevamente- por los “cargos pasados”. Como vemos, el aspecto redistributivo hace que quienes más tienen den más, y quienes tienen poco participen en lo que puedan pero no se les exige aportes mayores. El sistema de hurk’as contribuye a que las desigualdades económicas no crezcan dentro de la colectividad. Así, tener prosperidad económica implica contribuir con una mejor realización de la fiesta, que es una forma de brindar una alegría colectiva a todos los integrantes y a las divinidades (recordemos que los cargos se realizan principalmente en fiestas religiosas).
Una forma laboral de hurk’a es la que se conoce como mink’a, que es solicitar ayuda para una trabajo (principalmente agrícola), ofreciendo buena comida y bebida a los mink’ados. Esta lógica de reciprocidad estaba bastante extendida en el pasado. Hoy se va perdiendo por la presencia del salario, en el caso de las mink’as; y por la presencia de religiones evangélicas, que consideran a santos y vírgenes como elementos “paganos” y por ende rechazan todo lo vinculado a ellos, especialmente las fiestas. La lógica capitalista (individualismo y competencia) penetra en nuestros pueblos de la mano de estas religiones, que además rechazan el consumo del alcohol (causante de problemas sociales, pero a la vez elemento importante en cargos y hurk’as, difícil de reemplazar).

El caso del Sarawawa
Foto del evento Sarawawa en ayni 2018
Cargos y hurk’as son comunes en las comunidades y pueblos rurales, pero están presentes también en las ciudades. Se realizan cargos en los barrios, también los hay dentro de las organizaciones e instituciones, incluso hay cargos realizados sólo por una familia. Si bien casi todos tienen una motivación religiosa central (una imagen, un cuadro, una cruz), también se están dando algunos casos donde la lógica de los cargos se aplica para otro tipo de actividades.
En Cusco, eventos como “Enero en la palabra” utilizan un rol de cargos para su organización, en otras actividades se recurre a la hurk’a para comprometer a los participantes. Acciones incipientes de extender una forma de hacer las cosas, basada en la reciprocidad y la redistribución, que tienen un potencial enorme para aplicarlas (juntas o por separado) en diversas dinámicas económicas y sociales, en reemplazo de las lógicas capitalistas.
Un caso singular es el Sarawawa, la festividad del “niño maíz” que se lleva a cabo cada 6 de enero en la casa del artista Edwin Chávez. Esta fiesta lleva ya 16 años, involucrando a artistas, activistas culturales y gente vinculada a la cultura en la ciudad del Cusco. Esta actividad es un espacio de encuentro y fortalecer vínculos solidarios entre los asistentes (como todo cargo), pero también una forma de reaprender estas dinámicas, así como diversos elementos de la cultura andina (comidas, ritualidad, arte). Y plantearse el desafío de aplicar estos saberes en el Cusco urbano contemporáneo, encaminando en el mismo sentido nuestras acciones individuales o colectivas.
El nombre de la fiesta rescata la religiosidad agrícola antigua de nuestros pueblos, reconociendo que las celebraciones cristianas se impusieron sobre ritos pre existentes. Las fiestas de Navidad y Bajada de reyes coincidían con los primeros brotes del maíz, por eso, el Sarawawa celebra a la vez al Niño Jesús y al maíz. Por eso los elementos siempre presentes en la fiesta son el maíz (en platos y en la chicha) y la presencia de los niños, pues una forma de celebrar al “niño” es hacerlo a través de niños reales. 
La experiencia ha sido muy interesante en estos años. Se dan bajones porque algunos de los invitados, hurk’ados y hasta carguyoqs, tienen una formación muy urbana y moderna. Sin embargo, esto nos ha hecho ponerle más empeño para superar dificultades y enseñarle a la gente, estas formas de organización y celebración solidaria. El rescate del culto “pagano” al maíz ha influido en otras celebraciones similares, que se dedican al sol o la Pachamama. Diversos artistas y activistas han pasado por el Sarawawa, puede decirse que hasta varias generaciones. Algunos no aprendieron bien de la experiencia, pero algo siempre les ha quedado. Otros, la hemos asumido como parte de las alternativas al capitalismo, que queremos construir a partir de rescatar valores no capitalistas de nuestra propia sociedad.