domingo, 21 de octubre de 2018

10 AÑOS DEL LEVANTAMIENTO DE CANCHIS

Foto tomada de una exposición en el marco del estreno del
documental "Nuestros pueblos han hecho historia" en Sicuani
Entre el 20 y el 29 de octubre del año 2008, un conflicto social sacudió el sur peruano, marcando un hito en las luchas contra los megaproyectos y la política extractivista. Este movimiento fue producto de un acuerdo de organizaciones campesinas en un congreso indígena meses antes.
Llegado el 20 de octubre, muchas movilizaciones y acciones simbólicas se desarrollaron en el surandino, pero sólo Canchis paró completamente, liderados por la Federación Provincial de Campesinos de Canchis (FPCC) y el Frente Unificado de Defensa de los Intereses de Canchis (FUDIC). Las demandas eran el rechazo a la privatización del agua, rechazo a las concesiones mineras, rechazo al modelo económico neoliberal, rechazo a la construcción de la Central Hidroeléctrica Salcca Pucara y demandando la renuncia del presidente.
Ese mismo año se habían producido el “moqueguazo” (junio) y el primer levantamiento amazónico (agosto), movimientos sociales que sacudieron el país. Lo singular del levantamiento canchino es que fue la primera rebelión autodeclarada indígena en esta región, e inició una escalada de protestas en todo el sur andino, que se extendieron varios años, logrando paralizar varios proyectos que amenazaban a las poblaciones locales. 
En junio de 2009, luego del Baguazo, Canchis volvió a levantarse, al igual que Andahuaylas, en respaldo a la lucha amazónica y por sus propias reivindicaciones. Los dirigentes de aquellas jornadas han padecido largos procesos, de los que han sido absueltos. Valeriano Ccama, Mario Tapia, Alejo Valdez, tan solo fueron los rostros visibles, pues la lucha fue colectiva, con muchos rostros y nombres, con muchas acciones.
El puente Arturo recuerda los bloqueos de aquellos días. El puente de Chuquicamanta ya no es el mismo que la protesta quemó en alguna ocasión. De aquellas jornadas quedan algunas pintas borrosas por el tiempo. Incluso la plaza del Cusco y el aeropuerto fueron sacudidos por la presencia de los qanchis aquellos días. 
El movimiento canchino se debilitó con los años, con nuevas dirigencias y nuevas maniobras de las empresas, pero 10 años después, el proyecto hidroeléctrico Salca Pucara no se ha ejecutado. Reconocer la importancia de estas luchas es necesario y urgente, ante las nuevas y viejas amenazas extractivistas. 

Complemento con el testimonio de un dirigente de aquellas jornadas (publicado en el folleto Las luchas de Canchis, editado por Lucha Indígena): 

“En relación a esto, los dirigentes y algunos personajes en la Provincia de Canchis, iniciamos el primer levantamiento. No con el objetivo de hacer levantamiento en sí, sino como forma de concientizar a nuestro pueblo. Pero dado el momento y la voluntad de las comunidades campesinas, principalmente de las zonas altas, como Santa Barbara, Phinaya, Pataccalasaya; los hermanos alpaqueros, los hermanos ronderos; que por el dolor que hemos sentido ante tanta injusticia, iniciamos en forma decidida todo este movimiento, que ha marcado un hito dentro de la historia del Perú.”

miércoles, 10 de octubre de 2018

VoVi, analista político


Aunque yo andaba abstraído en la interesante biografía de Guaman Poma y en intentar reconstruir la historia de las wakas; los aburridos analistas políticos me devolvieron a esa realidad post-electoral que pareciese calco y copia de los años que provocaron en el coronista la frase "y no hay remedio".
Bueno, el voto viciado también puede aportar luces para una interpretación anarca de las recientes elecciones peruanas. Es pues una expresión de descontento y rechazo al sistema político, rechazo que debe ser leído adecuadamente para contribuir a construir alternativas a partir de ese sentimiento.
Algunos objetarán que se trata de una voz de rechazo, pues puede incluir muchas razones que motivan al elector a viciar su voto (simple error, desinterés, cansancio, palomillada). Para responder a estos incrédulos haremos un breve análisis. En la mayoría del país los votos en blanco y los viciados, tienen un promedio de entre 5 y 10% cada uno, sumando algunos puntos más alguno de ambos rubros (el blanco en algunos casos, el viciado en otros). En 11 regiones la suma de ambos rubros supera ampliamente al candidato ganador (Ancash, Apurimac, Arequipa, Cajamarca, Cusco, Huánuco, Lima, Madre de Dios, Piura, Tacna, Tumbes).
11 de 25 es buen número, y su diferencia con los resultados de las demás regiones indica que hay razones para que exista dicha diferencia, no puede ser producto del descuido o la palomillada simplemente. Hay un sentimiento de rechazo en unas regiones más que en otras. En algunas el rechazo se ha manifestado en el apoyo mayoritario a candidatos que aparecen como antisistema, llenando de ilusiones a la izquierda. En otras ese rechazo se expresó en los blancos y viciados.
Más luces nos dará observar el caso de tres provincias donde el voto viciado superó al alcalde electo:
-          En la provincia de Huaraz el voto viciado obtuvo el 14.53%, superando al candidato ganador. Disgregado el voto por distritos, sorprendentemente vemos que en la mayoría el voto viciado fue ínfimo, siendo alto sólo en algunos y llegando a superar al ganador sólo en Huaraz (18.43%) e Independencia (15.36, en donde además el voto en blanco obtuvo 20.22!).
-          En la provincia de Arequipa llegó al 14.98%. Disgregándola por distritos sobresale Arequipa (donde llega al 24.66%), ganando también en Cayma, Cerro Colorado, Bustamante y Rivero, Melgar, Miraflores, Paucarpata, Sachaca y Yanahuara, mientras en La Joya gana el voto en blanco.
-          Finalmente en Cusco obtuvo el 16.39%. Nuevamente disgregamos por distritos hallando que gana en Cusco (19.05), San Sebastián (16.53) y San Jerónimo (13.08)
He mencionado sólo los votos viciados porque es donde encuentro mayores particularidades, en todos los resultados provinciales el voto en blanco difiere poco del promedio nacional, sólo en votos viciados hallamos estas “avalanchas”.
¿Qué motiva estas peculiaridades? Podría ser la ausencia de candidatos que se presenten como la opción “antisistema”, pero esto no sólo se dio en las tres provincias, es decir que tendría que haber muchos más “triunfos de VoVi”[1]. Podríamos sumar las avalanchas por candidatos antisistema (Junín, Puno, etc.) con los triunfos de VoVi y encontrar que se trata de los lugares con mayor tradición contestataria, pero nos quedarían muchos vacíos.
Anoté los casos distritales de estos votos para intentar hallar un patrón común. Encontré distritos urbanos pero también rurales, ubicados mayormente en el centro urbano pero algunos también en la periferia. La característica compartida es que se ubican en lo que podríamos denominar “eje histórico”[2]. ¿Qué ha llevado a los habitantes de estos distritos históricos a emitir un voto de rechazo al sistema electoral?.
Difícil responder esta pregunta. Cusco y Arequipa tienen una identidad local muy fuerte que influye en las decisiones políticas (recordar el Arequipazo o protestas cusqueñas es inevitable)[3]. Esa identidad contestataria local respaldó posiciones de izquierda durante décadas, no debería extrañarnos que esté buscando algo más allá de la izquierda tradicional. Pero sería muy ingenuo pensar que el trabajo de activistas libertarios y anarquistas ha dado estos frutos (mayores han sido experiencias limeñas como las “zonas” por ejemplo, pero en la ciudad capital la voz de rechazo ha sido minúscula), tal vez algo hemos dialogado con el sentimiento de hartazgo de nuestras poblaciones, pero este sentimiento está más ligado a esa identidad local que gusta diferenciarse del resto del país.
En todo caso, ese sentimiento de hartazgo puede ser parte de la construcción de alternativas libertarias y allí es donde nuestros activismos pueden contribuir fuertemente, no para “ideologizarlas” esperando que surjan movimientos declarados anarquistas; sino para sumarnos a ese sentimiento y poner en la práctica lo que tenemos en la teoría: la construcción de alternativas en la cotidianidad (algo que algunos venimos intentando ya algunos años, pero que ahora nos presenta el reto de multiplicar dichos intentos).
Alguna iniciativa llamativa podría surgir a partir de ahora. Si “ganó” VoVi, ¿quedará este triunfo aparente en un simple acto simbólico? Ese es el reto. Podemos pergeñar acciones que fortalezcan el sentimiento de hartazgo para convertirlo en una posibilidad más allá de una simple cólera, proponer un “plan de (auto)gobierno de VoVi”, que parta de lo simbólico, lo provocativo, para motivar acciones alternativas a la política electoral. El campo está sembrado y no significa que sólo en estos lugares puedan surgir alternativas autogestionadas, quizás surgen en otras localidades, pero desaprovechar el panorama aquí sería una gran frustración para nosotros.

Sí, cuantitativamente a nivel de país, lo de VoVi es muy poco, pero al menos es algo. Lo otro, la posibilidad del resurgimiento de una izquierda honesta personificada en Cochero (candidato del FA de Lima) no ha calado, y los triunfos de Aduviri, Cerrón y otros, podría derivar en caudillismos autoritarios como el de Evo en Bolivia. En ese panorama, VoVi es lo único que nos queda. De caras al bicentenario de la república criolla y burguesa, ad portas de que ingresen los transgénicos y con la mineras sobre nosotros, la posibilidad de una alternativa anarca es urgente y necesaria.




[1] “VoVi” es la jerga que los cusqueños usamos para referirnos al voto viciado desde las elecciones de 2014 (por las dos sílabas iniciales de la palabra).
[2] En Huaraz el distrito Independencia es una especie de centro histórico ampliado, en Arequipa y Cusco vemos la mayoría de zonas de larga data (históricas).
[3] Desconozco el caso huaracino, por eso centro mi análisis en las dos ciudades sureñas, que además son las que más votos viciados presentaron.

lunes, 13 de agosto de 2018

Los ojos que no se ven. El activismo fraccionado


Existen dos publicaciones autónomas que se vienen abriendo paso a contracorriente en el Perú, curiosamente llevan nombres similares aunque parece que sólo eso los une. Ojo Zurdo es una revista de temática política, El Ojo Interior es una revista de temática cultural y espiritual, ambas en la búsqueda de alternativas al capitalismo dominante, pero desde dos miradas diferentes. Ambos se ignoran mutuamente e ignoran completamente el enfoque de la otra revista.
Lo que sucede entre estos dos ojos tan desvinculados, sucede en general con los movimientos antisistema del país. Hay activistas políticos que sustentan todas sus propuestas en análisis racionales y académicos, desprecian todo lo que suene espiritual y asumen lo cultural en un sentido meramente complementario. Hay organizaciones que se sustentan en lo espiritual, apuestan por la ecología y se apartan completamente de la política. Hay muchos más matices culturales, académicos, sectoriales, territoriales, clasistas.

El activismo de performance

Vivimos en la sociedad del espectáculo (Deboard), todas las actividades humanas se han convertido en una especie de escenas de la gran película de la globalización. La facilidad de las comunicaciones ha convertido a estas en una necesidad, necesitamos likes para sentir que nos oyen, que somos alguien, que cumplimos un rol en el espectáculo de la vida moderna. Esto ha llegado también a los sectores críticos. Muchos activistas dedican sus mayores esfuerzos a realizar acciones visibles, o que al menos puedan registrarse para colgarlas en las redes sociales. Performances, festivales, plantones, parecen desplazar a los procesos de más larga duración.
En el pasado, las utopías se vivían en grupos pequeños y no tan visibles, ya fuera en el sindicato, la guerrilla o la ecoaldea; los militantes de estos movimientos se internaban en esos espacios sabiendo que les llevaría años construir algo y que en ese periodo, probablemente muy poca gente se enteraría de sus esfuerzos. Lo importante no era cuántos se enteraban sino el impacto que dicho esfuerzo lograría a la larga. Hoy las cosas son diferentes, cualquier acto por más chico que sea puede difundirse casi en tiempo real, esto resulta una herramienta interesante, pero también opaca la importancia de la construcción real de alternativas.
En la sociedad de masas, los líderes encarnaban el sentimiento colectivo, se convertían en la voz y el rostro conocido del movimiento, haciendo que las bases llegasen a someterse a la influencia de dichos personajes, ya que no todos podían hacerse visibles. Esto propició el autoritarismo en los movimientos anticapitalistas, muy bien justificado por la ideología marxista. Hoy nos libramos de este problema, pero los movimientos actuales son más fraccionados, cada pequeño grupo difunde sus acciones por las redes y hace sus rostros conocidos.

Las modas antisistema

La sociedad del espectáculo tiende a generar modas que se difunden a escala global, utilizando los medios de comunicación, la publicidad, la política, la academia, etc. Estas modas hacen que se generalicen ciertas formas de hacer las cosas, elementos culturales e ideas, que terminan aceptados y reproducidos por la gran mayoría, normalizándolos. Esto llega también a los sectores críticos, terminamos jugando el juego que el sistema ha diseñado.
Décadas atrás el “sujeto revolucionario” era el trabajador, principalmente el obrero. La izquierda priorizaba la organización y crecimiento del movimiento obrero, descuidando reivindicaciones y luchas de otros sectores. Pasando al nuevo siglo el obrero dejó de ser el protagonista de los nuevos movimientos sociales, siendo reemplazado por el indígena. En los últimos años este parece ser reemplazado a su vez por las mujeres. La lucha de clases que pretendía acabar con el capitalismo, dio paso a una lucha cultural contra la civilización occidental y ahora contra el patriarcado, esto es bueno en tanto se ha ido abarcando aspectos mayores que sólo el sistema económico, pero, ¿dónde quedaron los “sujetos” desplazados?
Es indudable que los trabajadores siguen siendo explotados y en muchos casos más que antes, así como en el pasado las mujeres siguieron oprimidas por el patriarcado aun cuando los intelectuales de izquierda no lo considerasen importante. Todos los oprimidos y excluidos padecen estos problemas a diario, generan sus propios movimientos y hay sectores de activistas que se especializan en apoyar algún sector (o varios), pero políticos e intelectuales parecen moverse más a la moda. Estos se ponen al servicio del “sujeto revolucionario” de moda, aunque generalmente lo hacen para alcanzar presencia, hacerse visibles. Un ejemplo: cuando Evo Morales estaba por llegar al gobierno de Bolivia, Álvaro García, como buen intelectual y político, reconoció que el liderazgo lo debería tener un indígena y se sumó al movimiento como vice-líder (es Vicepresidente desde entonces).
El riesgo de que algo se ponga de moda es que toda moda es pasajera. Actualmente vemos un ascenso feminista y se discute el rol de los varones en esta lucha, esto es un gran logro sin lugar a dudas, pero ¿cómo dialogan o se integran las luchas indígenas y femeninas?, tampoco es que la lucha de clases haya desaparecido, existen mujeres ricas y mujeres pobres, ¿puede haber sororidad entre sectores tan contrarios? El debate tiene para extenderse. Un sector que también se ha hecho muy visible en estos años es el de la diversidad sexual (LGTBI), que puede vincularse a la lucha antipatriarcal con más facilidad que otros sectores, pero también tiene su propia agenda, porque padece una discriminación específica.

La especialización es la raíz de las injusticias

Francisco Ferrer decía que se debe estudiar el origen de las injusticias. Cabe hacerse la pregunta sobre ese origen, pues a veces pareciera que entendemos las injusticias como producto de la maldad de algunos grupos que en el pasado impusieron su dominio, y que lo hemos ido arrastrando e incrementando casi sólo por costumbre. La explicación economicista marxista ayuda a entender este aspecto y aunque puede volverse bastante reduccionista, resulta útil.
¿Por qué surgió el patriarcado, por qué el racismo, la dominación de clases, el esclavismo, etc.? Todos estos males no nacen porque unos fueran más fuertes y abusones que otros, y tuvieran el poder para mantener su dominación. Si bien esto pasó en algún momento, mucho antes, las injusticias nacieron porque determinadas sociedades las creyeron necesarias y útiles. Tener un líder, un guía, un maestro, resultó útil para el grupo, tanto que se empezó a dotar a estos personajes de ciertos privilegios, que trabajaran menos para que pudieran dedicar más tiempo a planificar, coordinar, enseñar, investigar. Poco a poco se fueron convirtiendo en grupos, así nacieron las élites. Y la especialización siguió creciendo, apareciendo ayudantes y protectores de las élites, allí aparecen los primeros soldados y policías, siglos después, estos serán la fuerza que permitirá a ciertos líderes conquistar otros pueblos.
Los arqueólogos han encontrado que en un principio las sociedades fueron matriarcales, eran madres mayores quienes conducían las poblaciones, ¿por qué fueron desplazadas por el patriarcado?, pues porque resultaba más cómodo para el grupo que esos roles fueran asumidos por varones, que podían disponer todo su tiempo pues no tenían embarazos ni lactancias. Por algo similar se desplazó a los ancianos. Con el paso de los años y las civilizaciones, las élites comenzaron a heredar sus roles y se educó a toda la colectividad para aceptar esa desigual distribución de roles, las sociedades se “patriarcalizaron” al mismo tiempo que se hacían clasistas. No pasó igual en todos los pueblos, muchos se mantuvieron matriarcales y otros igualitarios, algunos fueron conquistados por sociedades clasistas que les impusieron su orden, haciéndolos tributarios o esclavos.
Mientras aceptemos la especialización de cualquier tipo, estamos aceptando la dominación.

Tomando decisiones ajenas

Un grupo de personas se reúne para tomar decisiones sobre la vida de otras personas. Es lo que hace el Congreso de la República, también las dirigencias religiosas o políticas, los funcionarios, mesas de concertación, los académicos, organismos por el desarrollo, etc. Siempre son ciertos líderes o especialistas, quienes toman decisiones sobre políticas, acciones, orientaciones, un conjunto de acciones que afectarán la vida de grandes sectores de la población. Estos decididores no serán afectados por dichas decisiones, pues su rango de líderes o especialistas les da privilegios que no tiene la mayoría. Por eso todos los planes producen más problemas que soluciones, porque son meramente teóricos, sustentados por discursos, cifras y datos, pero nada vivencial.
Una asamblea de un grupo social cualquiera funciona exactamente al contrario de los anteriores. Una comunidad, un sindicato, asociación, grupo barrial, colectivo; la gente se reúne para tomar decisiones sobre lo que afectará al conjunto de personas reunidas, ya sea para defender sus derechos ante los dominadores, ya sea para mejorar su situación, enfrentar problemas colectivos o simplemente vivir la vida. Estas asambleas son la forma en que debería funcionar todo en la sociedad, porque parten de la vivencia y porque son colectivas.
También los activistas caemos en el error de planificar, consumimos mucho tiempo en debatir sobre cómo deberían ser las cosas, cuando es mucho más útil poner en práctica esas propuestas en nuestras propias vidas, en nuestras organizaciones y en los espacios en los que actuamos. Si queremos apoyar a algún sector, vinculémonos, interactuemos con ellos, pero no para darles recetas o sugerirles ideas, sino para construir algo juntos. Una red de economía solidaria y autogestiva es un ejemplo. Ideas como el frente popular o las plataformas apuntan a lo mismo.

Si dejas de creer, empiezas a crear

Años intentando construir experiencias libertarias que no pasan de ser pequeñas y fugaces, podría hacernos pensar que ese no es el camino, sin embargo, una visita a las comunidades zapatistas en México, nos mostró que no sólo es el camino sino que hay otros que ya lo tienen bien recorrido. Lo sorprendente es que allí, son las “bases” quienes tienen las cosas claras, cosa que acá no vemos, acostumbrados a ver ideas de dirigencias y activistas pero que no calan en la mayoría de la gente. ¿Cuál es la diferencia?
El sistema nos domina económica y políticamente, pero principalmente culturalmente. Creemos necesarias las jerarquías y por ende las injusticias, creemos inevitables las instituciones y las normas impuestas. Nos domina un pensamiento simbólico (Bordieu) que se impone y se reproduce desde la escuela hasta la publicidad, acostumbrándonos a aspirar ideales como el éxito, el desarrollo, la seguridad. Nos sentimos parte de una sociedad con sus pros y sus contras, desafiarla es casi quedar en el limbo, por eso aunque cuestionemos la dominación terminamos aceptando sus reglas, en la esperanza de que se puede mejorar las condiciones. En esto nos hizo mal el marxismo, con su discurso de que las cosas sólo se pueden transformar desde el poder.
Pero cuando dejamos de creer en el sistema, inmediatamente empezamos a crear modos diferentes. Es lo que pasó con los zapatistas, por eso avanzaron tan rápido. El momento en que dejemos de seguir los ideales capitalistas, recuperaremos la capacidad creativa hoy aplastada por la dominación simbólica. Por eso es útil cuestionar los grandes espectáculos como el mundial de fútbol, aunque nos digan que odiamos lo popular. Lo popular es en realidad una producción cultural del sistema, hay que ser impopulares porque hay que liberarnos de una cultura impuesta, que llaman “popular” para no reconocer que es subalterna. Cuestionemos todos los mecanismos de reproducción de las dominaciones, incluidas la academia, la empresa y la política partidaria.

Tus privilegios son tus ventajas

Si ya dejamos de creerles, toca usar las ventajas que tengamos a nuestro favor. Las habilidades de cada individuo no debieran ser motivo de privilegios, sino oportunidades de que el individuo aporte de mejor manera a la sociedad. Pero nos acribillan con la idea de que esas habilidades son nuestro principal capital, que no podemos ofrecerlas gratis, son nuestra mayor herramienta y nuestra única tabla de salvación.
Los activistas sentimos que tenemos el privilegio de poder decidir nuestras acciones, cosa que no pueden realizar todas las personas. Cuanto más explotada eres más difícil es modificar tu situación. El sistema nos enseña a agradecer a algún dios o al destino por dichos privilegios, pero en espacios críticos llegamos a sentir vergüenza de los mismos. Saquémosle la vuelta al asunto, esos privilegios son nuestras ventajas para contribuir con la liberación de la humanidad. Si tenemos más conocimiento no lo gastemos en debates académicos, usémoslo para comprender mejor la realidad y ayudar a cambiarla. Si tenemos la posibilidad de autogestionarnos, hagámoslo, porque esas pequeñas experiencias de economía alternativa que construyamos, pueden ser una base para el mundo nuevo que buscamos.
No debatamos cómo mejorar la vida de la gente, reunámonos con la gente que podamos e intentemos hacer eso en la práctica, no importa que el grupo en el que estemos no sea el “sujeto revolucionario”, lo que importa es construir lo que podamos en el lugar en que estemos. No importa la difusión que tengan nuestras acciones, lo que importa es el proceso que vamos construyendo. No interesa si hacemos un evento exitoso, sino las relaciones que se están construyendo en el proceso de su realización.

El enemigo principal

Ese es el título de una antigua película que más era publicidad de las guerrillas, pero retrataba bien el pensamiento de la izquierda del siglo XX: existen dos clases antagónicas y cuando los proletarios derrotemos a los burgueses podremos implementar la sociedad comunista. Sin embargo, si los pobres somos mayoría, ¿por qué no podemos derrotar a la minoría dominante?, ¿por qué siempre nos ganan las elecciones? Es que no se trata de una cuestión cuantitativa, el sistema controla a la población a través de la dominación cultural y simbólica. Hasta ahí llega la explicación izquierdista tradicional, es necesario ver un poco más allá.
El enemigo no es un ser malvado completamente ajeno a nosotros. Los grandes decididores de la política, la economía y la cultura globalizada, pueden ser tipos buenos en su vida familiar y amical, pero aislados de nuestras vidas, incapaces de comprender nuestras aspiraciones. El sistema hace que los más malos tengan más poder y por eso se dan las barbaridades que no necesitamos recapitular. Pero el sistema funciona porque existen cientos de servidores de los poderosos, como la policía por ejemplo, que jamás reflexionan sobre el rol que están cumpliendo dentro del sistema de dominación.
El feminismo nos permite ver la real dimensión de las cosas: el enemigo está en casa. No luchamos contra abstracciones como el patriarcado, la injusticia, el colonialismo, el racismo, la violencia. Luchamos contra gente concreta que hace que esas formas de dominación funcionen, personas que defienden la opresión o la ejercen a veces sin darse mucha cuenta de lo que hacen. Por eso la lucha principal es cultural, necesitamos darnos cuenta de que reproducimos las dominaciones y entonces podremos empezar a deconstruirnos, invitando y exigiendo a los demás hacer lo mismo. Pero cuidado, corremos el riesgo de ensimismarnos, pensar que nuestras actitudes personales bastan. No, también hay que pelear contra la gente que se niega a cuestionar la dominación y la sigue ejerciendo. Como dice una consigna: “a un fascista (o machirulo, o racista, o patrón) no se le discute, se le destruye”.

Emparejando los ojos

Esa separación entre “nosotros” y los “otros” es nuestra primera barrera. La lucha feminista no puede estar sólo en manos de las mujeres, porque el patriarcado se reproduce principalmente por los varones. Igualmente, no sólo los indígenas deben ser antirracistas y anticoloniales, como tampoco los derechos de los jóvenes son sólo responsabilidad suya, ni la situación de los pobres excluye a quienes tengan una situación diferente. Esto podría parecer una contradicción con nuestro cuestionamiento al “tomar decisiones ajenas”, pero ambas ideas se complementan.
Dos son los ojos pero juntos nos permiten ver. En vez de pensarnos como varón y mujer, pensémonos como pareja, y allí, dentro del hogar, es donde empieza nuestra revolución. Construir una relación igualitaria implica una deconstrucción constante de nuestra herencia patriarcal, y hacerlo no sólo es posible, sino imprescindible. En los espacios en los que interactuamos encontramos personas diversas, por género, cultura, edad, situación económica, preferencia sexual; debemos construir nuestros movimientos como una gran familia, no especializar los temas sino integrarlos. Deconstruir el patriarcado tanto como la colonialidad, el clasismo, las fobias y prejuicios.
El problema de los movimientos divididos es que se han “agendado” por temáticas, como cuando una organización se divide en comisiones: laboral, indígena, de la mujer, de juventud. Necesitamos ver cada lucha con dos ojos: mujer y varón contra el machismo, negro y blanco contra el racismo, indígena y occidental contra el colonialismo, homosexual y hétero contra la homofobia. Esto nos fuerza a tomar acciones en tanto dominados o dominantes, según el caso. Claro que habrán espacios que tendrán que ser exclusivos de los dominados (círculos de mujeres, movimientos afros o indígenas, espacios lgtbi), pero una cosa no quita la otra. Es probable que en nuestras organizaciones no abordemos todas las formas de dominación, porque no contamos con integrantes que provengan de todas ellas, por eso es importante ser flexibles, y estar siempre abiertos a vincularnos con otras organizaciones y espacios.

Roberto Ojeda Escalante

lunes, 8 de enero de 2018

El cargo, la hurk’a y el Sarawawa

Foto del evento Sarawawa en ayni 2018
Un año más de reencontrarnos en esa mágica fiesta que rebautizamos como Sarawawa, me motiva algunas reflexiones sobre lo que es un “cargo”, una “hurk’a” y el caso particular del Sarawawa.
Participar en un “cargo” es una experiencia importante en nuestros pueblos, y no es algo meramente folklórico, como piensan algunos intelectos. No, un cargo es una institución cultural y económica con larga historia pero también con larga perspectiva en adelante, para quienes buscamos alternativas al sistema económico decadente del capitalismo.

El cargo
El cargo es la responsabilidad que recibe una persona, para encargarse de la organización de una fiesta, generalmente religiosa. El “carguyoq” (literalmente “con cargo”), es quien está “a cargo” de la fiesta, aunque comúnmente se dice que está “de cargo”, pues el cargo no sólo es una responsabilidad, sino un rol social.
Hay diversos tipos de cargos y diversos tipos de carguyoqs. Generalmente hay un carguyoq central, que comparte la responsabilidad con su pareja (el carguyoq principal puede ser varón o mujer). Además existen otros cargos específicos, por ejemplo en festividades de varios días hay carguyoqs para cada día, en otros casos aunque la fiesta es un solo día hay varias actividades y por ende varios carguyoq (de procesión, de danzas, de kacharpari, etc.) Y existen fiestas más modestas que sólo cuentan con un carguyoq.
Asumir un cargo es un honor y una responsabilidad social. Las personas que destacan en el colectivo van asumiendo diferentes cargos y esto los hace más respetables en el colectivo. Y como organizar una fiesta es una experiencia de gestión, los cargos sirven como adiestramiento para gestionar bien otras responsabilidades. Por eso se comienza con cargos chicos y luego se asumen más grandes.
Antiguamente se usaba el mismo sistema para elegir autoridades comunales, las personas iban asumiendo roles políticos (regidor, alguacil, sargento, alcalde) a partir de su desempeño en cargos anteriores. Esto hoy es cada vez más escaso, aunque en muchas comunidades se acostumbra que las autoridades comunales previamente hayan realizado algunos cargos festivos, que vienen a ser como una preparación para una posterior gestión. Incluso para postular a un cargo estatal (regidor, alcalde), es mal visto quien no haya realizado algunos cargos.
La elección de un carguyoq la realizan los carguyoq salientes, que los designan en un momento especial de la fiesta. Normalmente parece ser una sorpresa para el designado, pero en realidad ya se ha ido rumoreando su nombre. No es electo en asamblea o acuerdo general, sino a partir de conversaciones informales, en las que la gente va opinando sobre a quién “le toca” recibir el cargo este año. Así, es la gente quien sugiere y el carguyoq saliente sólo formaliza esa decisión. Quienes más autorizados están para opinar en este asunto son los ex carguyoq, es decir los que realizaron el cargo en años anteriores.
El carguyoq debe contar con dos requerimientos. El primero es que se le considere capacitado para realizar bien la responsabilidad asignada, es decir que sea responsable, tratable y conozca bien la dinámica del cargo. Por eso es un honor, porque no se elige a cualquiera, sino a quien ha logrado cierto respeto en su colectividad. El segundo es que tenga solvencia económica para afrontar la responsabilidad. Esto hace que el cargo funcione como una forma de redistribución, pues las personas que han tenido mejor “suerte en la vida”, los que se han enriquecido más que sus vecinos, están prácticamente obligados a asumir un cargo. Es una forma de retribuir esa “suerte” en beneficio de la colectividad.

La hurk’a
El carguyoq no solventa los gastos del cargo, sino que estos son costeados por todo el colectivo implicado. Para lograrlo existe la hurk’a, que es la forma de comprometer a las personas para apoyar en el cargo. El carguyoq hurk’a a otros integrantes del colectivo para que se comprometan a aportar con algún requerimiento de la actividad, sea para la comida, bebida, música, elementos decorativos o religiosos, etc.
Comunmente las hurk’as se anotan en un libro en los momentos finales de la celebración, inmediatamente después de que se nombraron carguyoqs para el año siguiente, estos son los carguyoq “entrantes”, que recorren entre todos los asistentes anotando sus nombres con la hurk’a a la que se comprometen.
Meses después, cuando ya empiezan a preparar la actividad, los carguyoq mandan elaborar panes de hurk’a y bebidas. Con estos elementos buscan a cada uno de los hurk’asqas, comprometiéndolos a aportar con determinado elemento para la festividad. Una vez que se recibe la hurk’a es imposible no cumplir, lo que sería visto como un gran deshonor. La entrega de las hurk’as es un momento festivo, en el que se refuerzan los vínculos colectivos.
La elaboración de las hurk’as es el único gasto fuerte que puede asumir el carguyoq, pues si hurk’a bien obtendrá todos los elementos necesarios, de lo contrario tendrá que costear algunos gastos con “su bolsillo”. Aquí interviene mucho el carácter y el prestigio del carguyoq, si es alguien respetado y querido, si es amable y solidario; todos aceptarán su hurk’a con agrado y se esforzarán por cumplirla. Pero si es alguien conflictivo, poco tratable o con enemistades generadas anteriormente, puede que muchos evadan el momento de la hurk’a o la cumplan a medias. Otro factor determinante es hacer la hurk’a bien, no escatimar en panes ni bebidas, hacerla lo más festiva posible (para cargos importantes llevan hasta banda de músicos).
Si bien las hurk’as se anotaron en el libro inicialmente, pueden ser modificadas de acuerdo a la planificación que realicen los carguyoq. Aquí también interviene el factor redistributivo, se aumenta o disminuye la cantidad o calidad de la hurk’a, según la riqueza que tiene la persona  a ser hurk’ada. Si alguien “rico” se ofreció con algo barato, se le pide que de más. Si alguien ha tenido algún problema que le significó gastos (salud, accidente, problema laboral) se le exonera o disminuye la hurk’a.
Estas decisiones las toma el carguyoq asesorado por sus familiares y –nuevamente- por los “cargos pasados”. Como vemos, el aspecto redistributivo hace que quienes más tienen den más, y quienes tienen poco participen en lo que puedan pero no se les exige aportes mayores. El sistema de hurk’as contribuye a que las desigualdades económicas no crezcan dentro de la colectividad. Así, tener prosperidad económica implica contribuir con una mejor realización de la fiesta, que es una forma de brindar una alegría colectiva a todos los integrantes y a las divinidades (recordemos que los cargos se realizan principalmente en fiestas religiosas).
Una forma laboral de hurk’a es la que se conoce como mink’a, que es solicitar ayuda para una trabajo (principalmente agrícola), ofreciendo buena comida y bebida a los mink’ados. Esta lógica de reciprocidad estaba bastante extendida en el pasado. Hoy se va perdiendo por la presencia del salario, en el caso de las mink’as; y por la presencia de religiones evangélicas, que consideran a santos y vírgenes como elementos “paganos” y por ende rechazan todo lo vinculado a ellos, especialmente las fiestas. La lógica capitalista (individualismo y competencia) penetra en nuestros pueblos de la mano de estas religiones, que además rechazan el consumo del alcohol (causante de problemas sociales, pero a la vez elemento importante en cargos y hurk’as, difícil de reemplazar).

El caso del Sarawawa
Foto del evento Sarawawa en ayni 2018
Cargos y hurk’as son comunes en las comunidades y pueblos rurales, pero están presentes también en las ciudades. Se realizan cargos en los barrios, también los hay dentro de las organizaciones e instituciones, incluso hay cargos realizados sólo por una familia. Si bien casi todos tienen una motivación religiosa central (una imagen, un cuadro, una cruz), también se están dando algunos casos donde la lógica de los cargos se aplica para otro tipo de actividades.
En Cusco, eventos como “Enero en la palabra” utilizan un rol de cargos para su organización, en otras actividades se recurre a la hurk’a para comprometer a los participantes. Acciones incipientes de extender una forma de hacer las cosas, basada en la reciprocidad y la redistribución, que tienen un potencial enorme para aplicarlas (juntas o por separado) en diversas dinámicas económicas y sociales, en reemplazo de las lógicas capitalistas.
Un caso singular es el Sarawawa, la festividad del “niño maíz” que se lleva a cabo cada 6 de enero en la casa del artista Edwin Chávez. Esta fiesta lleva ya 16 años, involucrando a artistas, activistas culturales y gente vinculada a la cultura en la ciudad del Cusco. Esta actividad es un espacio de encuentro y fortalecer vínculos solidarios entre los asistentes (como todo cargo), pero también una forma de reaprender estas dinámicas, así como diversos elementos de la cultura andina (comidas, ritualidad, arte). Y plantearse el desafío de aplicar estos saberes en el Cusco urbano contemporáneo, encaminando en el mismo sentido nuestras acciones individuales o colectivas.
El nombre de la fiesta rescata la religiosidad agrícola antigua de nuestros pueblos, reconociendo que las celebraciones cristianas se impusieron sobre ritos pre existentes. Las fiestas de Navidad y Bajada de reyes coincidían con los primeros brotes del maíz, por eso, el Sarawawa celebra a la vez al Niño Jesús y al maíz. Por eso los elementos siempre presentes en la fiesta son el maíz (en platos y en la chicha) y la presencia de los niños, pues una forma de celebrar al “niño” es hacerlo a través de niños reales. 
La experiencia ha sido muy interesante en estos años. Se dan bajones porque algunos de los invitados, hurk’ados y hasta carguyoqs, tienen una formación muy urbana y moderna. Sin embargo, esto nos ha hecho ponerle más empeño para superar dificultades y enseñarle a la gente, estas formas de organización y celebración solidaria. El rescate del culto “pagano” al maíz ha influido en otras celebraciones similares, que se dedican al sol o la Pachamama. Diversos artistas y activistas han pasado por el Sarawawa, puede decirse que hasta varias generaciones. Algunos no aprendieron bien de la experiencia, pero algo siempre les ha quedado. Otros, la hemos asumido como parte de las alternativas al capitalismo, que queremos construir a partir de rescatar valores no capitalistas de nuestra propia sociedad.