Por:
Emperatriz Escalante Gutiérrez
Van la abuela
y la nieta, se van por el río en su bonita canoa, les lleva la corriente, ellas
van cantando. También canta el río con su numerosa corriente, cantan las ramas,
cantan las hojas, cantan los árboles, cantan los pájaros con millones de
trinos, cantan los insectos y las flores, toda la naturaleza canta en un
inmenso himno a la vida, a la Pachamama, a la Mama Coca.
-
¿Abuela nos falta mucho todavía? – pregunta la
niña.
-
Recién comenzamos nuestro viaje – responde la
abuela.
-
¿Estamos buscando la casa de Mama Coca? – dice
otra vez la nieta.
-
Claro que sí – responde la vieja – tenemos que
encontrarla, me contaron mis abuelos y los más viejos del pueblo que si
seguíamos el camino que nos indiquen los hermanos centinelas, podremos
encontrarla. Ellos dicen que está hecha de juncos, palmeras, adornada con
orquídeas, enredaderas y miles y miles de flores.
-
Abuela, mi papá me dijo una vez que la Coca fue
una planta sagrada en la época de los Inkas.
-
Sí, así fue, la planta de la Coca fue sagrada,
en aquellos tiempos antiguos cuando gobernaban los sabios y poderosos Amautas
Inkas.
-
¿Entonces por qué persiguen y castigan a los que
cultivan a la Mama Coca?
-
Porque en estos tiempos modernos hombres de muy
mal corazón, sacan sustancias peligrosas y prohibidas de las hojas de la coca.
-
Pero las hojas de coca, hijas de la Mama Coca, ¿son
buenas, verdad?
-
Claro que sí, querida niña, las hojas de la Coca
naturales son curativas y alimenticias porque tienen todo lo necesario para
calmar el hambre y para curar, sólo por un pequeño alcaloide del cual sacan una
droga, con decirte que de un quintal de hojas de coca sólo extraen un gramo de
droga.
-
Mi papá y mi profesora, me han contado acerca de
nuestros antepasados Inkas, me dijeron que en esos tiempos no había hambrunas,
ni muchas enfermedades, ni injusticias, ni maldad. Quiero que me cuentes
abuela, como era el Inka, a veces sueño de que él todavía existe, que está
escondido en una misteriosa ciudad perdida hecha de piedras, adornada con oro,
plata y piedras preciosas, que algún día él va a volver… pero esto que siento
es solo un sueño.
-
El Qapaq Inka, mi bella niña, no fue un humano
cualquiera, tenía grandes poderes, descendía de una casta escogida, no fue como
los reyes de los países de los blancos tiranos, corruptos, viciosos y más. El Inka
era sabio, inteligente, fuerte, sobre todo justo, bondadoso correcto, él se
consideraba un padre para sus súbditos, por eso ellos lo veneraban casi como a
un semidiós, porque el Inka sentía amor por su pueblo, por sus runas, warmis y
wawas, y gobernaba como un patriarca, no como un tirano, no era ladrón, ni
asesino; lo contrario de lo que sucedía en aquellos países de hombres blancos
que reinaban sus monarcas, con codicia, traición, maldad, injusticia y más,
claro que también siempre hay excepciones. Quiero que recuerdes siempre, mi
niña, que no hubo ningún otro lugar que yo sepa, en este nuestro querido
planeta, en el que un niño o niña que al nacer recibiese un topo o medio topo
de tierra para cultivarla, y esto era para los hijos de la clase popular; que
además en ningún otro lugar se practicó el Ayni (trabajo recíproco) quizás hubo
alguna acción parecida, pero no igual, en la vida de los inkas se descartaba el
egoísmo, se perseguía el bien colectivo y se buscaba el “buen vivir”, siempre
bajo la dirección de los sabios Amautas, era un pueblo que veneraba el trabajo,
amaba a su Mama Pacha, adoraba a su Tayta Inti, a su Tayta Wiraqocha, quería a
sus Apus, practicaba la justicia, el bien, el amor, el arte, el respeto, tanto
a la naturaleza, como a todos los demás seres vivos, incluso a los insectos, a
los animales, a las plantas, etc. Mi linda niña, tú irás aprendiendo y
escuchando así como yo lo hice, irás desgranando poco a poco los conocimientos,
la sabiduría, la filosofía, la moral, la grandeza que nos dejaron nuestros
Tayta Inkas.
Después que aprendas, transmítelo
a tus hijos y nietos, porque quizá pueda
ser que aquí esté depositada alguna salvación para que no se extinga la vida en
esta nuestra querida Mama Pacha; repite siempre que nuestra filosofía, nuestro
ayni, sean exportados hacia todo el mundo. Otra cosa que quiero aclararte mi
niña es que para mí el Tawantinsuyo no fue un Imperio como esos otros, sino que
fue más bien una gran confederación de naciones con un gran respeto entre ellos
en cuanto a sus usos y costumbres.
-
Abuela – recordó la niña – ¿conoces el camino
por donde debemos ir?
-
Sólo lo conozco en parte, mi abuela me explicó
bien hasta dónde debemos detenernos y bajar, ya hemos navegado dos días, ya
estamos por llegar al lugar donde está ese recodo que es especial, allí
acampamos porque ya llega la noche; después seguiremos por el bosque, iremos
preguntando.
-
¿A quiénes abuela, hay gente por allí?
-
Quizá no, pero están siempre nuestros hermanos
menores los animalitos del bosque.
Llegaron al recodo del río, que la
abuela reconoció y acamparon en el hueco de un inmenso árbol, al día siguiente
continuaron su camino casi a tientas, y con los primeros que se encontraron
fueron con 3 osos negros, que les preguntaron:
-
¿Quiénes son ustedes, a dónde creen que van?
-
Yo me llamo Sulla, soy curandera, ella es mi
nieta, se llama Illari, le decimos Illa, caminamos buscando la casa de Mama
Coca, ayúdennos a encontrar el camino.
-
Nosotros somos los primeros guardianes y no
dejamos pasar a nadie, fuera de aquí, regresen por donde vinieron.
-
No vamos a volver, hemos sido elegidas para
llevar esta prenda a Mama Coca.
Luego de decir eso la abuela abrió la
cesta que llevaba con la prenda y salió una luz verde enceguecedora, también un
fuerte sonido de muchas voces, al ver eso los osos deslumbrados le dijeron a la
vieja:
-
Está bien abuela puedes pasar, nosotros te
guiaremos una parte del camino, pero quizá ya no encuentres la casa que buscas.
Los osos fueron por delante abriendo
camino, cuando llegaron a cierto lugar dijeron:
-
Hasta aquí nomás vamos nosotros, los cuidantes
de este lugar son los otorongos.
Los osos se retiraron corriendo y
aparecieron 4 otorongos, que les preguntaron:
-
¿Quiénes son ustedes y a dónde van?
La abuela Sulla, les dijo quiénes
eran y les mostró la ofrenda que llevaban para Mama Coca, entonces 2 de los
otorongos empezaron a guiarles abriendo
además el camino, hasta que llegaron a una gran laguna, allí las dejaron y
ellos regresaron corriendo y saltando.
Ya el sol se
estaba ocultando, entonces decidieron acampar allí, se sentaron, estaban muy
cansadas, se dispusieron a comer algo del fiambre que llevaban, que consistía
en fruta y sobre todo pancitos y galletas hechas con harina de yuca y harina de
coca. Mientras comían, se presentaron ante ellas unas graciosas monas
maquisapas, que les dijeron:
-
Ya sabemos quiénes son ustedes, hemos escuchado
lo que hablaban con los otorongos y les hemos seguido hasta aquí, seguro que
pasarán la noche en este lugar.
Las monas hicieron una especie de
cama entre las ramas bajas de un gran árbol, allí se acostaron la abuela y la nieta,
siempre acompañadas por las monas. Esa noche llovió pero las viajeras no se
mojaron, las monas habían protegido bien los techos con muchas ramas. Al día
siguiente, las monas les invitaron plátanos y otras frutas, la abuela a la vez
les retribuyó ofreciéndoles galletitas de yuca y coca, luego las monas se
despidieron y se fueron saltando por las ramas y chillando alegres. Mientras
despertaba el bosque entre vaporosas brumas, intensos perfumes, y miles y miles
de trinos.
Al quedarse solas, ya sin las monas,
la niña dijo:
-
¿Cómo vamos a pasar esta laguna?, no veo ninguna
canoa por aquí cerca.
La laguna
era grande, brillaba como si fuera una
hermosa charola de plata bruñida y reflejaba los primeros dorados y marcados
rayos del Tayta Inti, se sentaron un tanto desalentadas sin saber qué hacer,
cuando de repente se sintió un rebullido en las aguas y aparecieron dos grandes
hermosas tortugas, una de ellas les habló:
-
¿Quiénes son ustedes, a dónde van?
La abuela les
explicó quiénes eran, que buscaban la casa de Mama Coca, que le llevaban una
ofrenda, les mostró la ofrenda. Las tortugas les ofrecieron hacerles cruzar el
lago, les hicieron subir a sus espaldas de cada una; luego las transportaron
hasta el otro lado de las aguas que seguían reverberando con reflejos multicolores,
navegando sin mucho apuro. Al llegar a la otra orilla, abuela y nieta se
bajaron de las tortugas, éstas se despidieron de ellas y se hundieron en las
ondas verdi azules. Mientras exploraban por dónde continuar su camino se les
aparecieron 2 grandes y bellas boas de piel brillante y tatuada con figuras
geométricas de colores oscuros, les preguntaron como siempre:
-
¿Quiénes son ustedes, a dónde van?
La abuela
Sulla explicó quiénes eran, que van a la casa de Mama Coca y les mostró la ofrenda
que llevaban, una de las boas les dijo:
-
Aún falta un buen trecho que caminar pero
nosotras vamos a llevarlas.
Luego de una
larga caminata por entre un follaje, lleno de árboles, flores, enredaderas y
aves cantoras, llegaron a una entrada en la que se veía una inmensa puerta que
estaba entre abierta, la boa dijo:
-
Por fin llegamos a la que fue la casa de Mama
Coca, miren, ahora está así abandonada porque Mama Coca ya no está, pero a
pesar de eso nosotras la seguimos cuidando aunque no sabemos hasta cuándo.
Dicho esto las boas se fueron.
La abuela y la niña pasaron por la
puerta y penetraron en un gran salón que más parecía solo un espacio abierto,
con paredes semi destruidas hechas con troncos de junco y palmeras, adornadas
con orquídeas y enredaderas, el piso estaba cubierto de hojas y miles de bellas
mariposas multicolores revoloteaban por todo lado. La abuela preguntó:
-
¿Hay alguien aquí?
Nadie contestó, pero aparecieron del
fondo unos guacamayos, otros gallitos de las rocas y unos colibrís, los que
contestaron en coro:
-
Sólo estamos nosotros, ¿a quién buscan?
-
A Mama Coca – dijeron ellas.
-
Ella no está aquí, se fue huyendo porque bestias
muy malas la calumniaron, la persiguieron, tuvo que huir. Allá atrás solo están
muy pocas de sus hijas que también ya están huyendo hacia lo más profundo de
las montañas.
La abuela comentó de que habían
llegado hasta ahí llevando una ofrenda para Mama Coca, mostró la mencionada
ofrenda.
Los guacamayos dijeron:
-
No sabemos si podrán dejar o no esa ofrenda pero ustedes tendrán
que decidir.
-
Siempre la vamos a dejar, ya no podemos
devolverla, fuimos elegidas por nuestros hermanos del ayllu y también por
nuestros hermanos animalitos y plantas para traer esta ofrenda – explicó la abuela.
-
Si es así – dijeron los gallitos – podrán dejar su
ofrenda allá al fondo donde hay un pequeño altar donde se ponían las ofrendas.
Entraron hacia el lugar que les
indicaron, era un pequeño cuarto en el que se veía un altarcito hecho de
piedra, al pie de él había un hoyo no muy profundo, allí colocaron la ofrenda,
luego la taparon con ramas y flores, mientras la abuela decía:
-
Aquí te dejo esta ofrenda querida Mama Coca,
como agradecimiento por todo lo que nos das, alimento, medicina, fuerza y
compañía; muchísimas gracias Mamita linda y amada, nos la han enviado todos
nuestros hermanos hombres, animales, insectos, plantas, flores y otros más. No hemos
podido encontrarte pero sé que Mama Pacha te hará llegar nuestra pequeña
ofrenda, hasta donde estés, gracias Mama Coca, gracias.
-
¿Qué contiene esa ofrenda? – preguntaron los gallitos.
-
En esta ofrenda colocaron gotas de la esencia de
la sabia de árboles y plantas, esencia del perfume de las flores, algunas de
las más bellas plumas de las aves, la rica miel de las abejas, representando a
los insectos, luego algunos mechones de los pelos de los mamíferos, pedacitos
de piel de los reptiles y peces, un poco espuma del río, gotas de lluvia, los
niños depositaron un hermoso himno con sus frescas y hermosas voces, encerrado
en una ocarina, los hombres enviaron 2 piedras preciosas muy brillantes, las
sacaron de una misteriosa y bellísima cueva, la luz intensa que sale de la
ofrenda proviene de esas piedras.
La abuela y la nieta tuvieron que
quedarse a dormir allí porque ya llegaba la noche y se anunciaba una gran
tormenta; comieron sus últimos pancitos de coca que tenían y se acurrucaron al
lado del altarcito, porque allí aun había un poco de techo que las protegía, al
día siguiente volverían. Cuando todo ya estaba oscuro sintieron la presencia de
unas figuras que parecían el reflejo de luces a través de los troncos de las
paredes y escucharon, un coro de voces, luego una sola voz fuerte les habló:
-
Soy una de las hijas de Mama Coca, ya nos
estamos yendo, queríamos despedirnos de ustedes, queremos que recuerden siempre
que las queremos, que las acompañamos en todo momento. Quiero decirles que en
este nuestro país, que también hay varias naciones, que algunas de ellas sobre
todo las que están cerca del mar y más al norte, incluyendo las grandes
ciudades, son como terribles laberintos donde viven seres humanos desgraciados,
automatizados, existiendo siempre con los ojos y la mente vuelta hacia otros
países de occidente, y que imitan ciegamente todo lo que hacen y cómo viven
dichos países, es como si fueran extranjeros en su propia tierra, son
alienadas, colonialistas mentales, todo lo que viene de fuera para ellos es lo
mejor, desprecian lo que es originario, auténtico, nacional, tanto en
costumbres, formas de vida y cultura folklórica. Muchos de ellos, hablo de los
habitantes de esas grandes urbes, quizá con excepciones aunque sólo de pequeños
grupos; los humanos alienados creen amar a su patria, pero no es así, ellos no
tienen ni Dios, ni patria, ni familia; sólo tienen un motivo de adoración que
es el dinero, por él mienten, traicionan, roban, hieren, matan. Pero felizmente
hay otro grupo de naciones que viven paralelamente en las serranías, en las
montañas, en los pueblos pequeños alejados de las grandes ciudades, que viven
de acuerdo a las creencias del pasado incaico, que adoran a Mama Pacha, a Tayta
Inti, a Illa Wiraqocha, a los Apus; que
se sienten parte de la naturaleza y no como los otros que se creen amos de todo
lo que les rodea. Que viven en comunidades colectivistas, que practican el Ayni,
el trueque, la reciprocidad, los más grandes valores, que hablan el maravilloso
Quechua, el Aymara y otras lenguas más.
Luego la hija de Mama Coca les dio
unos pancitos hechos con harina de yuca, plátano y coca. También les entregaron
un palo de chonta que llevaba un Coca K’intu en su parte más alta, para que les
guiara en su camino de regreso. Antes de marcharse las hijas de Mama Coca, en
coro les recalcaron:
-
No se olviden en enseñar a todos los que puedan
que con la harina de Coca se pueden preparar muchos buenos alimentos,
mezclándola con otras harinas, también con frutas y yerbas. No se olviden
también de combatir siempre esos hombres bestias que hacen mal uso de nuestra
Mama Coca.
Finalmente se despidieron y se
fueron, la abuela y la niña se quedaron muy emocionadas con el corazón
apretujado por sentimientos entre dulces y amargos. Comenzó la lluvia, que caía
a torrentes como si fuera un tremendo llanto de la naturaleza toda. Cuando
amainó la tormenta y solo caía una suave llovizna, abuela y nieta entonaron una
canción para Mama Coca:
Te cantamos Mama Coca
con la tremenda
fuerza del viento
con el furor de la
tormenta
con el estallido del
rayo
sobre los riscos de
las cumbres
nevadas en las
cordilleras…
con el rugido de las
fieras montañosas,
con el bramido de miles y miles de gritos
que se elevan por
encima de los bosques,
quebradas, selvas,
montes,
ríos, lagos y los
nevados.
Porque nuestro canto
que es de gratitud
también es de rebeldía
porque nuestros
corazones
son como volcanes que arden
por la indignación y
el dolor
por la forma como te
tratan
bendita y querida Mama
Coca,
por eso alzamos
nuestras voces
nos ponemos de pie
con los puños
en alto marchamos,
protestamos,
pero sí con la
esperanza
de que algún día
podrás ser libre
otra vez, sagrada,
otra vez
madre, amiga,
curandera
y también nosotros
seremos libres
en una nueva nación,
con luz
justicia, paz y amor.
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