Comentarios a un libro sobre Túpac Amaru

Accidentalmente llegó a nuestras manos el libro “Buscando un proyecto nacional: Túpac Amaru y la Historia”, ensayo ganador del Premio Regional de Cultura 2007 y editado por el Instituto Nacional de Cultura Cusco el 2008, del historiador cusqueño Martín Hernando Romero Pacheco. Fue grato recibirlo, pues el autor, a más de tener estudios en la UNSAAC, la Universidad Católica de Lima y la FLACSO, es un consecuente militante aprista; así que por fin teníamos una opinión seria de alguien de ese partido.
Sin embargo (ya empezamos con los peros), nos llamó la atención que en la introducción afirmase: “La globalización no elimina la identidad, la afirma para que la interculturalidad sea mejor…” (pag. 1). O sea que la globalización hace lo que no quiere o quiere lo que no hace. Como se trata de una posición ideológica, leímos el libro para tener mayores elementos de debate.
En la página 15 hallamos un error histórico múltiple. El autor afirma que “A mediados del s. XVI las panacas andinas inician una lucha por la Democracia … En el s. XVII los reinos sometidos inician el Taki Onqoy como lucha Democrática contra la misma religión y orden Inka y cristiana…”. Primero, a mediados del siglo XVI las panacas no inician alguna lucha (lo harán después). Segundo, el Taki Onqoy se dio en el siglo XVI, no en el XVII. Tercero, no era contra el orden inka (que ya no existía). Pero lo más erróneo es atribuirles un concepto que aparecería más de cien años después: Democracia.
Esto lo repite todo el libro: “El movimiento de Juan Santos Atawallpa es una respuesta democrática desde la selva…” (pag. 26), “…el movimiento de Thupa Amaro fue más integracionista y democrático que antihispano o nihilista…” (pag. 35), ¿alguien podría afirmar que fue ‘nihilista’? Y se extiende hasta el siglo XX: “Por eso surge la generación de Gonzales Prada, Porras Barrenechea, Basadre, Riva Agüero, Víctor A. Belaúnde, Haya y Mariátegui que cimientan los principios de una vida nacional en convivencia, tolerancia y democracia…” (pag. 50), ¿vida en convivencia? ¿el anarquista Gonzales Prada, el fascista Riva, el (entonces) socialista Haya, el marxista Mariátegui?
Utiliza la palabra democracia como algo sagrado. Al hablar de la regionalización dice: “Es la expresión geopolítica de la Democracia … también es una de las ideas importantes en los movimientos y rebeliones andinas…” (pag. 23), insistimos que ese concepto apareció dos siglos después, un error grandote tratándose de un historiador. El contenido “sacralizado” del término se confirma con la frase “…y hay que decirlo, y siempre decirlo, sin cansancio…” (pag. 90) tan parecida a la de un predicador.
“La violencia tiene raíces no andinas; las rebeliones en los Andes tienen el carácter de una ‘Guerra Selectiva’: las rebeliones andinas son democráticas, contra la constitución de dictaduras…” (pag. 33) ¿Una ‘guerra selectiva’ sin violencia? ¿Dictaduras? Podemos comparar la tiranía colonial con las dictaduras modernas, pero confundir conceptos desmerece el carácter historiográfico que pretende el libro.
“No fue un movimiento violento por esencia; fue negociador…” (pag. 55) Claro, porque casi todos los movimientos buscan la negociación, incluidos los violentos. “…es ilegítimo que organizaciones terroristas, cuya única conducta es la violencia … lleven el sagrado nombre del Inca…” (pag. 54), aquí otra vez habla el sacerdote. Es verdad que grupos violentistas utilizan el nombre del inka, pero decir “sagrado nombre” ya es mucho mucho. El mismo Romero utiliza el nombre de Tupac Amaru para sustentar el discurso neoliberal que también es violentista (un buen ejemplo es el fujimorismo).
En la página 47 expresa: “Repetir la historia, de la misma manera, es siempre una ofensa y un enorme riesgo para que el futuro nos pueda condenar…”, añadimos que repetir la historia, de la misma manera en realidad es imposible (y otra vez el predicador hablando de “condena”). Contradictoriamente, en la página 57 pone como ejemplo: “…cuando el NAFTA busca sus antecedentes históricos en el Far West; cuando la Comunidad Económica Europea se une en torno al recuerdo del legendario Carlo Magno y el puritanismo o los Tigres del Asia lo hacen en nombre de su religión shintoista y taoista; el MERCOSUR con sus bases culturales americanistas y de los inmigrantes del Atlántico … No tenemos otro destino para nuestros pueblos más que la unidad real de la Comunidad de Países Andinos…” (pag. 57) ¿No que repetir la historia era una ofensa?
“Ningún país puede vivir fuera de la integración: la experiencia del NAFTA, CEE, TIGRES, MERCOSUR, CIN, etc. nos impone la fatal disyuntiva: O negociamos la Paz y nos integramos o morimos como país.” (pag. 86). ¿Eso es opinión o amenaza? El padrecito sigue hablando: “Recordemos al Cacique que, como Inkarri Andino o Arturo del Viejo Mundo espera que su cuerpo se una y resurja un nuevo Pacto, un nuevo Contrato Social, Lograr Nuestra Comunidad Imaginada alrededor del acuerdo Nacional.” (pag. 92) “El enemigo estratégico, hoy, es la improvisación, la corrupción y el centralismo supérstite.” (pag. 90) O sea, el problema no es la enfermedad sino los síntomas.
Hay algo en lo que coincidimos plenamente con el autor: “Desgraciadamente, la Historia sirve también para el uso de demagogos e irresponsables que quieren inventarse un pasado para justificar su presente cuestionado.” (pag. 82). Paradójicamente, estas palabras describen muy bien a Romero, recordándonos eso de “no escupas al cielo porque te puede caer al rostro”.
Y para no olvidar que el tema original de su libro es el cacique, sentencia: “La división de poderes y el respeto a las instituciones, son ahora las formas en que se presenta Túpac Amaru…” (pag. 69), ¡por favor! Si el inka hubiese respetado las instituciones, no se habría revelado. ¿Es que los demás ensayos presentados al concurso eran tan malos? (en tal caso pudieron declararlo desierto).